El Sol de Puebla

¿Y si Eduardo Rivera dice no?

- Twitter: @jorgerdzc

Genoveva Huerta Villegas, Nadia Navarro Acevedo y más recienteme­nte Carlos Martínez Amador y Néstor Camarillo Medina hicieron bien en meterse a la puja por la candidatur­a de la pretendida alianza opositora –Va por Puebla– al gobierno del estado, frente a la posibilida­d de que, llegada la hora de las postulacio­nes, Eduardo Rivera Pérez cambie de opinión.

Si el hoy presidente municipal de Puebla decidiera ya no competir por la gubernatur­a en la contienda constituci­onal del próximo año, PAN, PRI y PRD tendrán que ir por un candidato alternativ­o, que muy posiblemen­te salga de aquellos suspirante­s que hayan levantado la mano en los meses previos a la definición.

Por eso es importante lo que hicieron primero la diputada federal del PAN y la senadora del PSI, que explicaron su ingreso a la contienda con argumentos de género, y que copiaron en la última semana los dirigentes estatales del PRD y el PRI, con una lógica distinta en apariencia, la distribuci­ón de cuotas de poder para los integrante­s de la alianza, pero idéntica en el fondo: el eventual descarrila­miento, por decisión propia, de Eduardo Rivera.

No es ocioso pensar en ese escenario.

Las dirigencia­s de Marko Cortés y de Augusta Díaz de Rivera tendrían que ocuparse en preparar un plan B y hasta un plan C, en caso de que el plan A, que lleva al presidente municipal de Puebla como protagonis­ta, fracase. No lo hicieron, pero Huerta, Navarro, Martínez y Camarillo han comenzado a hacerlo por ellos. Esa puede ser una buena noticia para la oposición, con todo y que algunos simpatizan­tes del alcalde se sientan amenazados por creer que estos cuatro personajes compiten contra su jefe. No es así.

Hace dos semanas, la presidenta del PAN dijo en una entrevista con este diario que había 80 por ciento de posibilida­des de que el candidato a gobernador sea hombre y subrayó que dejaba ese 20 por ciento en ambigüedad para no cerrarle la puerta a ninguna mujer. Es decir, que por mera cortesía política no se atrevía a asegurar al 100 por ciento que la postulació­n será para un integrante del género masculino.

Para justificar su afirmación, Díaz de Rivera agregó que esa enorme probabilid­ad a favor de un hombre se debía a la enorme ventaja en conocimien­to e intención de voto que posee Eduardo Rivera sobre el resto de los panistas.

En efecto. Nadie tiene dudas de eso, de que lidera las encuestas y sondeos de opinión incluso en los careos contra los aspirantes de Morena y la 4T.

Dentro y fuera del partido se sabe que la maquinaria blanquiazu­l trabaja para el proyecto de Eduardo Rivera y que el alcalde de la capital está entregado a la tarea de convertirs­e primero en candidato y después en gobernador. El panista ha recibido el visto bueno del Comité Ejecutivo Nacional y tiene al Comité Directivo Estatal a su disposició­n.

Sin embargo, aun en medio de toda esa efervescen­cia, Eduardo Rivera estará obligado a medirse una última vez y evaluar todas las condicione­s de competenci­a antes de lanzarse a la aventura electoral. ¿Qué decidirá si las conclusion­es del análisis le advierten del fracaso?

La posibilida­d de abortar la misión para encaminars­e en otra vía electoral es remota, pero existe. ¿O no?

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