La burocracia platónica de López Obrador
La reciente aprobación de la Ley de Remuneraciones, la primera de la nueva legislatura con mayoría de Morena, es una muestra clara de la austeridad que se avecina en el próximo gobierno. Siguiendo la pauta de su ‘Plan 50’, Obrador busca hacerse de una burocracia dispuesta a dar más de sí a pesar de ver su ingreso disminuido. Y es que, entre otros puntos, la nueva legislación recortara la mitad el sueldo de funcionarios que ganen más de un millón de pesos al año y establece como tope máximo el ingreso del presidente.
En mesas de análisis político ya se especula sobre el futuro de los cerca de 35 mil burócratas que ganan más de los 108 mil pesos mensuales que Obrador se auto recetó como salario, y que significará para todos ellos un recorte de ingresos. Se debe considerar la carga de trabajo y la gran responsabilidad que pesa sobre sus hombros, dicen algunos. Se avizora una desbandada de los cerebros brillantes tan necesarios para mantener al país funcionando, argumentan otros. La aspiración de ganar cien mil pesos o más al mes resulta totalmente legítima, concluyen casi todos. Ante este gris escenario, AMLO terminará gobernando con un equipo de “cacahuates” mal pagados, parecen sugerir comentaristas del tipo de Riva Palacio.
El problema, que parecen ignorar los críticos del adelgazamiento de la alta burocracia, es que la legitimidad de dicha propuesta encuentra su mayor sustento no en el ahorro que generará, sino en la necesidad de atraer nuevos cuadros: perfiles que compartan una visión distinta de estado y de gobierno. Bajo la lógica de las pasadas administraciones, fue común colocar a funcionarios con vocación de empresarios en puestos clave. Más que concebir a la función pública como una oportunidad de servir, la función pública se convirtió en una oportunidad de generar patrimonio. Todo ello en sintonía con la lógica neoliberal que durante más de tres décadas ha consolidado en México un aparato gubernamental que facilita y estimula la acumulación de riqueza en unas cuantas manos.
Y es que, como diría el filósofo Platón, la alta
En esta ocasión quiero poner