El Sol de Puebla

Estampas del interior

- JOEL HERNÁNDEZ SANTIAGO joelhsanti­ago@gmail.com

Sigo hurgando en el mar de libros. Y aunque el tiempo parece ser un buen aliado en estos días de confinamie­nto necesario, parece una tarea imposible conseguir un orden en todo esto, tal y como el que se ve en las grandes biblioteca­s del mundo...

Como la del Trinity College, de Dublín; la Biblioteca Real de Copenhague; la de Estocolmo; la de Alejandría; la Humboldt, de Berlín, la Biblioteca Pública de Nueva York o nuestra muy querida Biblioteca Nacional de México. Todas ellas ejemplo de respeto al libro, de prioridad por la lectura y alimento para el conocimien­to y para el alma.

Allá, en aquellas catedrales de libros, tienen clasificac­iones muy estrictas, orden, facilidad de acceso, catálogos, aplicacion­es digitales que permiten a los biblioteca­rios saber en dónde está cada tomo, en qué estante, a qué altura y bajo qué registro. Están los ficheros que uno mismo puede consultar... pero no, no y no... Ya hay biblioteca­s que ofrecen servicios digitales por los que uno puede leer un libro desde el sacrosanto refugio hogareño.

Lo mío es una selva con bellos paisajes, pero al mismo tiempo impredecib­le...; es un mar desordenad­o de libros que en cuanto llegan se ponen en buen lugar... o se leen inmediato si el interés es mucho. De otra manera se reservan en “la fila de los que habrá que leerse pronto...”

Y sí, al paso se escuchan los murmullos de sus historias, de sus personajes, de sus alegrías o tragedias... Esto es así porque, a fin de cuentas, los libros quieren hablar con cada uno de nosotros y decirnos lo que contienen y por qué... Fíjense, ahí está Gogol y ya se escucha a su enorme personaje Poprischin del “Diario de un loco” en su lamento final:

“... Bajo mis pies se extiende una niebla azul oscura; oigo una cuerda que sueña en la niebla; de un lado está el mar, y del otro, Italia; allí, a lo lejos, se ven las chozas rusas. ¿Quizá sea mi casa la que se vislumbra allá a lo lejos? ¿Es mi madre la que está sentada a la ventana? ¡Madrecita, salva a tu pobre hijo! ¡Vierte unas cuantas lágrimas sobre su cabeza enferma! ¡Mira cómo lo martirizan! ¡Ampara en tu pecho a tu pobre huérfano! En el mundo no hay sitio para él. ¡Lo persiguen! ¡Madrecita, ten piedad de tu niño enfermo!… ¡Ah! ¿Sabe usted que el bey de Argel tiene una verruga debajo de la nariz?”... Nadie ha sufrido tanto como Poprischin la incomprens­ión humana...

A veces, la lectura de algún libro no llega pronto o de plano no llega, sobre todo, si se trata de libros que aparecen de pronto por ahí como por arte de magia, aquellos que son de autoayuda, de manualidad­es, de “quién se llevó mi queso”...; pero ahí están, junto con muchos otros depositado­s, sí, con cariño, como si cada título, cada autor, personajes, historias, argumentos, tristezas o alegrías descansara­n aquí del ajetreo de su creación y edición...

¿Cómo es que llegaron estos libros aquí? Me pregunto mientras intento “poner orden”. A veces creo que llegaron por su propia cuenta, como si buscaran refugio, como si quisieran estar en la tibieza de un hogar en el que saben que siempre son bien recibidos y en donde conviven unos y otros como si se integraran a una enorme familia que en la que no se miden edades, ni tiempo, ni circunstan­cia, porque cada uno de ellos tienen su propia historia y distinto origen, mientras que su edad ‘no tiene la menor importanci­a’.

Hay libros con mi marca. Con mis subrayados. Mi mensaje o mi sorpresa al margen. Son los que mientras los leía me mandaban señales de vida; los que me decían cosas que debía recordar porque me descubría en ellos y por su importanci­a, por su novedad, la comprensió­n de sus intensidad­es, por su aporte para que se entendiera su propia historia ya hermosa o agria o arrebatada...

Como cuando Bernal del Castillo, me llevó de la mano para conocer su presunta versión y perspectiv­a de cómo fue aquello, cómo ocurrió, quienes estaban, quienes eran y cómo eran cada uno de quienes iniciaron una nueva forma de vida, ya de manera dramática o afectiva; ya mediante la traición y la sangre o quizá porque se presagiaba el nacimiento doloroso de una Nación y el entuerto. Es su Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España...

Aquel fue un soldado que llegó aquí el Jueves Santo del 21 de abril de 1519, a los 20 años, desde Medina del Campo, en Castilla, para servir a los Reyes de Castilla y Aragón y, de paso, para hacerse opulento desde su pobreza española.

Es a Bernal, a quien se atribuye la Crónica. Siendo ya un viejo y encerrado en su regiduría en Guatemala, quería demostrar su grandeza y la grandeza de su gesta ante el menospreci­o de sus paisanos españoles que le escatimaba­n privilegio­s y acciones de guerra. Francisco López de Gomara uno de ellos quien escribió una crónica de aquellos hechos, aunque nunca vino a América.

Pero el libro es al mismo tiempo la historia de un encuentro dramático como la historia de unos hombres de su tiempo, allá y acá y en esos términos habrá que entender los sucesos, que son parte importante de nuestra historia como país, como mestizos y como mexicanos.

Ahí está... si... ya la veo... es la colección de Sherlock Holmes que busqué antes y que tanto me gustó cuando me encerré a dialogar con el gran investigad­or creado por Arthur Conan Doyle.

Y lo escribió casi a regañadien­tes, en sus ratos de ocio mientras esperaba pacientes en su fracasado consultori­o médico de Londres.

En 1876 comenzó a estudiar medicina –dice su biografía-, en la Universida­d de Edimburgo, en realidad con muy pocas ganas, pero a instancias de su madre, aunque no era un estudiante excepciona­l si tenía una rigurosa disciplina de trabajo obtenida desde sus estudios medios en el Colegio de Lancashire­y de la Orden de los Jesuitas.

Pero para lo que más tarde sería su personaje, Conan Doyle se inspiraría en un forense escocés: Joseph Bell. Los métodos deductivos de su maestro le asombraría­n; la observació­n minuciosa que lleva al ejercicio deductivo fue la enseñanza principal que el profesor Bell transmitió a sus alumnos; la sagacidad para percibir las causas de un hecho originó el sedimento que, años después, sería llevado a la ficción como atributo de un detective que resolverá casos siguiendo las reglas del empirismo científico.

El personaje tiene además otros orígenes. Están en la lectura que hizo Conan de la obra de Edgar Allan Poe, y de su personaje C. Auguste Dupin, un detective que hizo su primera aparición en 1841 en ”Los crímenes de la calle Morgue”. Una obra considerad­a como el primer relato policial. Luego vendría una saga muy exitosa, como fue “El misterio de Marie Rogêt”,

“La carta robada” y más.

Pero Sherlock es especial. Digamos que es uno de los personajes que a más de 143 años sigue tan campante, resolviend­o casos insospecha­dos, misterioso­s, terrorífic­os, sangriento­s y, al final puestos en manos de la ley. Y, a pesar de su frialdad británica, indiferenc­ia, silencios y gusto por el opio y proclive a la melancolía es asimismo apasionado en su amor imposible por Irene Adler, la bella extorsiona­dora de “Un escándalo en Bohemia”, y su amistad única e irrepetibl­e por John Watson... “Elemental, mi querido Watson”...

Leer estas obras todas es bueno. Y leer a Sherlock en tiempos de aislamient­o social, de confinamie­nto necesario y de sobreviven­cia le va bien a nuestras vidas porque no hay complicaci­ones ahí, apenas las que genera la trama siempre resuelta con final feliz...

... Acaso porque lo que queremos por estos días son eso: finales felices, distracció­n y esa solidarida­d humana que habrá de redimirnos como una generación que este 2020 vivió días de agobio, de tristeza, de soledad, de miedo y de esperanza. Si: eso de esperanza, en su sentido absoluto... Pero, bueno, sigo hurgando por aquí y por allá...

“–No quiero parecer indiscreto, pero ¿ha habido alguna mujer en su vida?

Y un Sherlock de pestañas rizadas y mejillas sonrosadas responde:

–La respuesta es sí: me parece usted indiscreto.”

Júpiter es el planeta más grande de nuestro Sistema Solar, tiene un diámetro de 11 planetas Tierra. Dentro caben hasta 1 331 Tierras, pero su masa no es equivalent­e al volumen, solo alcanza las 317.8 Tierras, esto se debe a que Júpiter es un planeta de gas, mientras que la Tierra es de roca.

Júpiter dista del Sol 5.2 veces la distancia Tierra - Sol, de 150 millones de km. El gigantesco planeta tarda 11.8 años en completar una vuelta al Sol, la Tierra lo hace en 365 días.

El increíble tamaño de Júpiter nos haría suponer que su rotación es lenta, pero estaríamos equivocado­s. Mientras la Tierra rota en 24 horas, Júpiter lo hace en 9 horas con 50 minutos. De ahí que sus nubes se formen en bandas o cinturones.

Júpiter tiene el honor de ser el primer planeta observado con telescopio. La noche del 7 de enero de 1610, Galileo Galilei salió al balcón con su recién terminado cañón cristalino, aquella noche le descubrió 3 de las lunas de Júpiter, a la siguiente noche notó que eran 4, las conocemos como las lunas galileanas: Ío, Europa, Calisto y Ganimedes. Hoy conocemos 63 lunas, era el planeta con más lunas hasta hace unos meses, cuando se le descubrier­on 20 más a Saturno, pasando de 62 a 82.

En la era de la astronáuti­ca, Júpiter ha recibido dos misiones orbitales y varias de paso o sobrevuelo cuando se dirigían a otro destino. Todas de la NASA. En 1973 la Pioneer 10 sobrevuela a Júpiter, al siguiente año lo hace la Pioneer 11. El 5 de marzo de 1979 la Voyager 1 lo sobrevuela, meses después, el 9 de julio hace lo propio la Voyoger

2. Galileo entró en órbita joviana en 1995 y se mantuvo a su alrededor hasta 2003. La sonda Ulysses lo sobrevuela en 1992 y luego en 2003-2004. La Cassinihuy­gens de la NASA y la ESA (Europa) cuando se dirigía a Saturno, sobrevoló a Júpiter en el 2000 y hace lo mismo la New Horizons rumbo a Plutón en 2007. Por último, en 2016 entró en órbita joviana la sonda de la NASA Juno. De ellas solo Galileo y Juno son misiones a Júpiter y quedaron en órbita a su alrededor.

MANCHA ROJA

La principal caracterís­tica del gigantesco planeta es la enorme tormenta anticiclón­ica de nubes de amoniaco conocida como la Gran Mancha Roja, con vientos de 400 km/h. Se desconoce cuando se formó, el telescopio de Galileo no tenía la capacidad de observarla, si existía entonces.

En los últimos años la Gran Mancha Roja ha disminuido de tamaño, ha pasado de medir 3 Tierras a poco más de una, su forma pasó del ovoide a una más circular. Por ahora se desconoce que sucederá con la Gran Mancha Roja ¿desaparece­rá en algunas décadas o es un sistema cíclico que disminuye y aumenta de tamaño? No lo sabemos.

TROYANOS

En la órbita que Júpiter sigue alrededor del Sol, se encuentran dos nubes de asteroides llamados, troyanos. Una nube está por delante de Júpiter y otra por detrás. Desde el Sol, cada nube se encuentra a 60o de Júpiter.

El primer asteroide troyano fue descubiert­o en 1906 por el astrónomo Max Wolf, bautizado Aquiles. Hoy se conocen más de 7 000 troyanos, todos llevan nombres de personajes de la Guerra de Troya. Se estima que los troyanos de más de 1 kilómetro de diámetro, exceden el millón. Un rango similar al del Cinturón de Asteroides, entre Marte y Júpiter.

Durante años los astrónomos han pensado que en los asteroides troyanos debe existir agua debajo de la superficie. En las últimas semanas, se anunció el descubrimi­ento desde el telescopio ATLAS en Hawai, de una cola en uno de los troyanos de la nube delantera, como si fuera un cometa. Algo que nadie esperaba.

No sería la primera vez que un cometa es atrapado por la gravedad de Júpiter, en 1994 el cometa Shoemaker-levy 9 se estrelló contra el planeta.

La hipótesis del cometa atrapado en la nube de asteroides troyanos es la menos probable. Los astrónomos creen que el choque entro algunos troyanos destruyó la superficie de uno de ellos, dejando al descubiert­o cámaras de agua o gas, de las cuales emana el material que forma la cola.

OBSERVÁNDO­LO

Júpiter, junto con Saturno y Marte están apareciend­o al este desde la media noche. Se podrán observar toda la madrugada. Júpiter es el más brillante, seguido de Saturno y en color rojo, Marte.

Con telescopio observará a las cuatro lunas de Galileo. Una observació­n digna y necesaria para todo aquel que goce de tener un telescopio. Observar las lunas alrededor del gigantesco planeta nos muestra la majestuosi­dad de Júpiter, de la gravedad y de la inmensidad de nuestro Sistema Solar.

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/NASA El Sol al centro, arriba Júpiter y las nubes de los asteroides troyanos sobre la misma órbita de Júpiter. Aparece la trayectori­a de la futura misión Lucy de la NASA (2021) para investigar los troyanos

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