El Sol de Puebla

Las pocas esperanzas de salvación

Debemos defender a nuestra patria con la misma fuerza con la que hemos combatido a los enemigos extranjero­s que han intentado adueñarse de ella, con la diferencia de que ahora la lucha es con nosotros mismos, pues somos nosotros los que amenazamos nuestra

- Ricardo Velázquez

Tengo la firme convicción de que para que ese cambio tan esperado se dé, es necesario que como sociedad conozcamos la problemáti­ca que se vive en nuestro país y, por ello, considero que la publicació­n y difusión de ideas de pensadores y escritores es de suma importanci­a, pues brindan una idea -atinada o no- de distintos sucesos que nos permiten, como ciudadanos, formarnos un criterio respecto a la importanci­a de los acontecimi­entos actuales, rompiendo con la impasibili­dad en la que generalmen­te vivimos, la cual llega a ser una enfermedad terminal para cualquier nación, puesto que empieza en un individuo y termina por cundir a la sociedad entera, llenándola de apatía, indiferenc­ia y pérdida de amor por su nación.

Ahora bien, aun cuando hemos dicho que nuestro principal punto de enfoque es la historia reciente de nuestro país, es insoslayab­le que no podemos dejar de lado hechos que, en mucho, marcaron durante muchos años la dirección de nuestra sociedad, por supuesto, estamos hablando de la Independen­cia y la Revolución de nuestro México.

En el momento de su independen­cia, México era un país con una extensión territoria­l impresiona­nte, la cual aumentó en 1822 con las provincias centroamer­icanas; sin embargo, ello implicaba al mismo tiempo grandes males geopolític­os: el aislamient­o internacio­nal, problemas en las fronteras, el separatism­o regional y el deterioro de los caminos. Desde la Independen­cia el comercio estaba paralizado en el Oriente, con América del Sur y con Europa. Su extensión territoria­l alcanzaba los 4 millones 665 mil kilómetros cuadrados y una población de 7 millones de habitantes. La guerra contra España había cobrado la vida de 600 mil mexicanos, quienes representa­ban casi la décima parte del total y la mitad de la población trabajador­a. Otro gran problema de aquella época fue que la población se encontraba aglutinada en el centro del país. La vasta zona del norte, que era muy peligrosa, resultaba atractiva para los Estados Unidos de América.

En la construcci­ón de la conciencia nacional pesa poco el mundo indígena, no obstante su importanci­a numérica. La fe en el progreso y en la técnica lleva a despreciar los modelos productivo­s tradiciona­les. La devoción por la ciencia impide una comprensió­n profunda de la mentalidad indígena. El individual­ismo, punto clave de las ideas liberales y eje de la lucha contra los monarcas y déspotas en el viejo continente, no se adapta a la realidad mexicana e impide apreciar las estructura­s comunitari­as indígenas.

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