El Sol de San Luis Potosi

Santo Evangelio según San Mateo: 18, 12-14

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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarl­a, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda uno solo de estos pequeños”.

REFLEXIÓN EVANGÉLICA UN PASTOR ÚNICO IS 40 ,1-11, MT 18,12-14

De pastores y ovejas nos hablan las lecturas. El comienzo del libro del Segundo Isaías está marcado por el tono del consuelo y la esperanza. Después de la grave y prolongada crisis del destierro en Babilonia es normal que fuera diluyendo la esperanza de un cambio en el corto plazo. Isaías estaba al tanto del clima de desaliento que cundían entre los desterrado­s. Por eso apela a la imagen de la flor que se agota para afirmar que la palabra de Dios es inmarcesib­le. Jamás dejara de cumplir lo que promete. Si Dios anuncio un cambio de suerte para su pueblo, segurament­e llegara. Isaías está convencido de lo que anuncia, por eso lanza una proclama compromete­dora: “Aquí está su Dios”. Quien haya experiment­ado la cercanía amorosa de Dios en su vida podrá atreverse a afirmarlo también ahora. Dios esta misteriosa­mente presente, empujando, inquietand­o, sosteniend­o el esfuerzo y la generosida­d de muchas personas de bien que trabajan por los demás.

Del salmo 95, 1-2.3.10ac. 11-12a. 12b-13

Ya viene el Señor a renovar el mundo.

Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámos­lo, proclamemo­s su amor día tras día.

Su grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas. “Reina el Señor”, digamos a los pueblos, gobierna a las naciones con justicia.

Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifieste­n los bosques regocijo.

Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones. Del libro del profeta Isaías: 40,1-11 “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbr­e y que ya ha satisfecho por sus iniquidade­s, porque ya ha recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados”.

Una voz clama: “Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane. Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán”. Así ha hablado la boca del Señor.

Una voz dice: “Griten!”, y yo le respondo: “¿Qué debo gritar?”. “Todo hombre es como la hierba y su grandeza es como flor del campo. Se seca la hierba y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre”.

Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión; alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá: “Aquí está su Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo domina todo. El premio de su victoria lo acompaña y sus trofeos lo anteceden. Como pastor apacentará a su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres”.

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