Las pocas esperanzas de salvación
Debemos defender a nuestra patria con la misma fuerza con la que hemos combatido a los enemigos extranjeros que han intentado adueñarse de ella, con la diferencia de que ahora la lucha es con nosotros mismos, pues somos nosotros los que amenazamos nuestra
Tengo la firme convicción de que para que ese cambio tan esperado se dé, es necesario que como sociedad conozcamos la problemática que se vive en nuestro país y, por ello, considero que la publicación y difusión de ideas de pensadores y escritores es de suma importancia, pues brindan una idea -atinada o no- de distintos sucesos que nos permiten, como ciudadanos, formarnos un criterio respecto a la importancia de los acontecimientos actuales, rompiendo con la impasibilidad en la que generalmente vivimos, la cual llega a ser una enfermedad terminal para cualquier nación, puesto que empieza en un individuo y termina por cundir a la sociedad entera, llenándola de apatía, indiferencia y pérdida de amor por su nación.
Ahora bien, aun cuando hemos dicho que nuestro principal punto de enfoque es la historia reciente de nuestro país, es insoslayable que no podemos dejar de lado hechos que, en mucho, marcaron durante muchos años la dirección de nuestra sociedad, por supuesto, estamos hablando de la Independencia y la Revolución de nuestro México.
En el momento de su independencia, México era un país con una extensión territorial impresionante, la cual aumentó en 1822 con las provincias centroamericanas; sin embargo, ello implicaba al mismo tiempo grandes males geopolíticos: el aislamiento internacional, problemas en las fronteras, el separatismo regional y el deterioro de los caminos. Desde la Independencia el comercio estaba paralizado en el Oriente, con América del Sur y con Europa. Su extensión territorial alcanzaba los 4 millones 665 mil kilómetros cuadrados y una población de 7 millones de habitantes. La guerra contra España había cobrado la vida de 600 mil mexicanos, quienes representaban casi la décima parte del total y la mitad de la población trabajadora. Otro gran problema de aquella época fue que la población se encontraba aglutinada en el centro del país. La vasta zona del norte, que era muy peligrosa, resultaba atractiva para los Estados Unidos de América.
En la construcción de la conciencia nacional pesa poco el mundo indígena, no obstante su importancia numérica. La fe en el progreso y en la técnica lleva a despreciar los modelos productivos tradicionales. La devoción por la ciencia impide una comprensión profunda de la mentalidad indígena. El individualismo, punto clave de las ideas liberales y eje de la lucha contra los monarcas y déspotas en el viejo continente, no se adapta a la realidad mexicana e impide apreciar las estructuras comunitarias indígenas.