El Sol de San Luis Potosi

“La Traviata” se presentará el 15 de diciembre

En “Sábados de Ópera” en el CC200 de la UASLP

- ANGÉLICA MALDONADO MORALES

La Universida­d Autónoma de San Luis Potosí, a través de la División de Difusión Cultural, continúa con el programa de “Sábados de Ópera en vivo desde el Met de Nueva York”, con un programa que el 15 de diciembre ofrecerá la presentaci­ón de La Traviata de Guiseppe Verdi a las 11:55 de la mañana en el Centro Cultural Universita­rio Bicentenar­io.

Previo a la presentaci­ón de la ópera se realiza una charla introducto­ria a cargo del maestro Hugo Gallegos en las salas del CC200 a partir de las 10:30 de la mañana.

La Traviatta es una ópera en tres actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Francesco Maria Piave, basado en la novela de Alexandre Dumas (hijo) La dame aux camélias (1852), aunque no directamen­te sino a través de una adaptación teatral. Titulada en principio Violetta —nombre del personaje principal—, al parecer está basada en la vida de una cortesana parisiense, Alphonsine Plessis.

Piave y Verdi querían seguir a Dumas dándole a la ópera una ambientaci­ón contemporá­nea, pero no fue hasta la década de 1880 que se respetaron los deseos originales del compositor y del libretista y se representa­ron produccion­es con estas caracterís­ticas.

La ópera está dividida en tres actos que son los siguientes:

PRIMER ACTO

Violetta Valéry sabe que va a morir pronto, consumida por su agitada vida de cortesana. En una fiesta, le presentan a Alfredo Germont, quien hace tiempo la admira. Se comenta que él se informa a diario sobre el estado de salud de Violeta. A los invitados les divierte tal actitud, aparenteme­nte ingenua y emotiva, y le piden a Alfredo que haga un brindis. Él brinda por el amor verdadero y Violetta responde alabando la libertad del amor (Ensamble: ““Libiamo ne’ lieti calici”). La honestidad y la candidez de Alfredo la emocionan. De repente, se siente débil y los invitados se retiran. Sólo Alfredo se queda con ella y le declara su amor (Dúo: “Un dì felice”). Violeta le responde que no hay lugar para tales sentimient­os en su vida, pero le da una camelia, pidiéndole que regrese cuando la flor se marchite. Él entiende que la verá al día siguiente. A solas, Violetta se siente afligida por sus emociones en conflicto— no quiere abandonar su estilo de vida, pero al mismo tiempo siente que Alfredo ha despertado su deseo de ser amada verdaderam­ente (“Ah, fors’è lui… Sempre libera”).

SEGUNDO ACTO

Violetta ha escogido vivir con Alfredo, y juntos disfrutan de su amor en el campo, lejos de la sociedad (“De ‘miei bollenti spiriti”). Cuando Alfredo descubre que eso sólo es posible porque Violetta ha puesto sus propiedade­s a la venta, inmediatam­ente se va a París para conseguir dinero. Violetta ha recibido una invitación para un baile de máscaras, pero ya no le interesan tales distraccio­nes. En ausencia de Alfredo, su padre, Giorgio Germont, visita a Violetta. Le exige que se separe de su hijo porque la relación amenaza la inminente boda de su hija (Dúo: “Pura siccome un angelo”). Pero al transcurri­r la conversaci­ón, Germont percibe que Violetta no está detrás del dinero de su hijo, y que ella es una mujer que ama desinteres­adamente. Él apela a la generosida­d de espíritu de Violetta y le explica que, desde el punto de vista burgués, su relación con Alfredo no tiene futuro. Violetta acaba cediendo y acepta abandonar a Alfredo para siempre. Solamente después de su muerte deberá él enterarse de porqué ella volvió a su vida pasada. Ella acepta la invitación para el baile y escribe una carta de despedida para su amante. Alfredo vuelve y, mientras está leyendo la carta, su padre llega para consolarlo (“Di Provenza”). Pero los recuerdos de un hogar y una familia feliz no impiden que un Alfredo furioso y celoso desee venganza por la aparente traición de Violetta.

En el baile de máscaras, corre la noticia de la separación de Violetta y Alfredo. Hay bailes grotescos y de mal gusto, ridiculiza­ndo al amante engañado. Mientras tanto, llegan Violetta y su nuevo amante, el Barón Douphol. Alfredo y el barón disputan en la mesa de juego y Alfredo gana una fortuna: suerte en el juego, infortunio en el amor. Cuando todos parten, Alfredo confronta a Violetta, quien afirma estar verdaderam­ente enamorada del Barón. Encoleriza­do, Alfredo pide que los invitados sean sus testigos y declara que no le debe nada a Violetta. Le arroja el dinero que ha ganado. Giorgio Germont, al presenciar la escena, reprende a su hijo por su comportami­ento. El barón desafía a su rival a un duelo.

TERCER ACTO

Violetta está muriendo. El último amigo que le queda, el doctor Grenvil, sabe que sólo le quedan unas pocas horas de vida. El padre de Alfredo le ha escrito a Violetta informándo­le que su hijo no fue herido en el duelo. Lleno de remordimie­nto, le ha contado a Alfredo sobre el sacrificio de Violetta. Alfredo quiere reunirse con ella lo antes posible. Violetta tiene miedo de que él llegue demasiado tarde (“Addio, del passato”). Afuera, se oyen sones de celebracio­nes desenfrena­das, mientras Violetta agoniza. Finalmente llega Alfredo y el reencuentr­o llena a Violetta de una euforia final (Dúo: “Parigi, o cara”). Retornan su energía y su exuberante alegría de vivir. Tanto la tristeza como el sufrimient­o parecen haber desapareci­do, una última ilusión antes de la llegada de la muerte.

Los boletos tienen un costo de $150.00 entrada general, estudiante­s con credencial vigente $75.00; la venta de boletos ya está disponible además de las taquillas del Centro cultural en la plataforma de TicketOne. En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbr­e, se compadeció de ella y curó a los enfermos.

Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer”. Pero Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”. Ellos le contestaro­n: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. Él les dijo: “Tráiganmel­os”.

Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuye­ran a la gente. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

LA GENEROSIDA­D DEL PADRE Cuando el pueblo marchaba por el desierto, como nos refiere el libro de los Números, se quejaba por no disponer de carne y por tener que comer uno y otro día el maná. La travesía por el desierto nos hace pensar en la escasez y la carencia. En el desierto, el ser humano no puede hacer valer sus recursos materiales y vive más consciente del favor y el auxilio de Dios.

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Se presentará en el CC200 de la UASLP para el deleite de los potosinos. Redes

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