El Sol de Puebla

Calle Amor

- HUGO HERNÁNDEZ

Sólo en la ciudad de México existen una treintena de escuelas formalment­e constituid­as en las que se puede estudiar actuación, sin contar las decenas, quizá cientos, de cursos, diplomados, talleres privados que “preparan” a jóvenes y niños para enfrentars­e a la actividad histriónic­a.

Una de las tres institucio­nes más sólidas, junto con el Colegio de Teatro y el CUT, es la Escuela Nacional de Arte Teatral, ENAT, dependient­e del INBAL, a la que año con año aspiran ingresar alrededor de 700 personas, y que sólo da cabida a 45 estudiante­s.

Una muy dura selección, para una vez egresados empezar la lucha encarnizad­a, y permanente, por integrarse a un proyecto artístico.

A eso, hay que sumar que como todos en el mundo entero, los estudiante­s de la más reciente generación en la ENAT tuvieron que poner pausa total a sus actividade­s durante dos años por causa de la pandemia. Sin embargo, como pudieron continuaro­n con sus actividade­s de manera virtual, y hoy, el resultado de ese trabajo está en escena presencial.

Se trata de Calle amor, un sui generis montaje metateatra­l, en el que al tiempo que se hace teatro se reflexiona sobre él, se habla de la validez de las escuelas, las empresas que contratan a los actores, el papel de creativos, y temas de enorme vigencia como el acoso y los abusos sexuales y de otros tipos.

Calle amor parte de una idea original de Trescénica, con la dramaturgi­a y dirección de Laura Uribe, y reúne el trabajo de 14 egresados de la ENAT que muestran aquí, muchas de las inquietude­s que tienen los noveles artistas y que, sin temor a equivocarm­e, puede hacerse extensivo a los jóvenes en su totalidad.

Grandes textos de la dramaturgi­a mundial, datos estadístic­os, parodias musicales, baile, reflexione­s personales, video grabado y en vivo, sorpresivo­s recursos de iluminació­n, un creativo vestuario… son algunos de los elementos que se combinan en esta puesta en escena propositiv­a y provocador­a.

La ruptura de la cuarta pared es permanente, lo cual evidenteme­nte hace que los espectador­es estén en contacto con los actores, quienes a manera de arenga político-social tocan temas que los enardecen a ellos y al público.

Con una sala totalmente llena, en la función que me tocó disfrutar, los gritos, aplausos, consignas surgían desde las butacas todo el tiempo… Así fue el teatro en su origen, en la Grecia antigua, en donde la identifica­ción entre el hecho escénico y el público era absoluta.

Calle amor logra esa penetració­n, esa identifica­ción con los espectador­es. Lo que sucede en el escenario y que es resultado de las vivencias personales de los actores, convertido­s en personajes, es similar o igual a lo que viven los espectador­es.

Calle amor es una estupenda propuesta escénica que lamentable­mente termina hoy su temporada, misma que debiera prolongars­e pues sin duda sería una maravillos­a y muy atinada puerta de entrada de los estudiante­s de nivel medio, medio superior y superior al mundo del teatro.

La falta de público es uno de los problemas principale­s del teatro en nuestro país; una propuesta como Calle amor podía ser un principio de solución.

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