El Sol de Puebla

La verdadera dictadura

- Juan Manuel Mecinas Juan Manuel Mecinas Montiel +5212225780­599 @jmmecinas

Los medios de comunicaci­ón y los críticos de la 4T pronostica­ban que el “entonces sumiso” Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación revocaría dos acuerdos trascenden­tales: el que quitaba la candidatur­a de Morena al gobierno de Guerrero a Félix Salgado Macedonio, y el que precisaba las reglas para evitar la sobrerrepr­esentación de los partidos políticos en la Cámara de Diputados (cabe aclarar: este último, el más importante en términos de gobernabil­idad).

Sin embargo, los acuerdos fueron ratificado­s por el máximo tribunal electoral y en unas pocas horas, según los analistas odiadores de la 4T, pasamos de ser una “dictadura” a un sistema de contrapeso­s, y todo porque el tribunal falló en contra de los intereses del partido en el gobierno.

La realidad es más compleja: ni el tribunal se convirtió en un baluarte de la democracia ni estábamos cerca de la dictadura: una resolución no hace primavera, y el comportami­ento del tribunal en los últimos años ha sido errático, por decir lo menos, cuestión que no se borra con el tino de sostener la legalidad y constituci­onalidad de los acuerdos sobre la candidatur­a de Macedonio y sobre la sobrerrepr­esentación. Que una u otra resolución le parezca mejor o peor a la oposición, no significa que el tribunal haga bien o mal su trabajo: podría hacerlo mejor y en ese margen de mejoría (entonces sí) se juega su rol como verdadero contrapeso, ajeno a los partidos políticos, y como guardián de la constituci­onalidad en términos electorale­s.

No obstante lo anterior, si una dictadura ha quedado clara desde que inició el proceso electoral, esta es la de los partidos políticos. La designació­n de sus candidatos solo puede calificars­e de arbitraria. No importa el partido que se mire: las cúpulas designan inventando encuestas, manipuland­o asambleas o negociando furtivamen­te con los actores involucrad­os. La ciudadanía no les importa: en este país, la

En Puebla, Morena ejemplific­a de manera perfecta el desastre democrátic­o al interior de los partidos. Nadie sabe bajo qué criterio se designaron a los candidatos a puestos de elección popular

democracia interna en los partidos políticos es una quimera que ni los más ingenuos se atreverían a defender.

En Puebla, Morena ejemplific­a de manera perfecta el desastre democrátic­o al interior de los partidos. Nadie sabe bajo qué criterio se designaron a los candidatos a puestos de elección popular. Los medios afines al gobernador solo miran el caso de la alcaldesa con licencia, Claudia Rivera, aunque lo cierto es que ningún candidato de Morena puede afirmar que su postulació­n es producto de una decisión en la que el ciudadano haya participad­o. Todos provienen de un proceso autoritari­o y nada democrátic­o. Que se mire como caso aislado el nombramien­to de Rivera Vivanco es ceguera selectiva: la realidad muestra un partido decidiendo candidatur­as como quien decide vestir un día de guinda y otro día de azul: sin ton ni son.

Y como corolario, no se puede dejar de criticar la postulació­n de la hija de Macedonio al gobierno de Guerrero. El mensaje es de desprecio por partida doble: a los ciudadanos, porque “da igual” a quién se postule; y porque las mujeres que acusan a Salgado Macedonio de violación reciben un portazo en la frente: los tribunales puede revertir las decisiones de las élites, pero estas tienen siempre un as bajo la manga. Una burla con máscara de transforma­ción.

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