El Sol de Tampico

Tomemos un café

- JULIA MERAZ EL OTRO GALLO

Tomemos un café, ven siéntate aquí junto a mí, por favor... siéntate sin prisas que no te quitaré mucho tiempo... sí, ya sé que estás ocupado, sé que debes trabajar, que los niños deben ir al colegio y que el coche hoy no quiere arrancar. Pero ven, quédate un momento, un segundo nada más. Pero hombre no te vayas aún que el día está por comenzar.

Tomemos un café, mira está listo y servido... no por favor, no te marches... no me dejes aquí de nuevo sola hablando en el aire. Un segundo nada más es lo que pido, como cuando fuimos novios y hablábamos horas de esto, de aquello de nosotros... del futuro.

Sí sé que se te hace tarde y el café se ha enfriado. Vete pues, sal al mundo y quédate tranquilo que cuando regreses el café te estará esperando...

Amar después de amar es la acción propia del eterno enamorado. Es la condición perenne del sentimient­o, el saber abrazar la mente y el alma tanto como los sentidos es lo que le da la condición de humano al amor, sin él cual se convierte en un mero goce sensorial que se ve colmado una vez consumado el acto carnal.

El hastío deriva entonces de la repetición continua e ininterrum­pida de una acción. La rutina entra a la casa sin que sea percibida como la enfermedad o la muerte, devorando poco a poco nuestros días. Tiene olor a café rancio, a noches de desvelo y discusión, a lejanía y la nefasta caracterís­tica de volver invisible al ser amado, relegándol­o a un segundo plano como una silla o un mueble cualquiera, donde la mujer y en algunos casos el hombre, se convierten en una especie de sirviente y un proveedor dentro de una simbiosis extraña donde los únicos lazos que los mantienen unidos son los hijos.

Caminantes errantes y errados que deambulan sin destino común, durmiendo bajo el mismo techo y en el mismo lecho, donde la infelicida­d hace su aparición antes que la infidelida­d.

Y he aquí que algo tan sencillo y barato como el charlar un momento en torno a una taza de café puede hacer la diferencia entre el olvido y el amor después del amor.

Recordar que los amantes eternos en un tiempo fueron amigos sinceros, vidas que se han fundido en un sólo cuerpo noche tras noche, día tras día. Juego de almas que recorriero­n las calles adoquinada­s en un eterno ir y venir donde los sueños sin frontera del amor juvenil reposa aún entre sus fronteras en espera de revivir.

Escuchar al ser amado, sencilla acción capaz de salvar una relación que encerró poesía alguna vez y que por falta de riego hoy se encuentra en el precipicio del olvido.

Recitarle al amor con palabras dulces y oídos prontos, recitarle al amor que se entrega día a día sin pedir nada más que ser más que una silla. La vida corre más aprisa que el tiempo mismo, el cual nos alcanzará un día cortando nuestro aliento, cortando nuestra prisa y para ese entonces quizás el café ya se habrá enfriado.

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