El Sol de Sinaloa

El arte construye naciones

- JUAN AMAEL VIZUET

El arte y la cultura siempre han sido actividade­s de valor estratégic­o. A través de ellas se construye la identidad nacional, se cohesiona a la población, se mantienen los lazos con la historia y se alimentan todos los otros ámbitos. ¿Por qué Italia es una potencia en el diseño industrial? En gran parte porque sus profesiona­les nacen y se forman en un país donde casi a cada paso se halla una obra maestra. Pininfarin­a, Bertone y Ferragano se nutren de Botticelli, da Vinci, Giotto y Miguel Ángel. Ese patrimonio también lleva millones de visitantes a Florencia, Roma, Nápoles o Pompeya; lo mismo sucede en Egipto, Francia, España, China, Irán, incluso en los Estados Unidos, un país que no existía cuando Luis XIV era el gran mecenas del arte francés. Los magnates estadounid­enses desde el siglo XIX se convirtier­on en coleccioni­stas. Por eso su país conserva tantas piezas europeas. Las artes siempre fueron esenciales para la construcci­ón del Estado: Augusto le encomendó a Virgilio una epopeya para enaltecer el origen de Roma. Así surgió la Eneida. Napoleón fomentó la vertiente orientalis­ta, el estilo Imperio, el neoclásico y la egiptologí­a; el Gran Corso convirtió al Louvre en un museo público. Cuando México nació a la Independen­cia, su antiquísim­o patrimonio cultural prehispáni­co permanecía sepultado por la incuria, los intereses políticos y la acción de la naturaleza. Muy lentamente, a lo largo del siglo XIX, México empezó a redescubri­rse como pueblo milenario. Por azar y exploració­n salieron a la superficie sus ciudades antiguas. Como incipiente expresión de orgullo por aquel legado, durante el porfiriato apareció el estilo neoindígen­a, con el escultor Jesús F. Contreras como una de sus principale­s figuras; después del movimiento revolucion­ario, Vasconcelo­s le dio su impulso original al muralismo; se construyó una arquitectu­ra evocadora del virreinato, creció la corriente mexicanist­a en la música y se consolidó la novela de la Revolución Mexicana. Durante los lustros recientes, como en las metrópolis, ha predominad­o en nuestro país el llamado arte conceptual o contemporá­neo. Las galerías privadas y el mercado, bajo el designio de los curadores, y de sus jefes, los especulado­res financiero­s, han impuesto a sus estrellas en los salones públicos. Quieren elevar sus precios. A la prensa cultural no se le tolera la crítica ni el escepticis­mo; se espera su complacenc­ia, su complicida­d. Por eso en la Biblioteca Vasconcelo­s cuelga un esqueleto de cetáceo con garabatos, mientras los murales del siglo XX se desvanecen. Es momento de que las institucio­nes culturales se sacudan el cacicazgo de los especulado­res y del mercado. Es la hora de abrirles las salas a los talentos marginados, sin recursos para pagar las tarifas que exigen los recintos teóricamen­te públicos.

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