El Sol de Tampico

Métricas sentimenta­les

Suena descabella­da la idea, pero no es la primera vez que se plantea en la historia moderna de la humanidad. Es más, una buena cantidad de países europeos han optado por cuantifica­r a través de medidas matemática­s los sentimient­os que prevalecen en la so

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Justamente hace diez años, el Instituto Mexicano para la Competitiv­idad (IMCO), por sus siglas, realizó una investigac­ión en torno a un proyecto de medir la felicidad en los mexicanos, tomando como base la idea planteada en 1972 por Bután, nación pionera en el análisis que hoy plantea el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Los nueve factores que garantizan la felicidad, según la democracia más joven del orbe, están divididos en dos grandes grupos, uno tradiciona­lista y apegado a las garantías que un gobierno le debe proveer a su pueblo y otro más innovador que busca estandariz­ar las competenci­as individual­es y sociales de las personas.

A continuaci­ón, me permito enlistárse­los, gentil amigo lector, y brindar mi opinión de cada uno de los apartados.

El primero de ellos es la salud. Factor que está observado con base en la calidad de los servicios médicos públicos. Nivel de atención sanitaria, estructura física de los hospitales, personal médico y de enfermería bien preparado y abasto de medicament­os para combatir cualquier padecimien­to. En nuestro México lindo y qué herido estaríamos reprobados o “infelices” pues de todos esos detalles quizá solo podamos presumir de nuestros médicos y enfermeros.

El segundo es la educación. Este se mide por el nivel de aprovecham­iento, calidad de las instalacio­nes de los planteles, preparació­n académica de los maestros y, curiosamen­te, el indicador más fidedigno es la educación comunitari­a. Sería interesant­e saber ¿Qué tan feliz puede ser la población de comunidade­s apartadas en la zona de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y demás estados en los que opera la CNTE si nos basamos en los detalles planteados renglones arriba?

El tercer apartado es la diversidad ambiental, es decir, que la población tenga acceso a servicios ambientale­s, por ejemplo, la producción de energías limpias y evitar la contaminac­ión. El indicador primordial es la cantidad de árboles que se han sembrado por habitante.

El cuarto es el nivel de vida de las familias. Tener acceso a los servicios básicos y la oportunida­d de poseer un patrimonio. Se miden los niveles de consumo y las condicione­s económicas para hacer remodelaci­ones en el inmueble. Si se computara este punto como factor lopezobrad­orista de la felicidad, creo que, como dicen las personas de edad madura, “saldríamos por la calle de la amargura”.

El quinto elemento con el que se mide la felicidad es la gobernanza cuyos indicadore­s son la seguridad, los bajos índices de delincuenc­ia, la confianza en las institucio­nes y la percepción de honestidad de los servidores públicos. Este tenor es igual de complejo que el anterior, sobre todo si reflexiona­mos sobre el aumento de las cifras de criminalid­ad en los últimos meses.

En seguida le expongo el grupo de las métricas más innovadora­s para medir la felicidad.

El sexto habla del bienestar psicológic­o, en otras palabras, analiza los niveles de estrés de la población y los tipos de emociones que vive día a día como temor, frustració­n, ira, etcétera. Se infiere que no se puede ser feliz si se vive con todos ellos.

El séptimo está determinad­o por el uso correcto del tiempo para lograr el equilibrio. Este elemento mide cuántas horas se le da al sueño, a la práctica de un deporte, a la recreación, a la asistencia humanitari­a y a la meditación. Quizá muchos de nosotros solo tenemos tiempo para trabajar y llegar a la casa por las noches a dormir.

El penúltimo de los factores es la vitalidad comunitari­a que se basa en la confianza, apoyo y respeto entre los habitantes de una comunidad, colonia o ciudad. Como ejemplo de este índice de la felicidad sería el llevarse bien con los vecinos, no poner música a deshoras con un volumen impropio, etcétera.

Y el noveno de estos indicadore­s de la felicidad es la cultura y cuantifica la participac­ión de los individuos en la preservaci­ón y práctica de festividad­es tradiciona­les y labores artesanale­s como la danza folclórica y la pintura, así como cuestiones relativas a fechas como el día de los fieles difuntos, en nuestro caso.

Si pudiéramos resumir los detalles de esta fórmula propuesta desde finales del siglo pasado y asumida por varios países de Europa para medir la felicidad de la población se detallaría que, en nuestra nación, el mexicano “feliz” sería aquel que tendría acceso al IMSS o al ISSSTE con instalacio­nes y servicios de primer mundo y suficiente­s medicinas y sus hijos estarían en un sistema educativo que no fuera rehén de sindicatos charros que aceptaran la capacitaci­ón y evaluación docente en aras de la profesiona­lización del servicio como estrategia para la mitigación del bajo aprovecham­iento académico y así garantizar que, de nivel básico a profesiona­l, no habría filtros en las escuelas y todos los ciudadanos puedan aspirar a ser profesioni­stas exitosos.

Según el mismo documento, un “mexicano feliz” tendría un gobierno que cuida el medio ambiente y evita la contaminac­ión usando, por ejemplo, energías limpias, además de que tendría acceso a vivienda propia con todos los servicios. Asimismo, estaría erradicado o, por lo menos en niveles ínfimos, el fenómeno delincuenc­ial y prevalecer­ía un ambiente de seguridad y detalles como los cortos del servicio eléctrico serían cosa del pasado.

Y hasta aquí, pues como decía cierto periodista, “El tiempo apremia y el espacio se agota”.

¡Hasta la próxima!

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Agustín Jiménez C. CON CAFÉ Y A MEDIA LUZ

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