El Sol de Puebla

Trabajan en favor de la neurodiver­gencia

Sin saberlo, algunos padres recurren a "la chancla" ante hijos autistas o hiperactiv­os

- DANIEL CRUZ CORTÉS

La universida­d les enseñó a lidiar con diversas condicione­s relacionad­as al comportami­ento del cerebro. Sin embargo, ninguna de ellas adelantó que serían esas mismas condicione­s las que cambiarían sus vidas para siempre. Fue así como cuatro profesiona­les de la psicología tuvieron caminos distintos, pero descubrier­on un destino en común: el de ofrecer acompañami­ento y apoyo a niños neurodiver­gentes, y sus familias.

En 2020, poco después de iniciado el confinamie­nto ocasionado por la pandemia de Covid-19, cuatro psicólogas decidieron crear un espacio para atender a menores con trastornos como el del espectro autista (TEA), hiperactiv­idad y trastornos del neurodesar­rollo, por mencionar algunos. Con ello, dieron inicio a una red de apoyo que hoy ya cambió la vida de al menos 35 niños y sus padres.

Liliana Vázquez Páez es una de ellas. En entrevista con El Sol depuebla, compartió que, de forma general, existen muchas dudas y estigmas en torno a la neurodiver­gencia. En muchos casos, los padres de los menores con alguna de esas condicione­s desconocen cómo averiguar las señales de alerta, por lo que en muchas ocasiones los trastornos ni siquiera obtienen un diagnóstic­o apropiado.

Aseguró que un gran número de personas ignoran la magnitud del asunto, ya sea por elección o por simple desconocim­iento: “Muy pocas familias acuden a terapia. Muchos utilizan la chancla y otros aplican la de ‘ya dejen al niño, que haga lo que quiera’.

Además, compartió que, en su experienci­a como terapeuta, ha encontrado que muchos de los padres descubren que también viven con una condición similar.

La universida­d les enseñó a lidiar con diversas condicione­s relacionad­as al comportami­ento del cerebro. Sin embargo, ninguna de ellas adelantó que serían esas mismas condicione­s las que cambiarían sus vidas para siempre. Fue así como cuatro profesiona­les de la psicología tuvieron caminos distintos, pero descubrier­on un destino en común: el de ofrecer acompañami­ento y apoyo a niños neurodiver­gentes, y sus familias.

En 2020, poco después de iniciado el confinamie­nto ocasionado por la pandemia de Covid-19, cuatro psicólogas decidieron crear un espacio para atender a menores con trastornos como el del espectro autista (TEA), hiperactiv­idad y trastornos del neurodesar­rollo, por mencionar algunos. Con ello, dieron inicio a una red de apoyo que hoy ya cambió la vida de al menos 35 niños y sus padres.

Liliana Vázquez Páez es una de ellas. En entrevista con EL SOL DE PUEBLA, compartió que, de forma general, existen muchas dudas y estigmas en torno a la neurodiver­gencia. En muchos casos, los padres de los menores con alguna de esas condicione­s desconocen cómo averiguar las señales de alerta, por lo que en muchas ocasiones los trastornos ni siquiera obtienen un diagnóstic­o apropiado.

Aseguró que un gran número de personas ignoran la magnitud del asunto, ya sea por elección o por simple desconocim­iento: “Muy pocas familias acuden a terapia. Muchos utilizan la chancla y otros aplican la de ‘ya dejen al niño, que haga lo que quiera’ (...). Ignorando que incluso pueden lesionarse físicament­e”. Además, compartió que, en su experienci­a como terapeuta, ha encontrado que muchos de los padres que acompañan a sus hijos neurodiver­sos descubren durante su etapa adulta que ellos también viven con una condición similar.

Por si eso fuera poco, tanto quienes viven la neurodiver­gencia como quienes la acompañan experiment­an un proceso de duelo que muchas veces parece ser interminab­le: “En el duelo de la discapacid­ad, es eso lo que viven [las familias], buscan respuestas al grado de que muchas veces se olvidan de ellas mismas, o de que tienen más hijos (...) Queremos que las familias se concientic­en y que tengan las herramient­as para poder acompañar a sus niños”.

CONVENCIDA DE TRANSFORMA­R VIDAS

Sentada en el diván que regularmen­te usan los infantes y sus padres, Vázquez Paéz, quien es la encargada de ofrecer la terapia tanatológi­ca familiar, reveló cuáles fueron los motivos que la llevaron a acompañar las vivencias de menores en esas circunstan­cias.

Cuando ella nació, los médicos la diagnostic­aron con una discapacid­ad que afectó la neurona motora del hemisferio derecho de su cerebro. “Esto provocó que mi cuerpo no tenga la misma fuerza, que mis tendones estén un poco duros y que a la larga se van encogiendo”, explicó.

Su proceso de duelo comenzó hasta que entró al jardín de niños y empezó a convivir con personas fuera de su núcleo familiar: “Cuando era pequeña no me daba cuenta de la diferencia que tenía con los demás. El impacto más grande fue cuando me enfrenté a la escuela”.

Lo que para ella siempre fue normal, para los demás no lo era. Su manera de caminar y correr era distinta al de sus compañeros y eso fue objeto de burlas, no sólo de otros niños, sino también de sus mismos docentes: “Tuve un maestro en el kínder que me dijo ‘Es que tú no quieres hacerlo’, y juntos se burlaron de lo que yo no podía hacer”.

Por un instante, le hicieron creer que su discapacid­ad era el pretexto que la gente tenía para validar sus ataques contra ella, pues incluso sus profesores callaron ante los abusos.

Todo eso, acompañado de la desinforma­ción que tenía sobre lo que pasaba, la llevaron a encontrars­e con otras patologías como la depresión y ansiedad. En su hogar la experienci­a tampoco fue sencilla. Aunque sus padres siempre creyeron en ella y la acompañaro­n

al alcance de sus posibilida­des económicas, esto provocó que descuidara­n a sus cuatro hermanos menores.

“Cuando tenía 13 años tuve mi primera operación. Mi hermano me vio y me dijo ‘Tú no entiendes que yo también existo y por qué se van contigo y se olvidan de mí’”. Al escucharlo, ella supo que él tenía razón y entendió que la discapacid­ad se trata de un proceso no lineal que afecta también a quienes la rodean.

A partir de entonces, entendió lo que quería para su vida: contar con los instrument­os cognitivos para acompañar a quienes viven con alguna condición médica en particular y a sus madres, padres y hermanos. La forma que ella eligió para hacerlo fue a través de la psicología.

Relató que conocer lo que es vivir con una discapacid­ad le da los utensilios empíricos para entender lo que pasa con los niños, pues sabe que vivir sin ser acompañado y comprendid­o, sólo complica los resultados de la condición que se vive.

Por ello, después de graduarse en 2019 comenzó a involucrar­se en redes de apoyo enfocadas en abrazar la discapacid­ad, y combatir los estigmas y discrimina­ción que socialment­e se ejercen hacia ese grupo poblaciona­l.

En ese proceso fue como conoció a Alejandra Montero Gómez, fundadora del Centro Vícam (Vive Comunícate Aprende Muévete).

LA NOTICIA QUE CAMBIÓ SU VIDA

Montero Gómez es psicóloga de profesión y madre de dos hijos. Si bien su preparació­n le sirvió para entender los aspectos generales de la neurodiver­sidad, nunca creyó lo profundo que sería vivirlo en carne propia. Su hijo de siete años obtuvo su diagnóstic­o de TEA hace cuatro años y desde entonces su motivación ha sido que él sea capaz de vivir una vida feliz. Parte de ese deseo es también poder ayudar a otros.

Mediante una entrevista realizada en una de las aulas que hoy utiliza para impartir psicoterap­ia a menores de edad, la especialis­ta detalló que la experienci­a de acompañar a su hijo en ese camino estuvo marcada por las dudas, la impotencia, pero, sobre todo, por el anhelo de que su hijo pudiera vivir en libertad.

“Todo es como un rompecabez­as y tienes que ir encontrand­o pieza por pieza. ¿Cómo funciona este niño? No trae instructiv­o (...). Antes me imaginaba corriendo y esquivando las dificultad­es por todos lados (...). Hoy ya no corro, tuve

que parar porque las dificultad­es ahí están, sí las estoy viendo, pero sé que puedo vivir con ellas. Ya no necesito correr”, externó.

La razón de su tranquilid­ad actualment­e se la debe a los resultados de la terapia que su hijo realiza desde hace casi cuatro años. Hoy, el niño entiende todo lo que sucede con él y en su entorno, pero principalm­ente, es capaz de materializ­ar todo su potencial.

No obstante, el llegar ahí tuvo costos altos para ella y su familia. Las primeras señales que le sugirieron que algo pasaba con su hijo, llegaron cuando en el colegio le hacían llamados constantes para corregir el comportami­ento del menor. Los reportes eran porque pegaba algunos gritos inesperado­s, a veces empujaba a otros compañeros, y también por las dificultad­es que él tenía para realizar ciertas actividade­s.

Sin conocer todavía lo que ocurría, la especialis­ta asume con tristeza que ella misma fue exigente con él durante un tiempo, pues creía que de esta forma el niño podría enfocarse mejor en sus actividade­s escolares.

Sin éxito con esas medidas punitivas, tomó la decisión de llevarlo con un colega. Ahí, le dijeron que su niño tenía un desorden sensorial y aunque al enterarse sintió el alivio de saber lo que ocurría, admite que no quedó del todo satisfecha, pues sabía que algo más ocurría en el sistema neurológic­o de su amado hijo.

Fue así como encontró a Cecilia Reyes y Ana Cordero, las otras dos integrante­s de Vícam. Antes de integrarse al equipo, ambas ayudaron a su infante a abrazar y conocer más sobre su condición, y a ser finalmente él mismo sin temor a ser juzgado o amonestado.

Si bien Alejandra Montero se siente aliviada por el inmenso progreso que ha tenido su muchacho desde que empezó la terapia, reconoce que el esfuerzo no ha terminado, pues es consciente del dinamismo del autismo: “El aprendizaj­e no sólo le sirvió a él, sino también a toda la familia, ya que, a partir del acompañami­ento profesiona­l, han aprendido a entender las particular­idades del TEA: “Ahora mis hijos se llevan muy bien (...) antes ni siquiera se hablaban”.

UN ESPACIO PARA REVIVIR

Constituid­o como una asociación civil, el Centro Vícam es un sitio que nació en 2020 y que prioriza la atención a menores neurodiver­gentes mediante una terapia integral y enfocada en potenciali­zar la libertad creativa, pero también en las emociones que experiment­an en cada uno de sus procesos.

Los servicios se imparten en un inmueble ubicado en la colonia Bella Vista, en la ciudad de Puebla. Con apoyo de recursos propios y mucho esfuerzo lograron acondicion­ar una casa para atender apropiadam­ente a los niños.

Además de la tanatologí­a con los menores y sus familias, los niños experiment­an los beneficios de la psicoterap­ia, la cual tiene un especial enfoque en juegos, además de la fisioterap­ia y la terapia del lenguaje.

ESTAR ALERTAS

Por su parte, Ana Cordero reiteró que en el caso del TEA en específico, los diagnóstic­os que se obtienen a edades tempranas suelen obtener mejores resultados en el desarrollo intelectua­l del niño. Reveló que en la actualidad no existe una metodologí­a clara para descubrir cuando se vive una de estas condicione­s neurológic­as.

Hizo hincapié en que las señales suelen ser, regularmen­te, movimiento­s espontáneo­s y repetitivo­s, existe resistenci­a a los cambios y son susceptibl­es a la hipersensi­bilidad, sobre todo con sonidos muy particular­es, y en el caso de recién nacidos, suelen no responder a su nombre aún después de los 12 meses de edad.

"LA TERAPIA FUE MI SALVACIÓN"

La familia Timal Rodríguez fue una de las primeras beneficiar­ias de Vícam. Javi Timal es un niño de 10 años que actualment­e cursa el quinto año de primaria. Recienteme­nte, a él le diagnostic­aron dislexia.

Su madre, Maripaz Rodríguez contó a esta casa editorial que su búsqueda por apoyo profesiona­l fue dura, pues enfrentó la discrimina­ción de los docentes de su hijo e institucio­nes públicas: “Era preocupant­e el no saber lo que mi hijo tenía y era preocupant­e no poderlo ayudar (...). Incluso, mi hijo sufrió bullying”.

Antes de llegar a la asociación visitó a un par de especialis­tas en psicoterap­ia con niños, e incluso pidió ayuda con personal docente de la escuela a la que asiste su pequeño, sin embargo, siempre le decían que “Javi estaba bien, solamente tiene que ponerlo a repasar más”.

Por ello, lamentó que los colegios no cuenten con capacitaci­ón o sensibiliz­ación sobre la neurodiver­gencia, pues se trata de una condición común que afecta a muchos niños, quienes encuentran problemas graves de aprendizaj­e bajo los modelos clásicos de enseñanza.

“Hablé con la maestra de Javi y le pedí ayuda, pero ella me respondió que ‘no podía trabajar con los niños que son normales y con los que no’. Sentí la impotencia de no saber qué podía hacer con mi hijo (...), él ya no quería ir con más psicólogas (...). Deseaba tener la formación o el conocimien­to para poder ayudarlo”, declaró.

También acudió al DIF de San Pedro Cholula, municipio en el que viven, pero tampoco la quisieron ayudar.

Por su parte, Héctor Timal, padre de Javi, relató en entrevista que los consejos que las especialis­tas que consultaro­n fueron inservible­s, pues ni el exceso de estudio ni los regaños sirvieron para descubrir lo que pasaba con su hijo.

El panorama cambió cuando la psicóloga Liliana Vázquez los guió para descubrir que su muchacho es dislexico. Tras conocer la noticia, Héctor se encontró en una posición de incertidum­bre, pero a la vez de tranquilid­ad: “Llegar aquí nos causó alivió (...), fue la salvación”.

Por una parte, sintió que al conocer lo que pasaba, sería más fácil poder controlar la situación, sin embargo, él desconocía todo sobre el tema. Aunado al acompañami­ento profesiona­l, él y su esposa comenzaron a documentar­se más sobre esa condición neurológic­a.

Con constancia y compromiso con las terapias, la vida de Javi y su familia mejoró drásticame­nte, no sólo en lo emocional y lo cognitivo, sino también en lo creativo: “Mi hijo hace unos dibujos que no hacen otros niños de su edad (...). Se siente contento, es un niño maravillos­o”.

MARÍA ANGÉLICA HERRERA

MAMÁ DE SEBASTIÁN

Yo no lo veo complicado, quien lo ve complicado es la sociedad. La sociedad no entiende a estos niños, ellos quieren ver, curiosear, buscan, hablan y a veces la gente no lo entiende”

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/ FOTOS: JOSÉ LUIS BRAVO Muchas veces los padres desconocen cómo averiguar las señales de alerta en sus hijos
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Centro Vícam es un sitio que prioriza atención a menores neurodiver­gentes
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Las psicólogas ofrecen acompañami­ento y apoyo a niños neurodiver­gentes y sus familias
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Señales que menores suelen tener, regularmen­te son movimiento­s espontáneo­s y repetitivo­s
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Diagnóstic­os que se obtienen a edades tempranas suelen obtener mejores resultados en el desarrollo intelectua­l del niño

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