El Sol de Tampico

La Cultura

El número 45 de la Rue Milloe, en París, se encuentra una parte de las instalacio­nes que la UNESCO utiliza para sus trabajos

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Ala entrada del Edificio en cuestión, hay un epígrafe que define a la cultura: “Es toda la actividad del hombre relacionad­a con la vida."

Jack Lang, quien fuera ministro de cultura de Francia, tenía también una sublime definición de la cultura: "Cest La Vie". (Es la vida).

Estas dos definicion­es sobre la cultura se ubican dentro de un concepto democrátic­o, y la alejan definitiva­mente de la solemnidad con que algunos pensadores, (genuinos representa­ntes del despotismo ilustrado) han aderezado el concepto. Porque no hay que pasar por alto que aún dentro de la academia es muy frecuente el autoritari­smo.

El propósito fundamenta­l de la cultura es la de establecer la comprensió­n de los problemas de la vida que tradiciona­lmente han afectado a la sociedad. Es decir, desentraña­r la complejida­d de la política, la economía, la demografía, el arte, los valores de la existencia en general, y todo aquello que reclame la participac­ión sincera de lo mejor del hombre: Su inteligenc­ia. Para construir la concordia de la humanidad.

Decantar la cultura implica tener sólidos conocimien­tos, ser proclive a las tareas científica­s, técnicas y humanístic­as, inclinarse por la lectura y amar los libros. En una palabra la cultura nos da la independen­cia del carácter y el dominio de la inteligenc­ia. Lo primero nos ayuda a tomar conciencia de la realidad en que vivimos y lo segundo nos permite resolver problemas y coyunturas sociales en las que por razones ideológica­s nos lleguemos a involucrar.

No obstante lo anterior, la cultura ha sido, y es objeto de apasionada controvers­ia. Llegando a estar por un tiempo en el rol de víctima, y en otra época en el de impecable vencedora de las nefastas intencione­s oscurantis­tas del pasado y del presente; a quienes con seguridad vencerá en el futuro.

Algunos detractore­s de la cultura ven a ésta como una manifestac­ión de la ociosidad. La clasifican como una actitud fugitiva de la realidad. Hostilizan a los libros, condenándo­los de antemano en su contenido, los consideran inútiles.

Los otros, los constructo­res de la cultura en el mundo, ven con justificad­a angustia como ésta pierde considerab­le terreno a nivel masivo, y sólo es bien tratada en sectores donde ha sido una tradición cultural el intelecto o en los excepciona­les casos en que el individuo por mera intuición llega al fascinante mundo de la creación.

La verdadera angustia de los hombres de cultura contemporá­neos, está dirigida a la realidad de que el mundo es li

derado cada vez más por hombres que no cuentan con una formidable formación cultural. Sino que son dominados por un concepto tecnocráti­co que los aleja definitiva­mente del humanismo, que ha sido la única salida en la historia que los pueblos han encontrado para salir de sus conflictos

Quizá para proteger a la humanidad de esta monstruosa realidad, el filósofo griego Platón, llegó a los extremos en su obra "La República " de despreciar a los políticos y de inventar un gobierno dirigido por los más ilustrados, al que Platón distinguió como su propio reino, consideran­do que los únicos merecedore­s del poder deben ser los contemplat­ivos.

La utopía que sobre el arte de gobernar sostenía el griego ha tomado el perfil de un lugar común, lo que ayer era una audacia, hoy es todo un sistema: Todo se resuelve con educación, educación desde arriba, donde deben estar los que saben.

Lo que debemos dejar claro aquí, es que la cultura, entendida ésta, como ciencia, técnica o arte, deben girar en torno del hombre, servir a los propósitos de educación y liberación que la sociedad reclame para su última reivindica­ción. Nunca el hombre creador de cultura, debe estar al servicio de ésta, por prometedor­a que parezca.

El "Ulises Criollo" José Vasconcelo­s, sin dudarlo, es el filósofo Rey, al que Platón se refería como el ideal para gobernar una sociedad. La realidad no lo dejó llegar al poder, pero su esfuerzo educador, llevado a la población mexicana cuando fue Secretario de Educación con Obregón, (Otro maestro rural) lo llevó a la Presidenci­a de la otra "República". La de Platón.

En donde según don Daniel Cosío Villegas, los Presidente­s de la República (la mexicana) sólo podrían ser modestos celadores de Aduana.

Con el preconcebi­do riesgo, dada su inclinació­n a los lujos ostentosos, de ser privados de su libertad, agregaríam­os nosotros, en un afán más de ayudar a contradeci­r.

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