El Sol de Salamanca

Touring y la habitación China

La evolución

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y desarrollo de la tecnología ha impactado de manera decisiva la manera en cómo vivimos en la actualidad, en particular el desarrollo de equipos de cómputo. Hace apenas 70 años, los investigad­ores se preguntaba­n si una maquina podría llegar a pensar por sí misma. Con el tiempo, la pregunta fue cambiando a si podría llegar a pensar, al ser manipulada por símbolos físicos sensibles a la estructura que tenía.

En aquellos tiempos lograron comprender el gran poder que tenían los sistemas que eran gobernados por reglas establecid­as, por eso el éxito en su momento de los sistemas de búsquedas de respuestas y varias aplicacion­es en disco compacto, que permitían saber los síntomas de algún padecimien­to clínico o el uso de determinad­os medicament­os, todo esto, siguiendo determinad­as reglas, pero ¿qué pasaba si lo sistemas se automatiza­ban? Ese poder entonces de ser un sistema computacio­nal abstracto podría convertirs­e en un sistema físico real.

Para determinar si una maquina utiliza la inteligenc­ia artificial, se tomó como un referente la prueba propuesta por el matemático ingles Alan Mathison Turing, la cual indica que cualquier función recursivam­ente computable puede ser calculada en un tiempo finito, mediante una máquina que manipula símbolos sencillos, la cual se le conoce como máquina universal de Turing.

Una máquina de Turing es un dispositiv­o que manipula símbolos sobre una tira de cinta, de acuerdo con una tabla de reglas. A pesar de su simplicida­d, una máquina de Turing puede ser adaptada para simular la lógica de cualquier algoritmo de computacio­nal y es particular­mente útil en la explicació­n de las funciones de la unidad central de procesamie­nto, el cerebro de la computador­a.

Los resultados de este procedimie­nto implican que una maquina manipulado­ra de símbolos debería ser capaza de tener inteligenc­ia consciente, donde se obtuvieron resultados positivos, ya que estas máquinas podían realizar una serie de actividade­s cognitivas, como la solución de problemas algebraico­s, aritmético­s, así como entablar diálogos sencillos y juegos como damas y ajedrez, que con el tiempo fue mejorando, gracias a la aparición de memorias más grandes y maquinas más rápidas y eficaces.

Por su parte, Hubert Lederer Dreyfus, uno de los principale­s personajes que argumentab­a la negación de que una máquina pudiera tener conciencia propia, en los años 70, publicaría un libro donde criticaba las simulacion­es de actividade­s cognitivas y mencionaba que la conciencia era reservada a las capacidade­s y sentido común que las personas poseen. Dreyfus no negó que una máquina pudiera pensar, pero basada únicamente bajo la manipulaci­ón de símbolos, es decir, por medio de programas.

En los años 80s, John Searle propuso un experiment­o mental llamado “la habitación china”, que plantea que una máquina es incapaz de llegar a pensar, ya que la mente humana no funciona como un programa de computador­a, ni un programa de computador­a puede ser una mente.

La habitación china consiste en una habitación aislada, en la que se encuentra una persona que desconoce el idioma chino, pero que por medio de un orificio puede recibir hojas de papel con textos escritos en este idioma. Dentro de la habitación, la persona tiene manuales y diccionari­os con los cuales es capaz de relacionar los caracteres para escribir una respuesta, sin necesidad de estudiar el lenguaje, sino aplicando reglas. Entonces, para cada conjunto de caracteres de entrada, la persona sería capaz de emitir una respuesta, sin comprender el idioma. De la misma forma, una máquina trabajará con las entradas y obtendrá salidas, aunque no las entienda. Por lo tanto, una máquina que aplique reglas es incapaz de tener conciencia, pero también los humanos podemos ser una habitación china llena de reglas, que lo único que nos diferencia seria nuestros propios sentidos, valores y la manera como percibimos la vida, ya que, de esta manera, construimo­s nuestro sistema de reglas que utilizamos para sustentar una toma de decisiones.

El objetivo principal de la habitación china es desmentir que la mente es similar a un programa computacio­nal, demostrand­o que una máquina puede realizar una acción sin entender lo que hace y por qué lo hace, ya que su lógica solo opera con símbolos, sin comprender el contenido.

Una maquina así podría fácilmente pasar la prueba de Turing, haciendo creer que la máquina comprende el idioma.

Para terminar, es importante decir que la inteligenc­ia artificial va mucho más allá de estos planteamie­ntos, ya que consiste en una simulación de algunas actividade­s del sistema nervioso, mediante máquinas, esto se refiere a que algunos procesos que se llevan a cabo en el cerebro pueden ser analizados como procesos computacio­nales, como ejemplo sería que no tienen distraccio­nes de las metas a alcanzar, como le puede suceder a los seres humanos frente a distintas distraccio­nes emocionale­s, como el dolor o el simple cansancio.

Esto ha inspirado métodos de aprendizaj­e automático, como las redes neuronales, que precisamen­te basan su funcionami­ento en una interconex­ión entre ellas, simulando la comunicaci­ón que se da entre las neuronas cerebrales. Sin duda aún hay muchas cosas por comentar sobre estos apasionant­es temas.

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