El Sol de Puebla

ES EL ETERNO BOHEMIO

Martín Urieta escribía canciones en las aulas, mientras sus alumnos hacían la tarea, y aunque se declara “un compositor a destiempo”, es creador de éxitos como Acá entre nos y Mujeres divinas

- BELÉN ELIGIO

Martín Urieta considera que componer canciones es un don que se trae de nacimiento. En su opinión, el creador de música lo puede hacer con un simple silbido, y la inspiració­n se encuentra en las vivencias del día a día.

Todo esto lo ha aprendido en los más de 60 años que lleva componiend­o canciones, a lo largo de los cuales ha dado vida a éxitos como

Comprendan, Con las alas rotas, Déjate amar, Estatua de marfil, Fruta madura, Jaula dorada, No nací para rogar, Qué de raro tiene, Si por mí fuera, Yo no me compartí y Mujeres divinas.

Sentado en su oficina, en la presidenci­a de la Sociedad de Autores y Compositor­es de México, rodeado de libros y fotografía­s, el maestro comparte en exclusiva con El Sol de

México cómo descubrió ese talento, cuando se le presentó la oportunida­d de crear su primer poema, basado en la toma de la Bastilla.

“Yo era declamador, y se requería de una poesía que hablara de ese suceso histórico, y la maestra no encontraba a ninguno. Entonces tuve que hacer un poema alusivo a eso, y cuando se lo dije a la maestra, me pidió el nombre del autor”, relata.

“No le quería decir, porque no me iba a creer. Cuando me sacó la sopa, “No pude tener éxito de joven, porque mi docencia y mi carrera me limitaban” no me creyó, así que me puso una prueba. Me dijo: ‘en recreo, todos se van a salir y tú te vas a quedar a hacerle una poesía al patio de la escuela’. Y cuando regresaron ya la tenía lista”, continuó.

A los 15 años, Martín Urieta compuso su primera canción, titulada

Vuelve a Huetamo, dedicada a la tierra que lo vio nacer, que fue lanzada oficialmen­te muchos años después, y formó parte del disco El

poeta del pueblo, de 1995.

DE CATEDRÁTIC­O A COMPOSITOR

La vida lo llevaría por otro camino, y realizó estudios en la Escuela Normal Nacional de Maestros, y de ahí pasó a la Normal Superior, donde se graduó como profesor de secundaria, y posteriorm­ente fue nombrado catedrátic­o.

Sin embargo, su debut en los escenarios se daría tiempo después, mientras él ejercía como profesor, y se iba a los bares a tocar. “Me iba a cantar con mi guitarra, le tocaba a los borrachos”, comenta entre risas.

“Los que me conocían me criticaban, porque se preguntaba­n cómo siendo yo un catedrátic­o, llegué a tocar en esos lugares. Pero ahí aprendí muchísimo de qué es lo que le gustaba a la gente”.

Su repertorio en ese entonces se conformaba todavía de temas desconocid­os de su autoría, que trabajaba mientras sus alumnos se encontraba­n haciendo la tarea que él les dejaba. Sin embargo, esa experienci­a lo mantuvo inspirado para empezar a difundir sus canciones una vez que se retiró.

“Soy un compositor a destiempo”, dijo. “No pude tener éxito de joven, porque mi docencia y mi carrera me limitaban. Tenía que estar dos turnos, porque no tenía espacio, hasta un poco antes de jubilarme, ya tuve tiempo de promover mis canciones”.

Martín Urieta destaca que siempre, antes de que un tercero lo interpreta­ra, él mismo grababa sus temas. Con el tiempo sus composicio­nes llegaron a voces destacadas como Antonio y Pepe Aguilar, Alberto Vázquez, Marco Antonio Muñiz, Juan Gabriel, Los Tigres del Norte, Bronco, Lila Downs, Banda El Recodo, La Sonora Santanera, Grupo Pesado y Yoshio, entre otros.

¿POR QUÉ CHENTE GRITABA SU NOMBRE?

Entre una amplia lista de sus intérprete­s destaca una figura que, además de ser su colega terminó siendo un hermano para él. Se trata de Vicente Fernández, quien llevó a la popularida­d 23 de sus temas, entre los que se encuentran Acá entre

nos, Qué de raro tiene y Urge.

Pero esta buena relación que mantuviero­n hasta el fallecimie­nto de el charro de Huentitán en 2021, no fue siempre muy grata, pues Urieta se negaba a conocerlo, porque el cantante solía decir en sus conciertos que Mujeres divinas (una de sus canciones más famosas) era de un autor desconocid­o.

“En el disco estaba el nombre del compositor, no era una canción anónima”, recuerda. “Cuando Vicente fue a Bogotá a cantar en un estadio, ante 20 mil personas, todos se pusieron de pie cuando entonó esa canción, y él dijo que no conocía al compositor. Eso es muy peligroso, porque los plagiarios se van sobre ella, en Colombia hay como unos 20 autores de ese tema”.

Fernández se enteró que había sido escrito por un mexicano, y solicitó que se lo presentara­n en cuanto regresara a su país. El encuentro se dio cuando un grupo de motociclis­tas fue a recoger a Martín a un pequeño foro donde se presentaba, y lo llevaron al Auditorio Nacional a conocer al cantante.

“A regañadien­tes fui con ellos y ahí lo conocí. Inmediatam­ente me dijo que en las próximas canciones iba a gritar mi nombre. Y lo cumplió, solía hacerlo cuando cantaba Acá

entre nos”, contó.

EL ORIGEN DE SU MAYOR ÉXITO, MUJERES DIVINAS

“Hablando de mujeres y traiciones, se fueron consumiend­o las botellas. Pidieron que cantara mis canciones, y yo canté unas dos en contra de ellas. De pronto que se acerca un caballero, su pelo ya pintaba algunas canas. Me dijo ‘le suplico compañero, que no hable en mi presencia de las damas’”.

Al hablar sobre el origen de la letra de Mujeres divinas, el compositor esboza una sonrisa, pues recuerda perfectame­nte el momento en que vivió eso mismo que le sucede al protagonis­ta de la canción. “Canté una canción que se llama

Te me vas al diablo, y una persona que estaba ahí me reclamó que no lastimara a las mujeres. Él era joven, guapo y rico, y le dije ‘a ti porque no te han hecho lo que a mí’. Me respondió que lo habían hecho trizas siempre, pero no iba a andar de chillón quejándose, si los momentos más bellos de su vida los pasó al lado de una mujer”.

La labor de Martín Urieta en la música está lejos de concluir. Actualment­e el compositor está grabando las canciones de su repertorio que, hasta ahora, no se habían dado a conocer al público.

“Estoy haciendo un concepto de 10 discos, con 10 temas cada uno”, contó. “El concepto se llama Lo que

no me grabaron, empezando desde el volumen uno, y así sucesivame­nte hasta el número 10”.

Su deseo es que su legado permanezca, aun cuando ya no esté. Y para seguir perpetuand­o el arte de la creación musical, aconsejó a futuras generacion­es de compositor­es contar una historia a través de sus canciones.

Y sobre todo, les sugiere “escribir en un estado del ser en el cual se manifieste su verdad. No deben tener interés en absoluto. Porque hay muchos que dicen ‘escribí esta canción para que la cante Luis Miguel, y calculo me va a dar tanto dinero y fama’. Pero no debe haber nada de interés, sino escribir con el alma”.

Al preguntarl­e si todavía se considera un “bohemio de afición”, como se canta en uno de sus temas más populares, el músico suelta una risita, y responde: “Toda mi vida, si existe bohemia en el más allá, voy a cantar con mi guitarra”.

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FOTOS: DANIEL GALEANA/ILUSTRACIÓ­N: DANIEL REY
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