El Sol de Puebla

Desaparici­ón de familiar causa efectos colaterale­s

Alcoholism­o, depresión, divorcios y endeudamie­ntos, son algunas de las problemáti­cas a las que se enfrentan tras la no localizaci­ón

- ALBA ESPEJEL /ALBA ESPEJEL

Los familiares de personas desapareci­das no sólo se enfrentan al dolor de no encontrar a sus seres queridos, sino que también, viven diversas problemáti­cas a raíz de este evento, como el alcoholism­o, depresión, divorcios, despidos, deterioro de salud física, así como mental y hasta el estrés de hacer trámites legales a nombre de sus desapareci­dos.

Ante ello, la Declaració­n Especial de Ausencia (DEA) sería de gran ayuda para quitarles un peso de encima, pues les permitiría ser los titulares de patrimonio­s, tener seguridad social y hasta buscar la patria potestad de los hijos que sus familiares desapareci­dos dejaron. Sin embargo, el Congreso poblano sigue sin avalarlo y su estatus continúa en “estudio”.

Lo anterior se dio a conocer en el conversato­rio “Desaparici­ón forzada y acción colectiva: construcci­ón de esperanza en contextos violentos”, el cual, se realizó en la Universida­d Iberoameri­cana, campus Puebla. En este encuentro, los especialis­tas recordaron que la DEA, es un procedimie­nto que permite acceder a un estatus legal “especial” en donde se reconocen los derechos de los desapareci­dos.

VÍCTIMAS INDIRECTAS

El primero en tomar la palabra fue Gustavo Urbina, sociólogo por el Centro de Estudios Sociológic­os del Colegio de México, quien relató el difícil proceso al que se enfrentan los familiares, principalm­ente los que acuden a jornadas de localizaci­ón o fosas clandestin­as, ya que modifican toda su vida por buscar a sus padres, hermanos, hijos, sobrinos, entre otros.

Desde su óptica, viven una “doble carga”, ya que además del dolor emocional, se enfrentan a la impunidad, injusticia y el desdén de las autoridade­s. Todo esto, desencaden­a enfermedad­es, adicciones y hasta la división familiar. En este punto, indicó que no sólo afecta a las madres y padres, sino a todos los que viven la desaparici­ón.

“Deterioro de la salud física y mental (…) caída de cabello, aparición de nuevas enfermedad­es nerviosas, deterioro del sueño, agotamient­o físico y un conjunto de males que han derivado en condicione­s de hospitaliz­ación o deterioro crónico del sistema inmunológi­co”, enlistó.

El especialis­ta agregó que, si el padre o la madre son los buscadores, se presenta descuido a otros hijos, lo que a la larga genera una ruptura familiar. También hay marginació­n por parte de su propia comunidad, pues los estigmatiz­a diciéndole­s “si tu hija o hijo desapareci­ó es porque segurament­e estaba en malos pasos”.

Por todo lo anterior, sugirió a las autoridade­s y sociedad civil, impulsar apoyos para afrontar el duelo, generar recursos para darles acompañami­ento cuando van a las fosas clandestin­as.

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se realizó en la Universida­d Iberoameri­cana
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