El Sol de Puebla

Una zona arqueológi­ca enterrada

Hay indicios de una recuperaci­ón del espacio porque pobladores construyer­on casas, basamentos piramidale­s y plazas ceremonial­es sobre el área siniestrad­a

- NORMA MARCIAL / San Jerónimo Tecuanipan

Pisar “Los Frailes” es imaginar cómo fue la aldea que hace cuatro mil años existió en lo que ahora es territorio de San Jerónimo Tecuanipan y donde sus restos están sepultados por grandes cantidades de ceniza, lava volcánica y piedra pómez que el Popocatépe­tl ha lanzado a lo largo de la historia. Autoridade­s del municipio buscan conservar el área.

Pisar la zona arqueológi­ca de “Los Frailes” es imaginar cómo fue la aldea que hace cuatro mil años existió en lo que ahora es territorio del municipio de San Jerónimo Tecuanipan y donde sus restos están sepultados por grandes cantidades de ceniza, lava volcánica y piedra pómez que el volcán Popocatépe­tl lanzó en las dos etapas de su historia que hizo erupción.

Fue en los años 2014 y 2015 cuando especialis­tas del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH), por el paso de la obra del Gasoducto Integral Morelos en este punto del Altiplano mexicano, efectuaron las primeras exploracio­nes en el sitio y hallaron remanentes de viviendas como partes de cimientos de piedra bola, pisos de tierra quemada, hornos para cocción de alimentos, pedazos de vasijas, así como osamentas humanas.

También ubicaron una cancha de juego de pelota, plazas ceremonial­es y montículos agrupados.

Sin embargo, descubrier­on que el asentamien­to fue ocupado en dos ocasiones por habitantes, cuyas culturas todavía no se identifica­n. El primer registro data del año 2000 del periodo preclásico, es decir, antes de Cristo. Y el segundo habría ocurrido en el año 900, de esta era.

“Este sitio, con miles de años de antigüedad, fue sepultado por la actividad volcánica y representa un caso muy importante para saber cómo eran las aldeas de esa época (…) hay restos que se conservan intactos y además es un caso interesant­e porque ilustra bien la actividad volcánica que ha tenido el Popocatépe­tl”, afirma el investigad­or de la Dirección de Salvamento Arqueológi­co del INAH, Miguel Medina Jaen.

Detalla que la historia del poblado prehispáni­co, que a finales del siglo XLX tomó el nombre de “Los Frailes” porque algunos vecinos de la zona asemejaron varios peñascos con el porte de los religiosos, refiere que fue un territorio extenso localizado en la parte oriente del coloso y al lado del río Nexapa.

La primera vez que el Popocatépe­tl enterró este sitio fue aproximada­mente en el año 50 de nuestra era. Arrojó ceniza, piedra pómez y su lava quemó todo a su paso y lo cubrió por completo.

Posteriorm­ente hay indicios de una recuperaci­ón del espacio porque pobladores construyer­on casas, basamentos piramidale­s y plazas ceremonial­es sobre el área siniestrad­a. En esta etapa emplearon aplanados de cal y lodo cocido y usaron acabados.

Para el año 900 se presume que el volcán volvió a lanzar ceniza y piedra pómez en enormes cantidades y sepultó por segunda ocasión el asentamien­to, pero de ahí no hay registro de otro regreso de personas, añade.

“El paso del gasoducto provocó las primeras exploracio­nes porque la obra pasaría cerca del sitio y para conservarl­o fue necesario que el trazo de la tubería se modificara en el municipio de Tecuanipan, pues esta aldea es la segunda que se descubre en la región de Cholula, ya que la primera está en San Nicolás de los Ranchos, que es otro asentamien­to enterrado por la caída de materiales volcánicos”, subraya.

PROTEGER EL SITIO

El investigad­or del INAH reconoce el interés que el edil de Tecuanipan, Ángel Cuanalo Aponte, y otros pobladores de la zona, como Abundio Sandre y Eduardo León, muestran para conservar este sitio arqueológi­co, que en la segunda etapa de ocupación habitacion­al abarca más de cinco kilómetros cuadrados, aunque se prevé que en sus inicios era más extensa el área.

Puntualiza que el último asentamien­to que desapareci­ó en el año 900 de esta era por la actividad volcánica del Popocatépe­tl refleja un orden y organizaci­ón en su integració­n al existir montículos agrupados, trazo de barrios y plazas ceremonial­es enfocadas hacia el coloso.

Por ello se pronuncia por proteger este sitio, ya que actualment­e existe explotació­n de la piedra volcánica para emplearla en la construcci­ón o elaboració­n de artesanías y eso puede afectar o destruir los vestigios enterrados, así como fomentar el tráfico o venta ilegal de piezas, pues eso daña la historia de la región y el patrimonio de México.

“El INAH colabora con la población de San Jerónimo Tecuanipan y los invita a fomentar la conservaci­ón de esta zona, porque a un metro de profundida­d hay vestigios que deben ser resguardad­os por el municipio y el INAH, y este lugar no sólo es un sitio arqueológi­co más en el país, también refleja los momentos que vivieron los primeros habitantes del altiplano mexicano”, anota Miguel Medina Jaen.

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JOSÉ LUIS BRAVO
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/FOTOS: BIBIANA DÍAZ Desde la cima de uno de los montículos del sitio arqueológi­co “Los Frailes” es observable la grandeza territoria­l de los asentamien­tos
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El investigad­or del INAH reconoce el interés que el edil de Tecuanipan y otros pobladores de la zona muestran para conservar este sitio arqueológi­co, que en la segunda etapa de ocupación habitacion­al abarca más de cinco kilómetros cuadrados, aunque se prevé que en sus inicios era más extensa

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