Las memorias del señor Cuarón
Roma es una película entrañable en el sentido que hurga en la memoria que no en el recuerdo
Yes que a la memoria se entra desarmado de exactitud y de aseo, incluso, moral. Recrear significa dejar cosas verdaderas fuera del campo de visualización.
Roma es el ajuste de cuentas de Alfonso Cuarón con el cine mexicano y la retahíla íntima de vivencias que lo conformaron desde temprana edad. Roma es un filme, un producto estético antes que nada, y así debe ser abordado. La enorme expectativa que ha despertado la película (se ha llegado a decir en diarios nacionales que ha conmocionado al país) indica que los puntos sociales que involucra: la desprotección de los derechos de las sirvientas, el machismo y la violencia de Estado (el impune halconazo) son asignaturas pendientes a casi cincuenta años de haber sucedido los hechos de la reciente obra del ganador del Óscar por Mejor Director por Gravity.
Más que una historia para la pantalla grande y el streaming, Roma es una bella carta de amor a la nana de Cuarón, Libo, a quien está dedicada la película y que está ficcionada con el nombre de Cleo/Yalitza Aparicio, y al país que él ha visto transitar hacia una modernidad cuestionada.
En 1970, la familia de Sofía/ Marina de Tavira, su madre y sus cuatro hijos se ven de pronto fracturada por la partida de Antonio/Fernando Grediaga, el pater familia. Las presencias de Cleo y Adela/Nancy García en el servicio doméstico conforman el cuadro de este clan que vive en la calle Tepeji 21 de la colonia que le da nombre al filme.
El minimalismo, colindante al neorrealismo italiano, y el virtuosismo técnico (travellings laterales en el mar, en las calles, en el interior de la casa) que ya es referencia de Cuarón en sus estilizados largos planos secuencias, concatenan a Roma con un fresco doloroso, sazonado con un blanco y negro que adjetiviza la época sí, pero también lo uniformiza de la esperanza y el sentido de humanismo.
Porque eso es Roma, pese a la aparente complacencia hacia el personaje de Cleo por parte de Cuarón, un repaso de fraternidad hacia seres invisibles, sin discursos grandilocuentes. De aquí que Cleo guarde una ilación moral son Elisa/La forma del agua, de Guillermo del Toro en su prurito no del triángulo de Karpman (salvadorperseguidorvíctima) sino en su condición simple de habitante de la soledad más ramplante e injusta.
Roma es una constante lección de cine en su pura expresión: Fellini, Dreyer Ozu, Buñuel, Rosellini, Reygadas, Truffaut. La ausencia tanto del close up como de partitura musical enfatizan la distante frialdad y orfandad que ofrece la memoria, acaso nuestro recurso más angustioso para combatir el olvido…