El Sol de Puebla

Voladores se despiden de María Rita Torres

Con rituales prehispáni­cos, la joven fue recordada este lunes, luego del accidente del sábado en la feria de las flores que le costó la vida

- HERIBERTO HERNÁNDEZ /Huauchinan­go

Para que termine su último vuelo y que su alma se suelte de este mundo, además de purificar y bendecir el palo al que subió por última vez, los voladores de Huauchinan­go y de Papantla realizaron durante la tarde de este lunes dos rituales en el nombre de María Rita Torres Mérida fallecida el fin de semana.

Voladores nahuas y totonacos de Huauchinan­go, Puebla, y de Papantla, Veracruz, realizaron su propio ritual, por separado, para motivar a María Rita a que se desprenda de este mundo terrenal y su espíritu esté pleno en la vida eterna.

El nombre del personaje se ha vuelto una constante en los temas de redes sociales de la región, además de tema en las sobremesas o de cualquier reunión social.

Ella perdió la vida en un accidente el sábado 4 de marzo, fecha en que se coronó de voladores acudieron a realizar rituales

la reina de la Feria de las Flores de Huauchinan­go, Elizabeth segunda, en la edición LXXXIV, sin embargo, María Rita Torres Mérida cayó de una altura de poco más de 20 metros de altura, al momento en que ascendía para llegar al tecomate.

El ritual que, según datos del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH), es un ritual que data de al menos unos mil 500 años atrás.

A María Rita le atrajo esta práctica ancestral desde los 9 años de edad y logró acumular 10 años de experienci­a. Se inició en el grupo de voladores del maestro Bulmaro Maldonado González, integrante

de María Rita fueron despedidos con ceremonias religiosas

del grupo Hermanos Huauchinan­go.

Más tarde, se separó y formó parte de un grupo nuevo y propio, con algunos familiares y otras personas allegadas a ella.

Otro de los grupos de voladores en los que participó fue Guerreros del Sol de la junta auxiliar de Cuacuila, municipio de Huauchinan­go.

De manera habitual el grupo de voladores de María Rita, volaban en el pueblo del Tejocotal y Tepepan, en el estado de Hidalgo, además de Tlacuilote­pec.

María Rita dejó de practicar los vuelos durante la pandemia por Covid-19 y Águila de de acuerdo con los trascendid­os, apuntan que el suyo fue el segundo accidente ocurrido el mismo día, el primero fue durante un ensayo, alrededor de las 16:00 horas, cuando un volador había subido apenas unos tres metros cuando se soltó y cayó sobre una tarima de madera, lo que le causó varios golpes, a decir de sus compañeros, le pidieron a Rita que supliera al accidentad­o.

Tras su muerte, la tradición indica que se debe de hacer ritual al pie del palo volador en donde murió, por lo que, el grupo de Voladores de Huauchinan­go danzó y ofrendó al rimo del son del danzante para motiva y acompañar su partida.

El ritual fue a los cuatro puntos cardinales y a la vez, a los cuatro elementos de naturales, agua, tierra, fuego y aire.

Bulmaro Maldonado compartió que la práctica es para ayudar a su compañera a que suelte este mundo y ayudarle a que termine de volar, a que cierre el ciclo, porque en vida se quedó en el camino. Es un acto de purificaci­ón del “palo volador”.

LA VOLADORA habría sido llamada a participar, luego de que uno de los integrante­s del grupo resbalara y sufriera lesiones menores

10 AÑOS tenía la joven de experienci­a en el ritual del vuelo ancestral

EL RITUAL TOTONACO

A Huauchinan­go llegó un grupo de voladores de Papantla, Veracruz, quienes en solidarida­d acudieron para hacer su respectivo ritual que, a diferencia del que practican los nahuas de Huauchinan­go, éste se torna más cristianiz­ado.

Los voladores totonacos danzaron al Dios de la danza representa­do por una máscara de madera y también ofrecieron su ritual a San Miguel Arcángel, “el santo que protege a los seres de la tierra”. Se cree que con este ritual se ayuda a María Rita a irse en paz de este mundo y a la vez se bendice el “palo volador”.

Se dice por los practicant­es que el ritual fue motivado hace siglos al momento en que se sufrió una fuerte sequía con la que murieron plantas y animales, y con ellos, gran parte su población.

Los hombres decidieron enviar un mensaje al Dios de fertilidad, de modo que las lluvias volvieran de nuevo. Buscaron un árbol grande y derecho, permanecie­ron con el madero toda la noche, ayunando y rogando para que el espíritu del árbol los ayudara.

Purificaro­n el árbol, lo cortaron y lo trajeron al pueblo, mediante un ritual lo prepararon. Los cinco hombres se pusieron plumas sobre sus cuerpos, cual pájaros, para llamar la atención de Dios.

Cuando subieron al palo volador tocaron la flauta y el tambor, invocaron a los cuatro puntos cardinales, mientras ellos giraban volando en su descenso, el cuadro y los mecates se desprendie­ron del palo Volador y los danzantes se perdieron en el firmamento prolongand­o su danza rumbo al sol.

Los demás habitantes se reunieron en torno al palo, un hombre propuso derribarlo pues se creía que los hombres nunca volverían.

“Cuatro días después se escuchó la flauta fusionada con el sonido del tambor y los hombres apareciero­n en el horizonte, pero al ver que ya no había lugar dónde sujetarse continuaro­n danzando a través del cielo para no volver a descender jamás”, relata la leyenda.

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Los restos
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/HERIBERTO HERNÁNDEZ Dos grupos

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