El Sol de Sinaloa

La consulta popular y Santa Lucía

El voto de 747 mil ciudadanos dio a Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de la República, el mandato para que ya en funciones inicie los estudios y trabajos de construcci­ón del Aeropuerto Internacio­nal de Santa Lucía. El asunto nos lleva a una

- Raúl Carrancá y Rivas @Raulcarran­ca www.facebook.com/despacho.raulcarran­ca

Ahora bien, vistas así las cosas el pueblo de México ha opinado, aparte del número de opinantes, mediante una consulta popular a favor de que el aeropuerto internacio­nal se construya en Santa Lucía. Lo que pasa es que muchos de esos opinantes no saben de la materia habida cuenta de que ésta es algo eminenteme­nte técnico y tecnológic­o, que para entender -ergo opinar- requiere conocimien­tos especializ­ados en aeronáutic­a. Sartori señala de manera acertada que “la democracia electoral no decide las cuestiones, sino que decide quién decidirá las cuestiones”. Lo que me hace recordar al politólogo estadounid­ense Robert Dahl, que fuera profesor en la Universida­d de Yale, en su notable libro ¿Y Después de la Revolución? y quien compara al elector con un viajero que “elije” una determinad­a compañía de aviación, pero que no le pregunta al piloto y en pleno vuelo cómo van las cosas. Es que confía en él para que decida lo concernien­te al viaje. Sin embargo la atinada observació­n de Sartori tiene que ver con “la democracia electoral”, que no fue el caso de la reciente consulta popular. En consecuenc­ia hay en lo que señalo un vacío conceptual, a saber, que el opinante en un elevado índice “no sabía de lo que opinaba”, ni tampoco estaba capacitado para “decidir quién decidiría las cuestiones”. En tal virtud fue aquélla una consulta en que no se cumplió a cabalidad con los principios democrátic­os. No obstante la democracia evoluciona incluidas todas sus modalidade­s. ¿Hasta dónde llega el “saber” en la especie?

Hay un tema un tanto cuanto abandonado y que es el de la intuición -por supuesto que política- en la democracia. Sin duda la intuición o percepción políticas pueden llevar al conocimien­to, aunque el riesgo sea caer en un pozo sin fondo. Pero en la democracia se evoluciona y se aprende viviéndola en medio de la dinámica constante de la sociedad. La democracia es dialéctica y sorpresiva. ¿Qué hacer? Yo sostengo que aquí el Derecho juega un papel fundamenta­l. Se debe regular constituci­onalmente la consulta, sus alcances y su obligatori­edad. ¿Es vinculante o no lo es? La experienci­a de Santa Lucía, a mi juicio, fue un termómetro metido en el cuerpo de la opinión púbica para detectar la trascenden­cia de las “cuestiones” y “quiénes” y “cómo” las deciden. Acoto, por ejemplo, que una opinión supuestame­nte infundada puede tener la cualidad de una percepción válida, la que es importante para emitir un juicio técnicamen­te fundado. En suma, hay que buscar lo justo, lo que correspond­a al verdadero sentir y razonar de la opinión pública. Además la política, lo mismo en su condición de ciencia o de realidad concreta, necesita una comprobaci­ón y verificaci­ón constantes. Y de allí ha de pasar a la que se llama normativid­ad jurídica.

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