Vecindades, de conventos a ser viviendas populares
Desde la época colonial, las monjas fraccionaban los inmuebles para rentar, y así, subsistir; con el paso del tiempo se adaptaron como casas
Antes de que llegaran las personas, las vecindades fueron conventos o casas coloniales, que las órdenes religiosas fraccionaban para vender o rentar, y así subsistir.
Las vecindades tuvieron su origen en el Centro Histórico de la ciudad y se volvieron parte de la cultura mexicana, especialmente para aquellos que nacieron y vivieron en ellas, porque las personas que ahí habitaban no solo compartían su espacio de residencia, también los lugares de aseo, juego y recreación, así como los chismes y los festejos.
Grandes zaguanes, amplios patios de convivencia con lavaderos y tendederos formaron parte de estos inmuebles que con los años fueron destruidos para construir grandes edificios, o en el mejor de los casos, que fueron recuperados para establecer hoteles boutique.
ÉPOCA COLONIAL, EL ORIGEN
Las vecindades nacieron en el Centro Histórico de la ciudad cuando se comenzaron a adaptar o abandonar las casas virreinales y conventos construidos a partir del siglo XVI, cuando se fundó la ciudad.
Estos inmuebles tenían un diseño arquitectónico muy similar. Poseían fachadas y portones robustos que daban acceso al centro de la construcción donde había un gran patio central con una fuente y las habitaciones alrededor, lo que se prestó muy bien para que fueran adaptadas como viviendas.
El investigador David Ramírez Huitrón, fundador de la página de Facebook Puebla Antigua, refiere que cuando una persona entraba a un convento para ordenarse como religioso, su familia aportaba una dote a la congregación. Los religiosos recibían efectivo o inmuebles. Pero cuando el número de hombres y mujeres interesados en ordenarse como religiosos disminuyó, tuvieron que realizar acciones para sobrevivir.
“Lo que las monjas hacían para subsistir era fraccionar los inmuebles que poseían para venderlos o rentarlos a particulares. Por ejemplo, las monjas teresianas, las clarisas y las catarinas destinaron una sección de su convento para construir viviendas y rentarlas. De esta forma las corporaciones religiosas llegaron a poseer el 35 por ciento o 40 por ciento del mercado inmobiliario de la ciudad”, expone.
LAS CASAS Y SUS PATIOS
Fraccionar los inmuebles para rentarlos no solamente se dio dentro del seno de las corporaciones religiosas. Entre el siglo XVII y XIX llegó a registrarse en menor grado en las cofradías y en los gremios productivos de la ciudad.
“Por ejemplo, el maestro locero tenía una gran casa donde vivía y tenía su taller. Sus aprendices le rentaban una pieza (habitación) y vivían ahí con su familia. Cuando estos aprendían el oficio se iban y compraban una casa donde ponían su propio taller y hacían lo mismo”, señala.
Puebla siempre fue una ciudad ordenada, desde su traza. Las casas habitación estaban bien delimitadas y por zonas.
La ciudad se repartió de una forma muy geométrica, cada manzana tiene ocho solares y en cada solar solo caben dos patios, dice el investigador, y agrega que la tipología normal de una casa colonial es con un patio principal y patio de servicio, a lo mucho había tres. Es mentira que aquí haya vecindades de cinco patios.
La distribución urbana se dio por sectores y de forma periférica hacia al centro de la ciudad. Por ejemplo, la calle Mercaderes (2 norte) era para comercios y los comerciantes vivían ahí, la zona de mesones y sus mesoneros, la zona de loza y loceros, etcétera.
Las vecindades surgieron como espacios donde cohabitaban varias familias, que no estaban emparentadas entre sí. Incluso, en el algunos casos, los propietarios de la casa vivían en la parte de arriba y rentaban los cuartos y accesorias de la parte de abajo.
Al ser construcciones coloniales, las recámaras tenían techos altos donde en cierto momento se agregaron tapancos a entrepisos. Su tamaño le permitía, al que lo habitaba, solo dormir ahí por lo que la mayoría de sus actividades las realizaba en la calle.
“El fenómeno de los entrepisos fue una solución arquitectónica que se desarrolló para aprovechar el espacio que había entre un piso y otro. Hacer cuartitos donde vivía la gente como si fueran ratoncitos, entre un piso y otro”, detalla.
Las fuentes que decoraban los patios se convirtieron en la toma de agua principal y ahí se construyeron los lavaderos que era zona compartida junto con los sanitarios.
LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL
El concepto de vecindades que conocemos en la actualidad surgió como parte de las transformaciones sociales de comienzos del siglo XIX.
En busca de trabajo para mejor su calidad de vida, pobladores de las zonas rurales y extranjeros comenzaron a migrar a las grandes ciudades como Puebla. Esto provocó el crecimiento demográfico y, en consecuencia, demanda de vivienda.
Debido a las leyes de desamortización y nacionalización de bienes eclesiásticos (1856), durante la segunda mitad del siglo XIX aumentó el número de vecindades porque las propiedades que habían pertenecido a la iglesia católica desde el virreinato pasaron a ser propiedad federal, incluidos los templos y los conventos.
“Pero la iglesia lanzó su venganza. El obispo dijo que quien comprara esos bienes se iba a ir al infierno, porque se lo habían quitado a la mala. Ningún buen cristiano quería comprar lo que les habían arrebatado a las monjas, solamente los liberales, y compraban a precio de ganga”, asegura.
El investigador narra que la desamortización fue el gran negocio para los liberales que sí aprovecharon y compraron propiedades de la iglesia. El general José María González de Mendoza se quedó con el convento de Santa Catarina. Lo fraccionó a su gusto, una parte se la regaló a los metodistas y la otra la utilizó para su casa. Rosendo Márquez se quedó con varias casas y conventos. Cuando se retiraron de la vida militar se dedicaron a administrar sus viviendas. Al morir, las viudas o deudos mal administraron y no les daban el mantenimiento necesario.
Debido a los conflictos bélicos originados en Puebla durante la segunda mitad del siglo XIX, gran parte de las construcciones quedaron dañadas y muchas viviendas destruidas.
“Durante el Sitio de Puebla (1863) más o menos el 30 por ciento de la superficie habitable de la ciudad quedó dañada, muchas familias tuvieron que buscarse una nueva casa. Lo que antiguamente habían sido casas unifamiliares, de repente recibieron a cinco familias”, enfatiza.
VIVIENDA POPULAR A GRAN ESCALA
Con la pujanza del porifiriato llegaron nuevos comerciantes extranjeros a la ciudad, que compraron casas antiguas y las reconstruyeron, algunos para vivienda propia y otros para arrendarlas. Así se reconstruyeron varias vecindades.
Las vecindades se caracterizaron por ser lugares donde vivía la gente de escasos recursos. Espacios comunitarios en donde se compartían áreas como el baño y el patio, en torno al cual se desarrollaba la vida familiar y social de los vecinos, porque era el lugar de convivencia y esparcimiento. Aquí también estaban los lavaderos, donde se reunían las señoras y se contaban todo lo que acontecía en aquel inmueble.
Las vecindades surgieron como espacios donde cohabitaban varias familias, que no estaban emparentadas entre sí