Ricardo Ortega Camberos
Buenos días, amables lectores. Hoy voy con preguntas para ver dónde estamos: ¿Cómo entender que una encuesta ciudadana sea legal sin el consenso popular ni la aceptación constitucional?
¿Cómo aceptar que un presidente huya de su obligación y responsabilidad?
¿Cómo avalar a quien impone y no deja de imponer?
¿Cómo hacer país sin atender su historia?
Bienvenido nuestro presidente electo. Mejor llegada la supuesta democracia. Hoy, con ello, nuestra pequeña nación carece de rumbo. Hoy, con dos presidentes, estamos peor que el Vaticano con dos Papas.
Por lo menos allá, el alemán se oculta; aquí, por desgracia, el que debe dar la cara tambié n se oculta. Ya no se trata de saber quién voto a favor o en contra de Santa Lucía. No. Se trata del voto inducido, del que refiere que más de 85 por ciento de ciudadanos del país no se han subido a un avión, como me refiere el arquitecto Rubén Jaramillo.
Cuántos de los que participaron en ese amañado ejercicio popular, lamentablemente, nunca han viajado por aire —y ni viajarán—.
En la consulta existe una buena intención, un entrenamiento “popular” para las cosas que nos vienen como nación, como el país ejemplo en América y, sobre todo, Centroamérica, sin embargo, por lo que refiere de manera contundente, la oclocracia no es lo que queremos. Esta forma de gobierno refiere que en temas trascendentes, la decisión no la toma el pueblo, sino la muchedumbre, y así lo testimonió Polibio.
Es más, agrega, cuando el pueblo, manipulado, decide sin información, se trata del peor de los sistemas políticos, el último estado de la degradación del poder o sea degeneración de la democracia. La oclocracia se nutre del rencor y la ignorancia.
Hasta ahora, nada asegura el cambio de proyecto de Texcoco a Santa Lucía; nadie puede saber a dónde se irían los jugosos dineros de tan enorme y costosa obra. El caso, y si alguien se preocupa, ¿qué pasaría con los cientos de trabajadores que laboran, hasta el día de hoy, ahí? ¿A dónde los mandarán? Y los inversionistas que apostaron su fortuna y patrimonio familiar, ¿a dónde quedarán, ellos y sus recursos? Y los miles de millones de pesos invertidos en el triste NAIM, ¿qué rumbo tendrán? ¿Quién dará cuentas de los miles de millones invertidos?
La mala señal es que aún sin tener nuevo presidente, nuestro país navega por aguas autoritarias, con voz de muy pocos y con ganas de eliminar pasado.
Brasil inicia nueva era con presidente ultraderechista, no soportaron discursos, ni populismo. México, hoy, deberá hacer caravanas a Nicolás Maduro en la toma de posesión de López Obrador. Así, el futuro, en medio de miles migrantes expulsados por la propia Venezuela.