Skinamarink: esta era una pesadilla
Una propuesta que se sale de lo convencional llega esta semana a la cartelera. El asunto es un poco transgresor y toca universos narrativos que la convención mueve a lo idílico: Skinamarink (Canadá, 2022) que su distribuidora le puso El despertar del mal, quién sabe por qué, pero bueno, así se las gastan. Está en el momento justo en los cines.
En el filme del audaz y transgresor cineasta hasta este momento experimental antes de que el mainstream como seguro sucederá lo secuestre, Kylle Edward Ball, la pesadilla es el plato fuerte en una historia que se construye de atmósferas inquietantes, cámara subjetiva y giro sutil pero contundente al horror en la medida en la que fluye el relato.
Resulta medianamente interesante la historia detrás del filme, con sus lugares comunes: un joven director que sube sus videos a Youtube y utiliza como premisa sus pesadillas de la infancia hasta que su primera película hecha con un mínimo presupuesto llega a festivales, es aplaudida por el público, la crítica y se viraliza. Lo hemos visto muchas veces y con que Ball no acabe al frente de un filme de superhéroes uno se puede dar por bien servido.
En realidad lo que vemos en pantalla vale la pena destacar: un pasaje nocturno que vulnera la inocencia infantil con silencios que inquietan, e imágenes que hacen las veces de pijamas sin mayor provocación que la memoria de un espanto incómodo, teléfonos para prescolar y caricaturas de tele prendida en la noche.
Dos niños de no más de siete años, Kevin (Lucas Paul) y Kaylee (Dali Rose Tetreault ) se despiertan en la noche y no encuentran a sus padres. No hay manera de salir ya que tampoco encuentran las puertas o ventanas. Con una fotografía oscura el camino de desesperación –para el público porque los personajes están en un terreno irreal desde el inicio– comienza la búsqueda en las habitaciones.
La película no está exenta de cierto efectismo como un silencio por momentos tajante pero que su aire de cine independiente le permite. No deja de ser la película del aprendizaje en torno hasta cierto punto experimental de las posibilidades de no estar bajo el yugo de un gran estudio. De algún modo si de género se trata podemos hablar de una libertad creativa youtubera que goza con todo propósito de sus posibilidades pero que también tiene sus códigos y hasta lugares comunes.
Le hereda tal vez un poco a asuntos como La bruja de Blair pero el director saca provecho de audacia práctica y pragmatismo creativo. En todo caso, la película es mucho más provechosa que cualquier asunto de género ahogado en la convención de franquicia y si usted tuvo infancia, tiene momentos en realidad inquietantes.
Da un poco la impresión que Skinamarink es de esas películas que se convierten en referentes de estudiantes de cine y ojalá así sea porque tiene habilidad, pericia y maña. No hay mucho de dónde escoger esta semana y vale la pena, antes de que rápida y furiosa llegue la sirenita y anexas.