Carnaval y cuaresma
El Cronista sanjuanense
La palabra carnaval significa “adiós a la carne” y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que, por falta de métodos adecuados de refrigeración, los cristianos se veían en necesidad de acabar, antes de que empezara la cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese periodo. No solo no consumirían la carne, sino tampoco leche y huevo, entre otros productos provenientes de animales.
Con este pretexto, muchas localidades organizaban -el martes anterior al miércoles de ceniza- fiestas populares, las cuales llamaron carnavales, en los que consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.
El carnaval es reconocido como una fiesta religiosa por la Iglesia católica, la anglicana, las iglesias protestantes y las metodistas.
Muy pronto empezó a degenerar el sentido del carnaval convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los cuales se arrepentirían durante la cuaresma, enmarcados por una serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de forma exagerada. Ejemplo de ello son, hasta la actualidad, los famosos carnavales de Río de Janeiro en Brasil o el de New Orleans en Estados Unidos; aunque México no se queda atrás con los afamados carnavales de Veracruz, Mazatlán, Campeche, entre otros.
El carnaval debe hacerse anterior al inicio de la cuaresma. Por lo general empieza en jueves (jueves lardero) y termina justo el martes siguiente, que se conoce como “Martes de Carnaval”.
Este antruejo combina diversos elementos: disfraces, cantores de coplas, desfiles y fiestas en la calle. A pesar de las diferencias que su celebración presenta en el mundo, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol.
Pasando el carnaval, inmediato se celebra el Miércoles de Ceniza, evento con el que inicia la cuaresma, período de cuarenta días que se contempla desde el miércoles de ceniza hasta el miércoles anterior al jueves santo –inicio del triduo pascual-, en el cual de preceptúan ciertos días de ayuno y penitencia en memoria de los cuarenta días que ayunó Jesús en el desierto. La Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos casi 400 años después de Cristo; a partir del siglo XI, la Iglesia en Roma impone las cenizas al inicio de este tiempo.
Este primer día de la cuaresma, es considerado así en los calendarios litúrgicos católico y anglicano, así como en el de diversas denominaciones protestantes, luterana, metodista, presbiterana y algunas bautistas.
La ceniza se obtiene de la incineración de los ramos bendecidos en el Domingo de Ramos del año litúrgico anterior y es impuesta sobre la cabeza de los fieles que se disponen a recibirla adoptando penitencia y conversión. La palabra ceniza proviene del latín cinis, que significa o representa el resultado de la combustión de un elemento material por el fuego.
Para los fieles, tanto el miércoles de ceniza como el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. Por ejemplo, en el caso de la iglesia católica, la abstinencia obliga a partir de los 14 años de edad y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. Y a partir de ahí los todos los viernes hasta el viernes santo. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Para los penitentes este es un modo de pedirle perdón a Dios por los males cometidos y renovar votos de obediencia y cambios para bien.