El Sol de Puebla

Puebla y el retroceso en el combate a la pobreza

- Fernando Manzanilla Prieto

La pobreza es un problema persistent­e en México que afecta a una parte significat­iva de la población. Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) correspond­ientes al año 2020, el 41.9% de la población mexicana vive en situación de pobreza.

En nuestro país, esta condición se manifiesta de diferentes formas, incluyendo la carencia de acceso a servicios básicos como salud, educación y vivienda adecuada, así como falta de oportunida­des económicas.

A pesar del deseo latente de combatirla por parte de las autoridade­s, de acuerdo con el Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2022, recién publicado por el propio CONEVAL, entre 2018 y 2020, en 19 de las 32 entidades federativa­s se observó un aumento en el porcentaje de la población en situación de pobreza.

Desafortun­adamente, Puebla fue una de las entidades en las que creció esta condición en más de 4 puntos porcentual­es, al pasar de un 58% de población en pobreza en 2018 a un 62.4% en 2020. Este retroceso la ubicó a nivel nacional de un quinto lugar en población en situación de pobreza en 2018 a un tercer lugar en 2020, quedando tan solo detrás de Chiapas y Guerrero.

Pero no sólo ello, en este periodo aumentó en el estado de manera notable la población en situación de pobreza extrema, al alcanzar un crecimient­o de 4.6. puntos porcentual­es, lo que la ubicó en 2020 en un 12.7%.

El retroceso también impactó los indicadore­s de carencia social en la entidad, ya que estos crecieron de manera sustancial en tres ámbitos. El primero fue el rezago educativo, el cual aumentó de 21.3% en 2018 a 23.2% en 2020. Asimismo, la carencia por acceso a los servicios de salud pasó de 20.8% a 32%, mientras la carencia por acceso a la alimentaci­ón nutritiva y de calidad creció de un 24.5% a un 30.8%.

De igual forma, el porcentaje de la población con ingreso inferior a la Línea de Pobreza por Ingresos (LPI), que considera, además de la canasta alimentari­a, bienes y servicios como el transporte, educación, salud, prendas de vestir, entre otros, mostró en Puebla un considerab­le aumento al pasar de17.8% a 26.2% entre 2018 y 2020.

Más allá de estos números, es importante saber el cómo viven este retroceso las familias poblanas en la realidad y, desde luego, poder actuar para combatirlo.

Un ejemplo de ello me lo dio doña Juana, una ama de casa de La Resurrecci­ón, con la que platiqué hace algunos días. Me dijo que, a pesar de vivir en la capital del estado, sentía que cada día ella y su familia estaban más olvidados, marginados y aislados de la sociedad.

Me confesó que esta exclusión social la observaba en sus calles y en los servicios públicos que, desde hace tiempo, en lugar de mejorar habían empeorado. Desde luego, lo que más le afectaba eran las escasas oportunida­des laborales, pues no tenía trabajo bien pagado ni para ella por su edad, pero tampoco para sus hijos.

Esta dolorosa realidad, me lleva a hacer un escueto análisis de los retos que debemos afrontar en el corto plazo y de manera urgente para combatir la pobreza. El primero es el fomentar el desarrollo económico. Esto significa atraer nuevas empresas y oportunida­des de empleo, así como invertir en la educación y en la formación de habilidade­s laborales.

Ya hace una semana, en este mismo espacio, hablaba de la imperante urgencia de que el gobierno emprenda una agresiva estrategia para atraer inversione­s extranjera­s, en el sentido de las múltiples oportunida­des que se están abriendo para el país con fenómenos como el “nearshorin­g”.

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