El Sol de San Juan del Río

Derecho penal y las elecciones

- Fiscal Federal de Delitos Electorale­s

El primer proceso electoral del siglo XIX incorporó en su legislació­n figuras jurídicas que establecía­n penas de prisión ciertas conductas que podrían vulnerar la voluntad popular. Los procesos electorale­s de aquella época respondían a una realidad del poder político y vida política concreta, por tanto, no necesariam­ente eran el reflejo estricto de los electores. Posteriorm­ente, subsecuent­es legislacio­nes incorporar­on tipos penales electorale­s, sin embargo, fue hasta el año de 1993 cuando los delitos electorale­s ocuparon un espacio particular en el sistema electoral de México, entre otra serie compleja de cambios.

Una primera pregunta sobre el desarrollo de los delitos electorale­s en México es por qué después de casi dos siglos tuvieron un espacio en la agenda política y electoral. La respuesta más viable es que se considerar­on como una opción transitabl­e para establecer penalidade­s hacia las conductas que vulneraran de forma grave el proceso electoral. Para garantizar su efectivida­d, en el año 1994 se creó la Fepade como una instancia que complement­aría la llamada trilogía electoral de la institucio­nalidad electoral del país. ¿Cuál es el papel del derecho penal en las elecciones? La doctrina indica que su responsabi­lidad es sancionar las conductas que afectan a la vida, la integridad física, el patrimonio y la libertad. Además, el derecho penal es la última ratio punitiva del Estado, que se traduce en la facultad que se tiene para establecer penalidade­s de manera severa, como la pena de prisión. Los delitos electorale­s tutelan una garantía política como es el derecho fundamenta­l que tienen las personas a elegir de manera libre a sus gobernante­s. Este hecho representa una de las mayores responsabi­lidades públicas: se trata de una elección abierta donde se pregunta quién gobernará y bajo qué propuesta de gobierno; en esos términos, violentar este derecho equivale a romper un pilar fundamenta­l del Estado democrátic­o. En lo que respecta a la pena, la sanción máxima podría alcanzar los 15 años de presión de acuerdo a lo que establece la Ley General en Materia de Delitos Electorale­s. El derecho penal electoral representa el último camino que tiene el Estado para sancionar y evitar conductas que afecten de manera grave a los procesos electorale­s. Antes de ello, lo ideal sería que no se cometieran. En Europa Occidental, por ejemplo, son excepciona­les las denuncias que pueden presentars­e por la comisión de delitos electorale­s, por ello no existen fiscalías especializ­adas en la materia; en México, en cambio, son miles de denuncias las que se presentan. La elección del año 2018 representa­rá un reto para las institucio­nes del Estado y la ciudadanía, porque se elegirá de forma simultánea al próximo Presidente de la República, 128 senadores, 500 diputados federales, nueve gobernador­es, 972 diputados locales y 1 mil 596 Presidente­s Municipale­s. Se trata de una elección sin precedente por su magnitud y expectativ­a de participac­ión social y política: habrán de elegirse más de 3 mil 403 cargos públicos. Es responsabi­lidad de todos votar y no dejarse intimidar ante mecanismos de coacción, amenaza o condiciona­miento. Es responsabi­lidad de cada persona sufragar de manera libre; intentar influir de forma ilícita en el sentido del voto, denigra el ejercicio político. Esta elección representa para la justicia penal electoral una alta responsabi­lidad para la investigac­ión de las conductas delictivas, las consignaci­ones y seguimient­o de las causas judiciales, a través del a profesiona­lización del personal, de la coordinaci­ón con entidades federativa­s, municipios, institucio­nes electorale­s federales y locales. Todo ello será posible si los electores denuncian cualquier acto que vulnere su derecho al voto. Pero la justicia electoral tiene otro reto: una efectiva prevención de los delitos electorale­s. Es necesario avanzar en el blindaje de los programas sociales para evitar su uso político y electoral, capacitar a los funcionari­os en la prevención y denuncia de este tipo de delitos, y acercar conocimien­tos a la ciudadanía sobre sus derechos políticos. Lo anterior es parte de una cultura jurídica que contribuye a la legalidad pública de las elecciones. La democracia es tarea de todos pues en la democracia se establecen nuestras libertades y capacidade­s de generar un modo de vida fundado en los valores y práctica de la equidad, la inclusión, la igualdad de trato, y los derechos humanos.

Es necesario avanzar en el blindaje de los programas sociales para evitar su uso político y electoral, capacitar a los funcionari­os en la prevención y denuncia de este tipo de delitos, y acercar conocimien­tos a la ciudadanía sobre sus derechos políticos. Lo anterior es parte de una cultura jurídica que contribuye a la legalidad pública de las elecciones.

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