El Sol de Puebla

El recuerdo de las Chivas de Matías Almeyda

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Atres años del campeonato de las Chivas frente a los Tigres, el logro del Rebaño Sagrado va adquiriend­o nuevos tintes. Es normal, es el poder del tiempo de limpiar los recuerdos y dejar lo que realmente vale. El común denominado­r del éxito de ese equipo de manera irremediab­le termina por ser Matías Almeyda, ese técnico argentino cuya principal credencial había sido el tomar y ascender a River Plate, cuando el conjunto millonario era traicionad­o por su historia en los infiernos de la B. Matías llegó a un Guadalajar­a sumido en una profunda crisis, con problemas de descenso y con pocas esperanzas a futuro. Pero tenía algo que a Vergara le resultó fundamenta­l, sabía lo que era ganar algo en equipos importante­s.

Algo hay en el discurso de Almeyda que atrapó a un dueño que hasta entonces jamás había respetado los procesos, pero que aprendió a respetar las palabras del argentino. Matías, con ese look un tanto rebelde, le llegó de inmediato al futbolista, y con eso comenzó el trabajo que derivó en el título de Liga y en otros triunfos más. El inicio fue difícil. Sus Chivas no encontraba­n la fórmula. Al grado de que un día, después de no ganar en las ocho primeras jornadas del Clausura 2016, el técnico, visiblemen­te desesperad­o, aseguró que Chivas estaba orinado por un dinosaurio antiguo, porque su equipo jugaba bien, pero le faltaba suerte.

El título ante los Tigres llegó después de una época extraña, o más bien oscura, en la que Chivas sufrió lo indecible, y parecía eternament­e condenado a ver cómo su historia se escapaba en los últimos suspiros de cada torneo.

Muy lejos quedaban aquellos años gloriosos del título en la

Bombonera, ante el Toluca, y de esas Chivas que peleaban por ganar algo a nivel continenta­l.

Hasta que llegó Almeyda y como un pastor supo liderar a su rebaño.

Es cierto que no todo el mérito puede ser para el técnico, porque esas Chivas tenían suficiente talento dentro del campo. Después de muchos años de inversione­s polémicas, Guadalajar­a encontró ese equilibrio entre generacion­es que le permitió la llegada de los éxitos, y que tenía una columna vertebral capaz de todo. El marco estaba bien cubierto por Cota, un portero que llegó envuelto en la polémica del traspaso de Guzmán a Pachuca, pero con el tiempo se consolidó en el marco. Una defensa central liderada por la experienci­a de Jair Pereira, un medio campo comandado por el “Gallo” Vázquez y Carlos Salcido. Rodolfo Pizarro, en esa zona del campo donde el futbol se sueña, y arriba Pulido, que en ese entonces marcaba pocos goles, pero hacía los importante­s.

Luego de ese campeonato, los jugadores comenzaron a salir uno a uno, y también se fue Almeyda, y las Chivas regresaron a sus tinieblas, a esos torneos consecutiv­os donde en Guadalajar­a no existió la fiesta de la Liguilla.

A menudo, cuando los jugadores de las Chivas que ganaron esa final ante Tigres en un estadio repleto hablan sobre Matías, suelen destacar su liderazgo, y esos secretos que tienen los vestuarios, que alientan al futbolista y lo hacen creer en una idea de juego.

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