El Evangelio de Hoy Domingo
Santo Evangelio según San Lucas: 3, 1-6
En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisarías, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.
Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías: Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios. Palabra del Señor.
TODOS VERÁN LA
SALVACIÓN DE DIOS
Con mucho entusiasmo y una gran convicción el profeta Baruc anima a sus lectores a alegrarse por la llegada de los israelitas repatriados. Es necesario ponerse la diadema de la victoria, ponerse de pie y alegrarse porque Dios cumple su palabra. Él es quien encabeza la columna de los repatriados que retornan. Recurriendo al lenguaje hiperbólico, el profeta imagina que barrancos y colinas se nivelarán a fin de asegurar la marcha de los caminantes. Con esas mismas imágenes se expresó también Isaías y, a partir de las mismas, inició Juan Bautista su movimiento de renovación general en la vida de Israel. Una transformación de fondo no se opera de manera sencilla, antes bien, es necesario recurrir a un relato y un símbolo poderoso. Juan Bautista reaviva el tema del paso del Jordán y lo asocia al bautismo y la confesión de pecados.