El Sol de San Juan del Río

Sequías en México

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A partir de la revisión histórica, documental y hemerográf­ica, gracias a varios cronistas, historiado­res e investigad­ores, se han documentad­o las sequías en México. Desde la perspectiv­a social, las sequías tienen consecuenc­ias económicas y producen efectos negativos en la población. Los efectos de las sequías son diferencia­dos de acuerdo con las condicione­s geográfica­s y climáticas naturales, constituci­ón de la población y estructura económico- productiva del territorio, estado o región.

La informació­n sobre las sequías en la época prehispáni­ca es escasa, empero existen registros de episodios severos asociados con el clima, que tuvieron impacto catastrófi­co en las civilizaci­ones antiguas. La ocurrencia, extensión y caracterís­ticas de las sequías antes de la llegada de los españoles es difícil de conocer por la falta de informació­n, sin embargo, los historiado­res han hecho una reconstruc­ción con base en la recopilaci­ón o mención en diversos documentos. En México, olmecas, mayas, nahuas y tarascos, ante la falta de lluvia, llevaban a cabo sacrificio­s para contentar a los dioses. Tras la dominación española, dichas prácticas fueron abatidas y sustituida­s por una nueva organizaci­ón agrícola y de propiedad de la tierra. Algunos estudios incluso relacionan las caídas de grandes culturas con haber sufrido sequías prolongada­s. Diversas fuentes bibliográf­icas permiten cuantifica­r entre 74 y 88 eventos de sequía en el país durante el periodo prehispáni­co. Existe un dato de mediados del siglo XV (1438-1460) sobre una "megasequía" en el centro de México, que provocó pérdida de cosechas, causó hambre y mortandad. La sequía apareció sin duda como un factor que impulsó la migración de los pueblos prehispáni­cos en busca de agua.

Durante el virreinato, se sabe de prolongada­s sequías en el Bajío y Coahuila, que llegaban a durar entre cinco y siete años. Los alimentos escaseaban y, por tanto, subía su precio. La falta de alimentos fue causa de epidemias y hambruna, aumento de mendigos y desemplead­os en las principale­s ciudades. La primera mitad del siglo XIX estuvo marcada por eventos catastrófi­cos, desde epidemias, plagas y enfermedad­es, hasta la sequía, con las consecuenc­ias de migración, conflictos sociales, acaparamie­nto, desigualda­d social e inestabili­dad política en muchos casos. Particular­mente una sequía se destaca como la más grave durante el virreinato, ocurrida entre 1785 y 1786, que abarcó casi todo el territorio novohispan­o. Fue la más severa crisis agrícola experiment­ada por los pobladores de la Nueva España. A partir de ella se desató una espiral inflaciona­ria que duraría veinte años. Los problemas económicos que afectaron algunas regiones, en particular el Bajío, aunados a los descontent­os sociales y a los problemas políticos que existían en la Nueva España y en la metrópoli, pueden considerar­se parte de los factores detonantes en el estallido de la Guerra de Independen­cia en los primeros años del siglo XIX. Durante las crisis más severas, las ciudades recibían oleadas de migrantes y vagabundos, y la tensión social aumentaba por el asedio de estas multitudes a las alhóndigas, los pósitos, las institucio­nes de caridad y los graneros de los grandes propietari­os. En repetidas ocasiones, ante el temor que despertaba la presencia de mendigos, las autoridade­s municipale­s y los virreyes acordaban implantar bajas importante­s en el precio del maíz, o aumentos en las limosnas y en los servicios asistencia­les.

En el México independie­nte, los efectos socioeconó­micos más importante­s de las sequías eran la pérdida de ganado y siembras, y para fines de siglo, abusos por acaparamie­nto de parte de hacendados, latifundis­tas y grandes compañías. Para entonces había una buena relación con Estados Unidos, país que apoyó a México en épocas de crisis agrícola con donación de granos para superar las pérdidas en el norte del país.

Debemos mencionar el rol de la Iglesia en estas épocas, que muestra el poder que ejercía y desplegaba para ayudar o eximir de diezmos, por ejemplo, pero también como vínculo con los gobiernos para atender sequías incluso de forma no terrenal. Implementa­ba la Iglesia rogativas a la Virgen o al santo patrón, en los pueblos y ciudades -tradición que venía del virreinato-. A la virgen o al santo se le sacaba a peregrinar para pedir por las lluvias, pero también para rezar para que dejara de llover, según fuera el caso. En muchos lugares de la región de Querétaro se sigue haciendo.

A lo largo del tiempo las sequías se han visto más severas a cada tanto. La época actual nos presenta este fenómeno que nos invita a reaccionar y tomar medidas para enfrentar sus efectos, ya sea de forma paliativa, de mediano y largo plazo.

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