El Royalty vuelve
El aventurero había retomado sus paseos matutinos aprovechando el buen clima y las condiciones de las calles de la ciudad, ahora pueden ser caminadas como hacía muchos años no era posible. La presencia de los vendedores ambulantes, el desorden, habían invadido los espacios de los ciudadanos.
Y así Zalacaín se dedicó esos días a dar paseos por el Centro Histórico y recordando los sitios antes emblemáticos donde los poblanos acudían. Moloterías, torterías, algunas cantinas, sitios donde era posible consumir algún coctel de mariscos o un chileatole nocturno.
La sociedad de Puebla tenía en el centro de hace décadas espacios de convivencia desplazados por las franquicias, las modas de los millennials, las marcas y tendencias gastronómicas ajenas a la tradición poblana en aras de beneficiar al extranjero, al turista, no siempre motivo de enseñarle nuestra riquezas sino adaptarla para ellos.
Zalacaín reconsideraba esas modas y la desaparición de los establecimientos tradicionales, por ejemplo el Café Aguirre de la 5 de Mayo, convertido hoy en tienda de ropa, o el Munich frente a San Agustín, en heladería. Queda en cambio El Cazador, con cien años a cuestas.
Quizá el sitio más emblemático de los poblanos de antes haya sido el Restaurante Royalty, luego convertido en Hotel y cuyas puertas cerraron hace unos años.
Zalacaín se paró frente al Royalty, pasaron por su mente muchas anécdotas, vivencias, el Combate de Flores posterior al desfile del 5 de Mayo por ejemplo o la cita para el aperitivo al medio día o el café después de las 10 am, donde algunos poblanos acostumbraban sentarse para leer el periódico y “echarle” un ojo a las alumnas y secretarias de la Comercial Inglesa, los bancos o empleadas municipales…
Quienes se sentaban en el Royalty debían ir prevenidos para soportar a veces la atención muy lenta, la presencia de vendedores de lotería, aseadores de calzado, artesanos, etcétera, pero era la mejor pasarela de Puebla.
El Royalty cerró, tiene ahora letreros donde se indica su restauración. Algún amigo le había comentado sobre la adquisición del inmueble por un empresario oaxaqueño interesado en conservar la tradición del hotel y el restaurante. Alguna vez Manolo Hill Buchelén le había contado en torno a una paella hecha por él mismo, algunas anécdotas del espacio. Para muchos se trató de un hotel más en la ciudad, cuyo único mérito era estar en el Portal Hidalgo, pero no fue así, tenía una vocación de siglos.
Ubicado en el predio 1242 de la ciudad el Padrón de Tiendas y Vendajes le menciona como un negocio “mestizo” de Tomás Macías e 1835. Décadas después se convirtió en el café donde se reunían los poblanos importantes de la época, el “Giacopello”, a principios del siglo XX.
En 1925 el Giacopello cerró sus puertas, se transformó en el Royalty dirigido por Guillermo Carrera quien le traspasó a un individuo de mal carácter apodado “vinagrillo” y éste a su vez a Manuel Arnaiz. Para 1942 Manuel Hill Coll llegado de Cataluña se hizo con la propiedad, el edificio, pero siguió rentando la planta baja, e hizo un hotel y le puso el mismo nombre “Royalty”.
El hotel fue todo un éxito, El Royalty, escenario de grillas políticas, negocios, amenazas de muerte, noviazgos, divorcios y quien sabe cuántas cosas más, está de vuelta, pero esa, esa es otra historia.