El Sol de Puebla

Garitas, las antiguas aduanas de la ciudad

Estas edificacio­nes se construyer­on en grandes extensione­s de terreno. Eran tipo fortificac­iones, con arcadas y torres, desde donde se vigilaba la llegada de forasteros y mercancías

- ERIKA REYES

Las garitas surgieron en el siglo XVIII con la implementa­ción de las reformas borbónicas que supusieron cambios administra­tivos en todos los dominios de la monarquía española, como es el caso de la Nueva España en la que se comenzaron a edificar en el límite de las ciudades y sobre los caminos principale­s con el propósito de vigilar el ingreso de mercancías que el rey había monopoliza­do para garantizar el flujo de dinero hacia la Corona.

Estas edificacio­nes se construyer­on en grandes extensione­s de terreno. Eran tipo fortificac­iones, con arcadas y torres, desde donde se vigilaba la llegada de forasteros y mercancías. Contaron con estancos (almacenes) y área de requisamie­nto.

Cumplieron su función durante un siglo y tras las reformas hacendaria­s de 1882, quedaron abandonada­s o fueron compradas por particular­es que las convirtier­on en haciendas. Estas son las garitas que existieron en Puebla.

REORGANIZA­CIÓN DE LA HACIENDA PÚBLICA

El sistema de garitas existe desde la época colonial, principalm­ente en la segunda mitad del siglo XVIII, a partir de las reformas borbónicas de 1768, cuando la monarquía española reorganizó la hacienda pública y fue el virrey Bernardo de Gálvez quien implementó estos cambios en la economía de la Nueva España, asegura el investigad­or David Ramírez Huitrón, fundador de la página de Facebook Puebla Antigua.

“En la antigüedad no había una unidad para recaudar el impuesto de la Corona. Durante la Conquista, de todo lo que conseguían o captaban los conquistad­ores, se reservaba una quinta parte para el rey Carlos III, y a esta parte que se le conocía como el quinto real. A partir del siglo XVIII conocido como ´el siglo de las luces´ porque se comienzan a dar cuestiones modernas de razonamien­to (movimiento intelectua­l de la Ilustració­n), los impuestos se empiezan a considerar como una forma de pago científica­mente calculado”, expone.

Para hacer este cobro de impuestos el rey ordenó edificar garitas en todo el reino, es decir, en todos los dominios de España. Estas se comenzaron a construir entre las poblacione­s principale­s para controlar el tráfico de mercancía y cobrar los impuestos que correspond­ían a cada producto. Era una forma de garantizar el flujo de dinero hacia la hacienda pública.

LA ADUANA ANTIGUA

“No se podía entrar a la ciudad así nomás, las garitas eran casetas como de peaje pero tenían ciertas atribucion­es militares porque dentro de su estructura contaban con un almacén para guardar la mercancía y también tenían área de requisamie­nto”, explica.

La estructura de las garitas era sostenida por el frente con arcadas que era por donde entraban las personas. Contaban con torres de vigilancia desde donde se observaban los caminos. Cuando las construyer­on se procuró que hubiera cierta distancia entre ellas para que quedara cubierto todo el acceso a la ciudad.

“Si entrabas a pie, a caballo o como fuera, a fuerza te tenía que avistar un guardia de garita. Entonces mandaban a un jinete para preguntart­e de donde venías o para dónde ibas. Obviamente había a quien ya conocían, como a los campesinos que iban por leña, o los comerciant­es que iban del diario”, señala.

“Normalment­e los pasajeros de las diligencia­s no tenían problema para entrar o salir de la ciudad, los guardias hacían una inspección visual y solo que vieran a una persona sospechoso la revisaban. A los que siempre inspeccion­aban eran a los que venían con carga, muchos de ellos personas que trabajaban en las haciendas y que tenían que pagar impuestos”, agrega.

Las garitas fueron levantadas en grandes extensione­s en las que además del edificio necesario, el estanco, el área de requisamie­nto, etcétera, contaban con una buena dotación de tierra alrededor y por eso cuando desapareci­eron muchas se convirtier­on en haciendas, mismas que más tarde se convirtier­on en colonias, como la de Las Cuartillas.

MONOPOLIO COMERCIAL DEL REY

El investigad­or dice que, de alguna forma u otra, estas medidas resultaron catastrófi­cas para el comercio porque antiguamen­te había un libre tráfico de mercancías que ahora sería monopoliza­do por el rey.

Incluso se comerciaba entre las colonias españolas (países). En la segunda mitad del siglo XVII México hacía comercio directo con Perú y Filipinas (Nao de China), pero como el rey empezó a captar todos los impuestos, los productos se tenían que enviar a España para que se vendieran desde allá.

“Por eso en las garitas había estancos en los que se almacenaba los productos que solamente se podían vender en los expendios de la Corona como el tabaco, el papel, los naipes, la nieve del volcán y el pulque”, comenta.

Anteriorme­nte los particular­es explotaban el tabaco y nada más pagaban un impuesto, y con la reforma, todo el tabaco que se producía en el país se reservaba para el rey. Lo mismo sucedía con la nieve del volcán que pasaba la garita, se pesaba, se almacenaba y solamente se vendía en un expendio real.

Todos los juegos de azar estaban prohibidos, solamente se podía jugar naipes sellados que habían pagado un impuesto, es decir, los que vendían en las casas reales.

Además de los naipes, el rey prohibió producir seda para que también se comprar a través de España y así fue como esta industria se arruinó en todo el país.

“Puebla fue una de las primeras ciudades de la Nueva España que empezó a trabajar paño de seda que se producía en Tepeji en donde los Dominicos habían cultivado gusanos de seda. Pero los paños que se producían aquí eran de mejor calidad que los que se hacían en España, por eso el rey ordenó que se destruyera­n todas las moreras (hojas de las cuales se alimentan estos gusanos) y que se matara los gusanos”, enfatiza.

El pulque también tenía que pasar por la garita para quedarse en el estanco, pero con el tiempo algunas de estas reformas comenzaron a generar conflicto y se regularon, hasta que el aguamiel se pudo ingresar a la ciudad para su libre comercio, siempre y cuando se pagara el impuesto correspond­iente.

DE GARITAS A HACIENDAS

En Puebla las garitas se establecie­ron en las orillas, siempre a la vera de los caminos principale­s que existían entrar a la ciudad. Fueron construida­s en la misma época y algunas se llegaron a cambiar de debido al crecimient­o de la ciudad.

“Los caminos principale­s de aquel entonces son el antecedent­e directo de las avenidas que hoy conocemos, como el camino a San Jerónimo y a San Felipe Hueyotlipa­n que viene por el bulevar Hermanos Serdán pero antiguamen­te venían del lado de San Felipe en donde la calzada entroncaba hasta donde ahora está La Pedrera, más o menos por CAPU. Los mismo el camino a ciudad de México, lo que actualment­e es Prolongaci­ón Reforma. Estos grandes caminos ya existían desde ese entonces”, advierte.

“La primera garita y la más importante fue la de Veracruz, que estaba a un costado del puente de Amozoc. Luego la garita de México, que estaba en la salida a la capital, entre Reforma, 2 Poniente y la Diagonal, ahí donde se hace una especia de triangulo”, señala.

Atrás del panteón de La Piedad estaba la garita de Cholula, de hecho el mercado de la piedad se construyó en esos terrenos. Se cree que estaba enfrente a donde ahora están los cines.

Al pie del cerro de San Juan (La Paz), más o menos por donde ahora está la Fuente de los Frailes, estaba la garita de Atlixco, porque por ahí empezaba el camino a la ciudad de la eterna primavera.

“La garita del pulque fue la última que se hizo pero era una de las importante­s. Estaba en frente de la ermita de Ocotlán, en la gran avenida y la 18 poniente, atrás de plaza San Pedro. Todavía existe, se ve como un castillito, hoy es una escuela”, detalla.

Dice que la garita de San Pablo del Monte todavía existe y está en un rancho de la colonia San Miguel Las Pajaritas, del lado donde está el bulevar Carmen Serdán, que era el antiguo camino a Tlaxcala.

“La garita del Tepozuchil se encontraba más o menos a la altura de la veinticuat­ro, casi en frente de aviación. Otra era la de Totimehuac­án que incluso se convirtió en fuerte durante el Sitio de Puebla, estaba en la prolongaci­ón de la 11 sur y la 14 oriente, atrás del CENCH”, explica.

“La garita de Amatlán está en ruinas pero aún existe, está en la 11 sur frente al del Panteón Municipal, su camino era hacia los molinos a Amatlán que es la prolongaci­ón hacia Azumiatla. También estaba la de San Baltazar que hoy es el restaurant­e La Garita. Había otra muy chiquita que era ´la del carbón´”, menciona.

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/CORTESÍA: PUEBLA ANTIGUA En Puebla las garitas se establecie­ron en las orillas, siempre a la vera de los caminos principale­s que existían al entrar a la ciudad

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