El Sol de San Juan del Río

¿A quién le entrego mi poder?

- SARAH MÉNDEZ

Muchas veces nos cuesta mucho trabajo reconocer nuestro poder interior. Dudamos de nuestra capacidad mental, de nuestra sensibilid­ad e instinto de percibir el mundo y del amor incondicio­nal que llevamos en nuestro corazón que le brinda a nuestro entorno una calidez automática y eterna.

Llevamos en nosotros una fuerza ilimitada que nos permite llegar a conquistar lo inalcanzab­le y tenemos la energía de hacer todo a la misma vez sin importar el esfuerzo que requiera la tarea.

Cuando nos proponemos algo, simplement­e, se manifiesta. Debemos saber que tenemos una chispa de Luz única y específica, y así es como funciona para cada una de las almas que se encuentran en el mundo.

Cada mujer tiene una misión en su hogar, con su compañero de vida, con sus hijos, en su trabajo y a cualquier lugar a donde se dirija. Tenemos una responsabi­lidad respecto a ese poder que se nos ha entregado y esa Luz que solo tú posees.

La mujer es sanadora de heridas, físicas y espiritual­es. Cura los males con amor y es definitiva­mente los ojos de la cabeza de un hombre.

Entonces,¿ por qué a veces le entregamos ese poder a otros?. Muchas veces pensamos que los hombres tienen la capacidad de manejar, decidir y ocuparse de ciertas cosas que solo una mujer puede hacer. Debemos saber que para que exista un balance en una relación deben respetarse los rolles que ocupan cada uno de sus participan­tes.

La mujer sin duda, es la que maneja la energía de la relación. Imagina que eres la directora de una compañía, y que todo lo que pasa dentro de esta compañía esta manejado por ti: ¿Seguirías tomando las mismas decisiones? Te pondrías en papel de víctima cuando sabes que tienes el control absoluto de la situación y que de cierta manera eres responsabl­e?

No se trata de ejercer control sobre los demás, ni de forzar a otros a obedecer tus mandatos, recuerda que somos seres humanos y que podemos equivocarn­os, pero ya que tienes el poder de rebelar Luz y de crear milagros en tu propio mundo, úsalos

No le entregues este poder a nadie porque otros no lo podrán emplear de la misma manera. Agarra el toro por los cuernos y date la oportunida­d de rebelar esta dulce y fuerte luz al mundo que irradia desde todo tu ser.

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