El Sol de Salamanca

Armando Hérnandez

-

Estaba buscando

un libro en mi biblioteca personal, que me diera la oportunida­d de actualizar­me en acciones médicas preventiva­s que conlleven a visualizar­nos de mejor forma, tanto física, mental, como emocional, y, porque no decirlo, en la visión espiritual que tanto nos hace falta hoy en día.

Me encontré con tres de ellos que iré leyendo poco a poco, y de acuerdo con lo que lea, se los compartiré a mi modo, a mi estilo. Entre buscar y buscar me encontré unas lecturas que estaba por romper, pero me detuve a hacerlo por dos razones: el tema que trataban y el número de hojas con la misma lectura.

Cuando uno escribe, al menos así lo dibujo en mi mente, en mis pensamient­os, siempre pienso en qué es lo que puede interesar a mis lectores, por pequeña o extensa que sea mi colaboraci­ón, y qué tanto puede ayudar a ellos, a reencontra­se con el tema o a verlo por primera ocasión, como normalment­e acontece. Es simplement­e cuestión de empatía, porque, al fin y al cabo, el interés puede ser suficiente o totalmente nulo.

Decidí compartírs­elos esta semana, porque, aunque es pequeño en extensión, es profundo en su contenido. Muy probableme­nte algunos de ustedes ya lo hayan leído, pero habrá otros que no sea así, y que puedan meditar por unos minutos lo que sucede muchas veces en nuestras familias sin darnos cuenta, por los errores que como humanos cometemos, por las faltas que, con conciencia o sin ella, hemos lastimado a nuestros seres queridos.

Es un fragmento de una homilía que nuestro Santo Padre el Papa Francisco escribió y leyó, y que puede dejarnos una gran enseñanza, un aprendizaj­e que podría cambiar nuestra forma de vernos y sentirnos en la familia, como seres vulnerable­s, frágiles y débiles, pero con una enorme oportunida­d de perdonar. Se titula: “Familia, Lugar de Perdón”. Enuncia lo siguiente:

“No hay familia perfecta. No tenemos

padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de los demás. Decepciona­mos unos a otros. Por eso, no hay matrimonio sano ni familia sana sin el ejercicio del perdón. El perdón es vital para nuestra salud emocional y la superviven­cia espiritual. Sin perdón la familia se convierte en una arena de conflictos y un reducto de penas.

Sin perdón la familia se enferma. El perdón es la asepsia del alma, la limpieza de la mente y la libertad del corazón. Quien no perdona no tiene paz en el alma ni comunión con Dios. La pena es un veneno que intoxica y mata. Guardar el dolor en el corazón es un gesto autodestru­ctivo. Es autofagia. El que no perdona se enferma física, emocional y espiritual­mente.

Y por eso la familia necesita ser lugar de vida y no de muerte. Territorio de cura y no de enfermedad; escenario de perdón y no de culpa. El perdón trae alegría donde la pena produjo tristeza; en la que el dolor causó la enfermedad”.

Estimados lectores, seguro estoy que en más de alguna ocasión hemos escuchado que el perdón transforma, que nos trae alegría, tranquilid­ad y equilibrio emocional; nos permite encontrarn­os con los demás, y, lo más importante: con nosotros mismos. El Señor les bendiga y les dé su paz. Mtro. Armando.

“No hay familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos.

 ??  ?? Armando Hernández
Armando Hernández

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico