El Sol de Tampico

Feliz Navidad

Amable lector, que pase una feliz Nochebuena y Navidad en compañía de sus seres queridos

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Que todo sea paz, armonía y buenos deseos. Y si acude a algún restaurant­e o centro social para compartir, no se olvide de aquellos que tienen que trabajar en esta fecha y darles su propina como muestra de agradecimi­ento por un buen servicio o producto consumido. Esto revela nuestras creencias, saberes, valores y pautas de conducta.

En mi opinión, cuando se retribuye a cada persona que nos ayuda, da instruccio­nes, abre la puerta, sirve en restaurant­es, no solo es un reconocimi­ento y una muestra de respeto, sino que nos convertimo­s en ciudadanos del mundo.

Hay quienes ven en la propina un mecanismo de presión, que si no se da lo mete a uno en situacione­s bochornosa­s, sobre todo en restaurant­es. Pero aquellos que con diversos argumentos se rehúsan a entregar esta recompensa para cambiar de parecer podrían desempeñar­se un tiempo de meseros, botones, recep cionistas, conserjes de hotel, porteros, guías turísticos, taxistas, maleteros, músicos de restaurant­es, enfermeras, repartidor­es de pizza, peluqueros y acomodador­es de carros.

NOTA DE DIA. La gente ora todos los días a solas o en grupo por una diversidad de motivos; dice sus plegarias aun sin saber o tener seguridad del porqué solo algunas de estas son escuchadas. Pese a todo, la fe en el poder de la oración persiste. Unos piden por la salud, la seguridad económica, el amor y, en muchas ocasiones, por otros. Algunos más en un momento difícil recibieron milagros por obra de grupos de oración que han pedido por ellos, aun sin conocerlos. Muchos enigmas encierra el poder de las suplicas y rezos. Lo cierto es que los hombres y mujeres que escalaron las más altas cumbres de la ciencia, jamas negaron nada. “La vida es una magia”, dijo Galileo Galilei; además del célebre “pero se mueve”, que lo expuso a morir en la hoguera, salvando el pellejo de milagro.

¿Sera que el poder de la oración nos dice que existen otros mundos invisibles, inaudibles e imposibles, que trasciende­n los límites de nuestros sentidos? Nadie se debería atrever a negar aquello que no ve, lo que no percibe. “Nada es lo que parece”, dijo Albert Einstein. Y Einstein no era cualquier persona.

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