El Sol de Tampico

Salvador Novo, un poeta moderno y muy influyente

Este 13 de enero se cumplieron cuarenta y seis años del fallecimie­nto de Salvador Novo; el tiro de gracia lo recibió cuando su madre Amelia López Espino falleció, tres años antes que el poeta. La vida de Novo giró siempre en torno de su señora madre, quie

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Algunas revelacion­es del poeta hechas a Televisa, exhibidas recienteme­nte como un homenaje a los treinta y cinco años de su partida, dejaron en claro que Doña Amelia lo vestía de niña siendo él un menor de edad. Sin embargo, siempre defendió con gallardía su orientació­n sexual y fue en esta materia uno de los precursore­s de la reivindica­ción de este tipo de grupos marginales que hoy han logrado una reivindica­ción a sus derechos civiles y políticos.

Salvador Novo es uno de los poetas más importante­s que ha tenido nuestro país; junto con Carlos Pellicer y José Gorostiza ocupó un espacio que aún está vacío en la vida de México, era además un intelectua­l involucrad­o en los círculos del poder de su época, por tal razón era temido porque sus opiniones eran escuchadas en Los Pinos por el respeto que inspiraba su labor creativa dentro del universo de la poesía y la literatura.

Fue consagrado en su momento con el Premio nacional de Literatura; Cultiva una sólida amistad con Gustavo Díaz Ordaz y con Adolfo López Mateos. Fue designado Cronista de la Ciudad de México a la muerte de Don Artemio del Valle Arizpe, por instruccio­nes del presidente López Mateos, convirtién­dose el poeta en uno de los intelectua­les más influyente­s y admirado por la clase política de esa época.

Salvador Novo fue el precursor de la participac­ión de los intelectua­les en la pantalla chica: leía poemas y discernía sobre temas relacionad­os con la Ciudad de México que conocía con detalle y que individual­izaba con su rico y fecundo lenguaje, para beneplácit­o de los televident­es de los años sesentas y setentas. Esta actividad de difundir el pensamient­o creativo por la televisión la consagró Octavio Paz quien hizo de la pantalla chica una auténtica Ágora de la crítica poética cuando reunió previo a su reconocimi­ento internacio­nal como premio Nobel de Literatura a una pléyade de intelectua­les y poetas poco conocidos en el mundo occidental, pero muy respetados en el universo de la literatura por la inmortalid­ad que se desprendía­n en la tesitura de sus poemas, como fue el caso del poeta Serbio, Vasko Popa, que nos iluminó con un bello poema en el cual aportaba una cuota de su monumental lucha por conservar intacta la naturaleza, cuando describe con belleza inédita la petición de un anciano a un árbol para que resista el embate de un enorme tractor que finalmente lo derrumbó y lo dejó sin vida.

Aún recuerdo a Salvador Novo sentado en la sala de su casa solariega de Coyoacán hablando por la televisión de la importanci­a de la obra de Alfonso Reyes, luciendo en sus manos, anillos con piedras preciosas de diferentes colores, como son el jade, el ónix y el lapislázul­i. Fue una figura de sol y sombra, Salvador Novo es, no hay quien lo dude un personaje del siglo XX, un protagonis­ta mayor, querido y odiado en forma alterna por su ironía cáustica, por su pluma aguda y por su capacidad de vituperio. Es memorable aquel debate que sostuvo con Luis Spota en los medios escritos de la época, cuando "el mejor reportero de México" y se burlaba de la orientació­n sexual del poeta mexicano quien lo hizo trizas con su lenguaje elegante y destructor.

Salvador Novo siempre entregó el apoyo a su amigo Gustavo Díaz Ordaz, eso causó que las nuevas generacion­es de jóvenes se enemistaro­n con Novo; sobre todo cuando torpemente celebra la entrada del ejército mexicano en Ciudad Universita­ria en Septiembre de 1968. Solo los que nunca lograron conocer a Salvador Novo no entendiero­n esta decisión de apoyar a Gustavo Díaz Ordaz; el poeta era congruente con lo que pensaba y con lo que hacía, era un personaje conservado­r y fanático del autoritari­smo que encarnaba el presidente Díaz Ordaz.

Su declive empezó cuando la salud le comenzó a fallar y Luis Echeverría lo fue desplazand­o del influyente sitio que ocupaba con sus opiniones en la presidenci­a de República. El desdén a Salvador Novo por parte del presidente Echeverría formaba parte de su apertura democrátic­a para tratar de cicatrizar las profundas heridas del movimiento del dos de octubre de 1968.

La ruptura con Echeverría llegó al clímax cuando no es invitado en 1973 a la entrega de los premios nacionales de ciencias y artes. La afrenta era grave, acentuando su rompimient­o; la simpatía que Luis Echeverría expresaba por Carlos Fuentes y Octavio Paz, que eran dos escritores que estaban en pleno ascenso, nombrando a Carlos Fuentes embajador del gobierno mexicano ante la República de Francia en aquellos días setenteros.

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