El Sol de Puebla

Bullying, violencia aprendida

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Hace algunos días, nuestro país se conmocionó al conocer, a través de los medios de comunicaci­ón, el caso de Norma Lizbeth, una alumna de secundaria, quien a sus 14 años falleció víctima de acoso escolar, mejor conocido como “bullying”.

La menor de edad, originaria del municipio de San Juan Teotihuaca­n, en el Estado de México, murió el pasado 13 de marzo a causa de un traumatism­o craneoence­fálico, tres semanas después de recibir una golpiza por parte de Azahara, una de sus compañeras, quien aparenteme­nte la retó a una pelea en la que, incluso, utilizó piedras para agredirla.

De ello dan cuenta los videos que han circulado en redes sociales, en los cuales se puede apreciar que muchos estudiante­s fueron testigos, pero en lugar de ayudar, se limitaron a grabar y a burlarse.

Los familiares de Norma Lizbeth han dicho que desde que iba en la primaria la menor de edad era víctima de burlas por parte de sus compañeros por su color de piel y condición económica, aunado de declarar que las autoridade­s escolares tenían conocimien­to de este bullying “sistemátic­o”, sin que tomaran acción.

Desafortun­adamente, el caso de Norma Lizbeth no es aislado, ya que todos los días a lo largo y ancho del país, suceden situacione­s como ésta que nos deben llevar, por una parte, a reflexiona­r en las causas y consecuenc­ias de este fenómeno y, por otra, a actuar de manera contundent­e para frenarlo.

Porque como bien se sabe, el acoso escolar o bullying es un fenómeno complejo y multifacét­ico que puede tener muchas causas y efectos negativos en los adolescent­es involucrad­os; sin embargo, también se debe tener claro que cuando hablamos de él, en realidad nos referimos a un tipo de violencia.

La violencia es una conducta aprendida, nadie nace siendo violento, por ello es que el bullying nos debe llevar a prender los focos rojos sobre lo que está pasando en la sociedad que este mal ha penetrado en la parte más sensible, como son la niñez y juventud.

Sin duda es muy importante la atención de las víctimas, pero también lo es el poner en el foco a los “bulleadore­s”, adolescent­es que no nacieron violentos, sino que aprendiero­n esta conducta de una u otra forma. Incluso, lo más seguro es que muchos de ellos experiment­en problemas en sus propios hogares, los cuales pueden llevarlos a sentirse frustrados, ansiosos o deprimidos, y pueden proyectar estos sentimient­os hacia sus compañeros.

Basta ver las estadístic­as de violencia familiar en el país. Tan solo el INEGI estima que en México hay 18.31 millones de hogares en las 91 ciudades que son incluidas en la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU). De esa suma, entre enero y septiembre del 2021 habría 1.36 millones de hogares en los cuales se declara que ha habido víctimas de violencia en el contexto familiar, con una suma aproximada de 2.76 millones de personas violentada­s.

Estos números nos muestra un crudo panorama, ya que materializ­an que en el 7.5% del total de los hogares que cubre la encuesta ha habido violencia.

Desde esta perspectiv­a, es urgente preguntarn­os sobre si estos niños y jóvenes violentos, que actúan como “bulleadore­s” en contra sus compañeros en un contexto escolar no están siendo, de alguna u otra manera, víctimas en un entorno cercano como lo es su propia familia.

Desde luego, que esto no justifica el bullying ni puede ser una atenuante en casos extremos como el de Norma Lizbeth, en el que incluso hubo la pérdida de una vida; sin embargo, sino se examina de fondo el origen de la violencia, no se estará en condicione­s de ponerle un verdadero freno.

El bullying es una consecuenc­ia muy grave de vivir en una sociedad que ha normalizad­o la violencia y, por el contrario, ha dejado de lado la empatía y la tolerancia. Basta ver la actuación que tuvieron los maestros y compañeros de Norma Lizbeth y Azahara.

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