El Sol de Puebla

Disminuye la venta y consumo de cigarros

SUGIEREN REFORZAR RECOMENDAC­IONES SANITARIAS En el marco del Día Mundial Sin Tabaco, fumadores y proveedore­s reconocen que durante estas semanas de aislamient­o el consumo del producto se ha visto reducido

- MARICARMEN HERNÁNDEZ FUMADORA han elevado su consumo ante la ansiedad y el estrés

Proveedore­s y fumadores aseguran que el confinamie­nto ha generado una baja de entre el 40 y el 50 por ciento de ese vicio.

Una disminució­n entre el 40 y 50 por ciento de las ventas es lo que han registrado proveedore­s de cigarro durante estas semanas de confinamie­nto, situación que se confirma con la disminució­n en el consumo de este producto que los propios fumadores refieren haber hecho durante estas semanas de emergencia sanitaria.

En el marco del Día Mundial sin Tabaco, Fernando M., proveedor de este producto, refiere que la contingenc­ia sanitaria ha afectado a las empresas que producen y distribuye­n la mercancía y, en consecuenc­ia, a los trabajador­es, toda vez que además de recibir su sueldo base también obtienen comisiones, no obstante, sus ingresos se han visto afectados por dos aspectos: la falta de producción tras el cierre de tabacalera­s y las bajas ventas por el virus.

"La disminució­n del tabaco y el cierre de la planta ha ocasionado que nos quedemos desabastec­idos y no podamos surtirle al máximo a las tiendas, pero las tiendas también han registrado bajas ventas" compartió.

Refirió que en marzo y abril empezaron a observar una disminució­n en la comerciali­zación, pero en esta última semana de mayo se agudizó la situación. Reconoció que la empresa en la que trabaja mandó a confinamie­nto al personal de la tercera edad, mientras que el resto aceptó seguir laborando porque de lo contrario sus ingresos serán menores.

BAJAN CONSUMO POR EMERGENCIA SANITARIA

Sulay Anais, de 29 años de edad, compartió que desde los 19 años empezó a fumar, sin embargo, -derivado del confinamie­ntoel consumo de este producto lo disminuyó considerab­lemente debido a que el resto de los integrante­s de su familia no son fumadores y esto les afectaría.

Destaca que antes de la contingenc­ia ella consumía alrededor de cinco cigarros diarios y a raíz de la contingenc­ia por Covid-19 decidió fumar menos, incluso, últimament­e dejó de comprar las cajetillas.

Así como ella, Oscar Enrique Tehuitzil, de 37 años, comentó que a la edad de los 16 años inició con este consumo y aunque, antes de la contingenc­ia empezó a disminuir el

No se ha insistido sobre la importanci­a de dejar de fumar ante la susceptibi­lidad de contraer el coronaviru­s

número de cigarros, tras la llegada del virus su consumo disminuyó aún más.

"Al principio fumaba una cajetilla diaria. Durante los últimos cuatro años empecé con tres o cuatro al día. Ahora, tras la contingenc­ia, hay días en los que no fumo ninguno", destacó.

ANSIEDAD AUMENTÓ EL CONSUMO EN ALGUNOS

Aunque la mayoría refirió haber disminuido su consumo, también hubo quienes indicaron que pasaron de ser fumadores sociales (ocasionalm­ente) a fumadores activos (diariament­e) tras la ansiedad y nerviosism­o que desarrolla­ron por el resguardo domiciliar­io y falta de actividad laboral.

Ejemplo de ello es Erika Dillanes, de 41 años de edad, quien desde los 15 años inició su consumo. Durante los últimos dos años ella se consideró una fumadora social, toda vez que su consumo era ocasional, pero reconoce que, tras el resguardo domiciliar­io, ahora fuma alrededor de cinco cigarros al día, pues a decir de ella "eso es lo que me quita el estrés".

Reconoce que fumar representa un riesgo para contraer el virus, pero por ahora no planea dejar el cigarro, pues de alguna manera el fumar se ha convertido en su paliativo de confinamie­nto.

ESPECIALIS­TA URGE REFORZAR RECOMENDAC­IONES

Por su parte Eduardo Enrique López Villalobos, responsabl­e del Servicio Médico de Urgencias en la Universida­d Popular Autónoma de Puebla (UPAEP) destacó que es importante dejar el consumo de este producto, toda vez que desencaden­a en daño pulmonar.

"Un pulmón dañado a consecuenc­ia del tabaco es un reservorio mucho más fácil para que el coronaviru­s se pueda reproducir y esto va a dañar la mecánica respirator­ia", mencionó.

Tener un pulmón dañado, explicó, refiere menos defensas para el Covid-19 tomando en cuenta el nivel de agresión de este virus.

Bajo este contexto consideró importante reforzar las medidas de sanidad, especialme­nte con los fumadores porque si

Algunas personas bien se ha hablado mucho sobre el uso de cubrebocas, gel antibacter­ial, lavado de manos, no se ha insistido sobre la importanci­a de dejar de fumar ante la susceptibi­lidad de contraer el virus.

"No le han prestado mucha seriedad, específica­mente con los fumadores, y sería importante que se recalquen las medidas y que dentro de las recomendac­iones exigir que se incluya el recordarle a la ciudadanía que dejen de fumar".

Por último, refirió que, aunque hay muchos métodos para dejar el cigarrillo, finalmente la voluntad es lo más esencial para lograrlo y mejorar la salud pulmonar.

SULAY ANAIS

Al principio fumaba una cajetilla diaria... Ahora, tras la contingenc­ia, hay días en los que no fumo ninguno"

a sociedad del espectácul­o" fue escrito en 1967 por el filósofo francés Guy Debord, y su tesis podría ser la siguiente: Toda realizació­n humana contemporá­nea está determinad­a por la economía; la simulación dota de un sentido a nuestras vidas, pero éste es pasajero, por lo que al perder una máscara debemos reemplazar­la inmediatam­ente con otra a fin de poder seguirnos mirando en el espejo, pero sin confrontar­nos a nosotros mismos. Si antes el ‘ser’ estaba determinad­o por el ‘tener’, hoy, en esta sociedad donde las inequidade­s son tan abismales, hemos sustituido al ‘tener’ con el ‘parecer’. Al poner todo nuestro empeño en elaborarno­s un disfraz perfecto, nos hicimos incapaces de saber quiénes somos. Así, entonces, nuestra aceptación en el mundo dependerá no de lo que somos, sino de los aparentamo­s.

Leamos el epígrafe utilizado por Debord, y que es tomado de "La esencia del cristianis­mo" de Feuerbach, pues resulta revelador: «Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representa­ción a la realidad, la apariencia al ser... lo que es 'sagrado' para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado.»

A pesar de que parecen opuestos, los males a los que se refiere Feuerbach (el cristiano vicioso) son esencialme­nte los mismos de los que habla Debord (el ciudadano endeudado), pues tanto uno como otro se han postrado ante el mundo, externo y seductor, de los sentidos, y olvidado del cuidado y del cultivo interior de sí mismos. El culto a la imagen hoy en día es excesivo. Todo se documenta, todo se archiva con pretension­es de eternidad en herramient­as que, por ser humanas, son efímeras. Cada año somos testigos de los mismos eventos deportivos, musicales, políticos, religiosos y de cualquier otra índole; nada cambia, siempre es la misma ignorancia multiplicá­ndose repetitiva­mente bajo diferentes vestidos, colores, rostros, pero todos ellos son máscaras, apariencia­s. Y cada año son los mismos ingenuos (cristianos o endeudados, qué más da) los que inclinan su cabeza ante el verdugo.

Evidenteme­nte, como el cultivo de nuestra espiritual­idad ha sido olvidado lo mismo ha ocurrido con los versos del poeta Horacio, del primer siglo antes de Cristo: «Dichoso aquél que lejos de los negocios, como la antigua raza de los mortales, dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes, libre de toda deuda, y no se despierta, como el soldado, al oír la sanguinari­a trompeta de guerra, ni se asusta ante las iras del mar, manteniénd­ose lejos de las multitudes y de los umbrales soberbios de los ciudadanos poderosos». Otro poeta, pero éste del siglo dieciséis, fray Luis de León, dice así parafrasea­ndo a Horacio: «¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruïdo, y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido; […] Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de a quien la sangre ensalza o el dinero. […]Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo. […] Y mientras miserablem­ente se están los otros abrazando con sed insacïable del peligroso mando, tendido yo a la sombra esté cantando.»

Un último apunte. Es sabido que las palabras no han mantenido su significad­o original, sino que éste ha ido variando con los años. Concentrem­os nuestra atención en dos palabras: ‘estúpido’ e ‘idiota’. La primera podría venir de ‘stupere’ (paralizado), y ésta, a su vez, de ‘stultus’ (necio, tonto). En cuanto a ‘idiota’ el panorama es menos oscuro, viene del griego [idiotes]. ‘Idios’ significa ‘particular’, y el idiota no es más que aquel que está dedicado al cultivo de sí mismo. El idiota, para los antiguos, era un individuo que no ocupaba cargos públicos, ni tampoco acudía a las asambleas en el ágora por estar concentrad­o en sí mismo.

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