La mente, ¿amiga o enemiga?
versa que tengamos, además debemos de cambiar nuestro vocabulario pesimista, esto será en ocasiones un proceso lento pero seguro, pues DIOS nos quiere siempre con una fe inquebrantable, con una alegría permanente, con una gran decisión para tener una mejor calidad de vida.
También es muy importante poner en práctica varias cualidades o virtudes que tenemos, para hacer que nuestro cerebro trabaje casi en una forma normal, es difícil pero si queremos si podemos tener cotidianamente mucha paciencia, tolerancia, prudencia, empatía, solidaridad, con las personas que están a nuestro alrededor; porque de eso depende nuestra estabilidad emocional o espiritual, vale la pena poner en práctica lo antes mencionado para saborear la miel del vivir en paz con nosotros mismos vale la pena dedicar todos los esfuerzos a la tarea de las tareas: para alejar de nuestras fronteras a los más devastadores enemigos de la vida humana; el sufrimiento, la tristeza, la depresión.
El hombre de la sociedad tecnológica se ha acostumbrado a solucionar sus problemas de salud buscando y esperando la sanación, poco menos que mágicamente, en los consultorios y las farmacias. ¡Vana ilusión o peligrosa dependencia! Lo menos que le puede suceder es que acabe perdiendo la confianza en sí mismo descuide el esfuerzo, abandone en un rincón la paciencia, pero sobretodo olvida el hecho de que lleva en sus manos el arma más poderosa para salvarse así mismo, "la mente amiga" que lo impulsa a buscar por otros medios su salud integral.
Si desde hace mucho tiempo hemos tenido una mente enemiga, obsesiva, traicionera, es por eso que no tenemos en la actualidad un bienestar total, un desarrollo pleno, unas buenas relaciones interpersonales, y así sucesivamente, pero primero DIOS si cambiamos esa mala programación que nos metieron desde niños la cual nos ha hecho un gran daño, lograremos ser dueños de nuestros pensamientos, sentimientos, de nuestra libertad interior para estar plenamente seguros que la mente puede ser nuestra mejor amiga, no nuestra peor enemiga