Santo Evangelio según San Mateo: 9, 27-31
Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos, que gritaban: “¡Hijo de David, compadécete de nosotros!”. Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: “¿Creen que puedo hacerlo?”. Ellos le contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente: “Que nadie lo sepa”. Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
NO QUEDARÁN TIRANOS
A riesgo de ser muy hábiles para acusar de tiránico, malvado y cínico al otro, sin haber desarraigado nuestros propios excesos y mentiras, resulta comprensible el hartazgo de Israel contra la tiranía. El profeta Isaías conoció de manera directa la brutalidad de los invasores asirios y a su vez, padeció el cinismo del rey Acaz que decía confiar en Dios, mientras compraba protección ante el rey de Asiria. Las experiencias deshumanizadoras tienen que ser llamadas por su nombre: tiranía, cinismo, esclavitud, discriminación. etc. El texto del profeta no es un cuadro romántico o idealista, aunque lo parezca. La función de estos textos es inspirar procesos de transformación con un rumbo y un perfil definidos. Una convivencia verdaderamente humana no podrá tolerar formas de gobierno dictatoriales. Esas pulsiones están muy arraigadas en nuestra tradición caciquil. Son contrarias al espíritu del Evangelio. Del libro del profeta Isaías: 29, 17-24
Esto dice el Señor: “¿Acaso no está el Líbano a punto de convertirse en un vergel y el vergel en un bosque? Aquel día los sordos oirán las palabras de un libro; los ojos de los ciegos verán sin tinieblas ni oscuridad; los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor y los pobres se gozarán en el Santo de Israel; porque ya no habrá opresores y los altaneros habrán sido exterminados. Serán aniquilados los que traman iniquidades, los que con sus palabras echan la culpa a los demás, los que tratan de enredar a los jueces y sin razón alguna hunden al justo”. Esto dice a la casa de Jacob el Señor que rescató a Abraham: “Ya no se avergonzará Jacob, ya no se demudará su rostro, porque al ver mis acciones en medio de los suyos, santificará mi nombre, santificará al Santo de Jacob y temerá al Dios de Israel. Los extraviados de espíritu entrarán en razón y los inconformes aceptarán la enseñanza”.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.