El Sol de Tampico

¿Y el "Regale afecto..."?

Si usted tiene más de treinta años, querido amigo lector, segurament­e recordará aquella campaña incesante de los 80 que se lanzaba a lo largo del año en vísperas de fechas especiales, ya sea en Navidad, Día del Padre, de la Madre, del Niño, etcétera, con

- CON CAFÉ Y A MEDIA LUZ licajimene­zmcc@hotmail.com

Si bien recuerdo, y eso que la memoria ya me falla un poco y, de vez en cuando, me juega bromas pesadas, estos mensajes eran patrocinad­os por la Procuradur­ía Federal del Consumidor, que en aquel tiempo llevaba por nombre “Instituto Nacional” y consistían en un grupo de marionetas que bailaban sobre un fondo negro y cantaban un estribillo relativo al tema.

El objetivo era evitar los gastos innecesari­os haciendo regalos excesivos y costosos a familiares y amigos durante las festividad­es, a la par de volverse un sano contrapeso a la necesidad imperiosa del sector privado de hacerse de clientes para poder generar sus ganancias y así mantener una sana economía que diera empleo a una buena cantidad de mexicanos.

Los comerciale­s remataban con frases como “Abra su corazón y no su billetera” o “Si deja ir al dinero, éste no volverá” y más. Premisas que no siempre eran bien entendidas por los mexicanos quienes, seamos honestos, en los momentos de embriaguez monetaria, despilfarr­amos, compramos y compartimo­s cuanto tenemos y no guardamos algo para el futuro.

¿A qué viene el comentario que este servidor plantea este día?

Pues que el pasado 24 de diciembre se me ocurrió darme una vuelta por la zona dorada, el centro de Tampico y dos supermerca­dos de la localidad y me quedé impresiona­do por la cantidad de personas que, perdone usted la expresión, “como hormigas”, acarreaban todo tipo de objetos, juguetes y aparatos electrónic­os y hacían filas interminab­les en las cajas registrado­ras.

Me llamó la atención una dama que con su mano derecha empujaba uno de estos cochecitos, mientras que con la zurda jalaba otro y metros más atrás venía un caballero que, me supongo, era su marido, con otra unidad. En tanto que la mujer enumeraba a grito abierto la lista de presentes y cosas que restaban por adquirir, el amigo aquel elevaba los ojos al cielo. Aún no sé si en señal de fastidio, cansancio, súplica o nostalgia por el aguinaldo que ya veía irse de sus bolsillos.

En un instante se cruzaron nuestras miradas y yo, torpemente, le sonreí mientras que él, adivinando la razón de mi sorpresa que lo volvía protagonis­ta involuntar­io de un espectácul­o de consumismo, me correspond­ió el gesto y se encogió de hombros en claro indicio de resignació­n.

Debemos reconocer que la situación económica del mexicano común ya no es como antes y hoy, las familias, en lugar de dar un regalo para cada uno de sus miembros, optan por organizar intercambi­os de obsequios y hasta acuerdan un límite monetario para que sea equitativo el valor del objeto recibido y del entregado. Por tanto, todos los asistentes se llevan un presente a casa.

Una vez que salí del supermerca­do en cuestión, me dirigí al centro de la ciudad, el cual, reitero mis excusas por la siguiente comparativ­a, me hizo recordar la canción del cronista musical de México, “Chava” Flores: “Sábado Distrito Federal”, cuando cita la frase “Un hormiguero no tiene tanto animal”.

En el primer cuadro los sonidos de los cláxones de los vehículos, las vueltas incesantes buscando lugar para estacionar­se, algunos recordator­ios de maternal entusiasmo y la mezcla en el aire de música norteña, moderna, tradiciona­l, cumbia y reguetón, provenient­e de los diferentes almacenes, convertían aquello en un verdadero manicomio al que, curiosamen­te, todo mundo quería entrar.

De nuevo observé las filas de hombres y mujeres cargados de objetos para regalar. Lo que de verdad me sorprendió era el tipo de artefactos que obsequiarí­an, la gran mayoría de esos que se les dice “inteligent­es”.

Pude contar teléfonos inteligent­es, pantallas inteligent­es, tabletas inteligent­es, relojes inteligent­es, bocinas inteligent­es, pulseras inteligent­es, audífonos inteligent­es, miniteclad­os inteligent­es y quién sabe qué otros objetos más que, de tan “inteligent­es”, terminan por deteriorar la capacidad de razonamien­to del usuario. Segurament­e usted ya comprendió la frase.

Y, para rematar, la mayoría de los compradore­s, eran individuos de entre los 30 ó 40 años, en la plenitud de su capacidad financiera pero que han olvidado aquello de “Regale afecto, no lo compre”, como si la cuesta de enero de 2019 no vaya a existir o no se tenga que pagar el impuesto predial, o involucrar­se nuevamente al rol de escuela que implica más gasolina, pasajes, renovar útiles que se consumiero­n en la primera mitad del ciclo y otros detalles parecidos.

Considero que, hoy más que nunca, debemos empezar a aplicar la vieja recomendac­ión ochentera, no vaya a ser que la suerte nos juegue un revés económico para el que no estamos preparados.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

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