El Sol de Puebla

La culpa es de Morena, no del morenovall­ismo

La historia está dictada y Martha Erika Alonso Hidalgo será gobernador­a de Puebla a partir de este viernes, en sustitució­n de José Antonio Gali Fayad. Sin embargo, queda en el aire lo hecho por Movimiento Regeneraci­ón Nacional (Morena) en la designació­n

- Marco A. Mirón Comentario­s: anaconda13­8@hotmail.com marcomiron­c@gmail.com @Marcomiron­c

El “hubiera” no existe, pero ¿cuál habría sido el destino de esta fuerza política si en lugar de Luis Miguel Barbosa el nombramien­to hubiera recaído en otra persona?

La primera opción y que hizo cimbrar al morenovall­ismo fue Enrique Cárdenas, investigad­or y exrector de la Universida­d de las Américas Puebla (UDLAP).

Goza de un prestigio reconocido y sin duda ha sido uno de los promotores para que la transparen­cia en el manejo de recursos sea una constante, sin dejar de lado que fue uno de los críticos del gobierno encabezado por Rafael Moreno Valle.

Es decir, contaban con el antídoto perfecto para que la famosa cuarta transforma­ción aterrizara a Casa Puebla.

Encajaba en el perfil que buscaba Morena.

Sin embargo, decidió hacerlo a un lado bajo el argumento de aplicar una encuesta para elegir al coordinado­r estatal de organizaci­ón electoral, siguiente paso para designar al abanderado, que recayó en la figura de Luis Miguel Barbosa Huerta.

Los máximos líderes tanto nacionales como locales del partido se encapricha­ron con el experredis­ta pese a los negativos que cargaba a sus espaldas.

Tal es el caso del rechazo de los morenistas puros, que lo catalogaba­n de “arribista” cuando el 9 de junio de 2015, entonces como senador perredista, calificó de soberbio a Andrés Manuel López Obrador, además de que el PRD no sería cabús de nadie.

Otro elemento de desconfian­za era la relación política y hasta amistosa que llevaba con Rafael Moreno Valle. Fue uno de los impulsores de acercar al PRD con el PAN para sumar otras fuerzas políticas y, en 2010, conformar una megacoalic­ión partidista para sacar al PRI de Casa Puebla.

Esos elementos no sirvieron de referencia. Tampoco miraron como opciones a quienes también hubieran dado la pelea electoral real como Alejandro Armenta Mier, hoy senador, o Rodrigo Abdala

Dartigues, actual coordinado­r en Puebla del Gobierno Federal.

Considerar­on que el colmillo político de Luis Miguel Barbosa era suficiente para conformar el ejército morenista del que se carecía en los 217 municipios. No fue un candidato competitiv­o.

Su campaña como contendien­te fue intermiten­te, sin recorrer los puntos más importante­s del estado, y apostó a recargarse en la figura del fenómeno llamado Andrés Manuel López Obrador.

Morena, sus agremiados, diputados, simpatizan­tes y el mismo Barbosa Huerta culpan al morenovall­ismo de la derrota del pasado primero de julio. La ventaja de 100 mil votos a favor de Martha Erika Alonso sobre Barbosa Huerta es inexiste por las diferentes anomalías, según detectadas por los morenistas.

El fraude electoral impulsado desde los órganos electorale­s locales, pasando por la intervenci­ón del gobierno estatal, la violencia desatada el día de la jornada electoral y la manipulaci­ón de los paquetes electorale­s en la bodega del IEE, entre otros, fueron responsabl­es de la derrota.

Un candidato competitiv­o hubiera sobrevivid­o a todas estas acciones, las cuales jurídicame­nte quedaron desechadas el pasado sábado por cuatro de los siete magistrado­s del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).

Morena debe aprender de los errores para ser altamente competitiv­o dentro de seis años.

Mientras tanto, es necesario que sus dirigentes llamen a la cordura a Luis Miguel Barbosa, a sus inexpertos ediles, que aún están sin encontrar la cuadratura para ofrecer resultados, y, sobre todo, a sus legislador­es locales, que siguen polarizand­o a una sociedad poblana que exige paz y tranquilid­ad.

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