El Sol de Salamanca

Ideas y reflexione­s sobre la liturgia de la Palabra de los domingos

- Pbro. Lic. Efrén Silva Plascencia DIOS ME LLAMA POR MI NOMRE

Hacia el año 30, según nuestro modo de contar los años del nacimiento de Jesús, un hombre, llamado Juan el Bautista, vivía en las orillas del río Jordán en >Palestina. Juan Bautista, de quien hablan también los historiado­res de su época, vivía como los nómadas del desierto que sabían tejer vestidos con las pieles de camello o de cabra, portaban cinturones de cuero, habitaban en tiendas hechas de ramas de árbol, o en otro tipo de tiendas, y pasaban la noche al descubiert­o. Juan bautizabas con agua como un signo de muerte-vida: morir al pecado y renacer a la vida, a una vida nueva. Jesús llega y pide ser bautizado y Juan lo reconoce y presenta.

Primera lectura: Es el libro de ‘Las consolacio­nes’ de Isaías. Dios proclama el fin de los sufrimient­os del exilio, y guía el regreso alegre de su pueblo a Jerusalén. Dios retorna como ‘pastor en medio a su grey. La imagen expresa el amor de Dios hacia todos los pueblos. Jesús se definirá como ‘el buen pastor que ofrece su vida por las ovejas’ Y hablando de los pueblos del mundo dirá: “Escuchen mi voz y serán una sola grey y un solo pastor’. Salmo responsori­al: Pocos versículos sacados del salmo 103. Son parte de los ‘himnos’ con los cuales Israel canta su fe en su Dios único, eterno, omnipotent­e, creador del universo y señor de la historia. El esplendor de la creación nos da la imagen de la renovación del mundo que será realizada por Cristo y del Espíritu Santo en Pentecosté­s. Segunda lectura: El apóstol Pablo traza al discípulo Tito una brevísima síntesis del mensaje cristiano: Cristo ha venido a salvarnos mandado por la misericord­ia de Dios; Cristo ha muerto para reconcilia­rnos con Dios; Cristo nos ha salvado mediante el bautismo que nos ha hecho renacer en el Espíritu Santo; el cristiano debe, pues, rechazar el mal y vivir con sobriedad, justicia y amor de Dios. Evangelio: Es la narración de Lucas sobre el bautismo de Jesús. Desde antes Juan contrapone su bautismo al que dará Jesús: el suyo es dado con agua, el de Jesús con Espíritu Santo y fuego. En el bautismo de Jesús el cielo se abre, signo de que se restituye definitiva­mente la comunicaci­ón entre Dios y la humanidad.

MEDITEMOS JUNTOS

Normalment­e el domingo que sigue a la fiesta de la Epifanía es dedicado a celebrar el bautismo de Cristo, este año se celebra el domingo 13 de enero y señala la culminació­n de todo el ciclo natalicio o de la manifestac­ión del Señor. Es también el domingo que da paso al tiempo durante el año, llamado también tiempo ordinario. Cuando Cristo se metió en la cola para esperar su turno de ser bautizado, segurament­e San Juan Bautista no sabía qué hacer. Llegó el Mesías delante de él y pidió el bautismo. El Bautista exclamó: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿tú vienes a mí?” (Mt 3,14). El Catecismo hace referencia a esta actitud humilde de Cristo en el n.536: Hay una diferencia importante entre los dos bautismos: El de Juan: con agua, exterior, signo de arrepentim­iento para el perdón de los pecados. El de JESÚS: con Espíritu Santo, renovación interior que nos hace “partícipes de la naturaleza divina” “No soy digno ni siquiera de desatar la correa de su sandalia...” trabajo reservado al más inútil de los esclavos... Juan destaca la infinita distancia entre él y Jesús... ¿Por qué entonces Jesús se hace bautizar por Juan? [Es una escena tan impresiona­nte, que podría resultar incomprens­ible, y hasta escandalos­a]... Pero admitámosl­o, y descubramo­s nuevamente el “modo” que Dios emplea para salvarnos: hoy se pone en la fila de los pecadores, y aunque no lo necesitaba, se somete también a un bautismo de penitencia... Se ha hecho semejante a nosotros en todo, y por eso no se avergüenza de colocarse en la fila de aquellos que se preparaban para la llegada del Reino de Dios... así como tampoco se avergonzó de nosotros cuando tomó sobre sí todos nuestros pecados, y subió a la Cruz como si fuese un delincuent­e...pero el bautismo que recibió Jesús fue muy “especial”: ciertos hechos nos indican que con Él comienza un nuevo bautismo: El cielo abierto (ya nunca más cerrado por los pecados, como hasta este momento) Es decir, comienza una nueva etapa de relación entre Dios y los hombres: el Cielo viene a nosotros, y nosotros vamos allá: viene con Cristo y el Espíritu Santo. Llega todo, porque Dios mismo viene, y Él será para nosotros y nos dará todo. Estamos frente al comienzo de una nueva humanidad, divinizada. En la proposició­n que San Marcos hace en su Evangelio, el Padre no “presenta” a su Hijo (“Éste es mi Hijo amado”), sino que se dirige a Él (“Tú eres mi Hijo...”): Cristo nos representa a todos, que desde ese momento pasamos a ser hijos amados, complacenc­ia del Padre... Cuando somos bautizados, esta vocación eterna se verifica efectivame­nte, verdaderam­ente: somos una nueva creación. Por lo tanto, nuestra dignidad, nuestra gloria, y nuestro compromiso pasa por VIVIR NUESTRO BAUTISMO...

LA PALABRA NOS COMPROMETE

El profeta Isaías, al igual que Juan Bautista, asumieron una misión complicada, como sin duda lo era, anunciar la inminente llegada de Dios y de su enviado. El pueblo que recibía dicho mensaje vivía en una prolongada situación de crisis social y religiosa. Los habitantes de Jerusalén recién habían regresado del destierro en Babilonia, vivían una especie de segundo éxodo, regresando de una tierra extranjera volverían a ocupar Jerusalén. El Evangelio nos presenta por su parte a Juan Bautista, informando a los israelitas de toda condición que le piden el bautismo, que el enviado definitivo de Dios los renovará con el Espíritu Santo, inaugurand­o la verdadera salvación. Ambos mensajeros sabían que su mensaje no era tan fácil de acoger por parte de un pueblo desencanta­do. La escena del bautismo y la revelación de Jesús como Hijo predilecto de Dios, llenó de confianza y certidumbr­e al Bautista. Dios estaba cumpliendo su promesa. Juan Bautista no tenía una misión sencilla de cumplir, debía persuadir a sus seguidores sobre una dolorosa noticia. Los que seguían a este profeta austero y valiente lo considerab­an como el enviado de Dios. Ahora resultaba que Juan se hacía un lado y animaba a su grupo a poner su confianza en un misterioso personaje, más fuerte que Juan El movimiento del Bautista pretendía renovar por entero a Israel. La multitud reconocía un carisma especial en Juan y no iba a seguir de buenas a primeras a un desconocid­o venido de Nazaret para recibir el bautismo. Enseñanza fundamenta­l oportuna para cualquier líder político o ministro de Jesucristo: es necesario “hacerse a un lado”, dejando libre el camino a otra persona que parece dotada de mejores recursos para cumplir con la misión. Ni el ansia de poder, ni el protagonis­mo son buenos consejeros. Es más sensato dejarse guiar por el sentido común y la humildad, cuando se cree que es Dios quien elige a sus enviados para realizar sus planes.

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