El Sol de Puebla

Jesús López Chargoy: el último dirigente del Puebla romántico

- MARIO RIESTRA

Le promete a su papá —quien fallece ese mismo año— que hará campeón de nuevo a la Franja.

La pasión por el futbol produce no sólo grandes jugadores y aficionado­s, sino también directivos comprometi­dos con la historia y la esencia de un equipo. Es el caso de Jesús López Chargoy, quien ama a la Franja desde muy chico, pues acude cada quince días, y desde muy lejos, al Estadio Cuauhtémoc con su hermano y su papá, con quienes vive intensamen­te el juego.

Como tantos otros jóvenes, Jesús practica asiduament­e futbol en la prepa y en la universida­d, primero como lateral derecho y luego, por su velocidad, como extremo derecho. Consciente de todo lo que puede truncar prematuram­ente la carrera de un jugador, Jesús opta por estudiar y mantenerse cerca del futbol desde otras trincheras como la de ser dirigente.

Así, en 2008 llega al equipo camotero, donde destaca sobre todo por sus habilidade­s de comunicaci­ón y buen trato. En 2013, con apoyo de su hermano, le compra el equipo a Ricardo Henaine, lo que evita que otros interesado­s lo adquieran y se lo lleven del estado.

Lo que más agradece Jesús de su tiempo como directivo y dueño del Puebla es el apoyo de la afición, que Jesús estima es más grande de lo que se piensa, y que no desfallece a pesar de las penurias económicas y deportivas. Por varios años, el Puebla genera la tercera mejor taquilla de entre todos los equipos de la liga.

El dueño paga con la misma moneda y toma decisiones que refuerzan la identifica­ción con el equipo y la comunión con la afición. Por ejemplo, baja el precio de las entradas al estadio, regresa al diseño original de la franja (el escudo a la altura del corazón) y reincorpor­a los colores oficiales. La simbiosis es completa.

En esos años, las emociones de la afición simulan una montaña rusa ya que, por una parte, el descenso amenaza torneo tras torneo y en cada final de temporada se viven partidos dramáticos, incluso se apela a fuerzas superiores para evitar el desastre. Por otra, se disfrutan las mieles del triunfo al ganar la Copa MX en el Clausura 2015 y la Supercopa al año siguiente (son los últimos trofeos en la vitrina camotera).

Estos éxitos tienen, además, un gran valor sentimenta­l para Jesús, pues en 2013 le promete a su papá —quien fallece ese mismo año— que hará campeón de nuevo a la Franja. Era tan grande el amor que sentía su papá por el equipo (y que transmitió a sus hijos), que pide ser enterrado con la playera enfranjada puesta.

El legado de la presidenci­a de Jesús se refleja en cuatro logros, a saber, ganar la Copa y la Supercopa, evitar el descenso (con todas sus consecuenc­ias), mantener al equipo en Puebla (condición innegociab­le cuando lo vende en 2017) y remodelar el Estadio Cuauhtémoc.

Como su papá, Jesús también quiere vestir la camiseta poblana cuando lo entierren, algo natural para alguien que la trae bien puesta desde bebé y que lleva tatuado en su ser la franja —“soy de sangre azul”, dice orgulloso—, símbolo de identidad y una forma de vida.

López Chargoy y su familia son de sangre blanquiazu­l, tal vez por ellos y por el resto de aficionado­s de hueso colorado, el Puebla FC ya deba de dar la vuelta de campeón en el futbol mexicano para terminar con esa sequía de ningún título de liga en los últimos 30 años. De hecho, La Franja presume la racha más larga sin coronas en México tras la obtención del título del Atlas.

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