Joel Torres Maldonado
Desde el anuncio de su construcción, el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) ha causado polémica, debates y enfrentamientos entre el gobierno saliente, el entrante y la ciudadanía. Algunos argumentan que este gigantesco proyecto es justo lo que México necesita para resolver problemas de saturación y tráfico aéreo e impulsar el turismo y la economía, mientras que otros la consideran una obra sobrevaluada, cuyo recurso podría destinarse a adicionar dos pistas al aeropuerto militar de San Lucía, así como acondicionar el que ya se encuentra en Toluca.
Como es de conocimiento público, nuestro presidente electo Andrés Manuel López Obrador ya anunció la cancelación del NAIM. No sabemos si el 1º de diciembre efectivamente se cancele o no la obra, decir más al respecto sería especular, por lo que enfocaremos esta columna a analizar los efectos provocados por la decisión del presidente electo.
Lo primero, y más preocupante, es la forma en que se toma la decisión de cancelar el NAIM. Si bien es cierto que AMLO desde su campaña prometió la cancelación del aeropuerto, ahora la anuncia como resultado de una “consulta popular” al pueblo mexicano. El problema no es la consulta realizada, al contrario, es bueno que se tome a los ciudadanos en cuenta en sucesos de tal magnitud, sino el problema es la forma en que la realiza.
Existe en nuestro país la Ley Federal de Consulta Popular que marca los lineamientos para realizar una consulta popular legal y válida. Para comenzar, solo puede iniciarse a petición del Presidente de la República, del 33% de los integrantes de cualquier Cámara del Congreso, o bien por petición ciudadanos en un equivalente al 2% del padrón electoral. En el caso, no se cumple ninguno de los supuestos. Ahora bien, el Instituto Nacional Electoral es quien debe fungir como organizador de la consulta, cosa que no sucedió.
Lo que realmente sucedió es una consulta mal hecha, tendenciosa y diseñada para respaldar el capricho del presidente electo, quien estará tomando protesta en un mes y que hasta entonces no puede tomar acción ni decisión respecto al NAIM, por lo que era completamente innecesario el ejercicio de la consulta en este momento.
Las consecuencias comenzamos a sufrirlas de forma inmediata con el alza en el precio del dólar rebasando los veinte pesos, la caída instantánea de la Bolsa Mexicana de Valores en un 3%, los costos que se pagarán por no continuar con la construcción del NAIM, dinero con el que se podrían financiar algunos de los proyectos prometidos en campaña, y ni hablar de la incertidumbre que genera este acto de aparente autoritarismo.
Pero nada de eso importa, tenía que enviarse un mensaje claro y contundente, el futuro presidente tiene en sus facultades, en el Congreso y en la ciudadanía, las herramientas para modificar leyes, lanzar referéndums y llevar a cabo sus ambiciones y deseos sin oposición alguna.