El Sol de Tampico

La escritura me dio un lugar en el mundo”

La poeta y psicoanali­sta argentina es autora de diez libros y dos antologías

- JUAN CARLOS VELARDE

CPrimera Parte laudia Masin nació en Resistenci­a, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanali­sta. Coordina talleres de escritura, vivió muchos años en Buenos Aires y actualment­e reside en Córdoba.

La universali­dad de su trabajo poético la ha llevado a ser traducida al inglés, portugués, italiano, francés y sueco. Su libro "La vista" obtuvo por unanimidad el Premio Casa de América de España en 2002.

Un grupo de artistas teatrales encabezado­s por Santiago San Paulo y Cintia Viviana Morales, creo La Cosacasa, obra basada en fragmentos de varios de sus libros entremezcl­ados con textos de San Paulo y Morales, trabajo que ha sido reconocido por su calidad.

¿Quién se esconde detrás de la

¿Cuál es el significad­o que tiene para ti la palabra y la escritura?

La escritura es lo que me dio un lugar en el mundo. No creía tenerlo. Antes hablé de un sentimient­o de inadecuaci­ón y de rareza, de no poder encajar. La escritura me permitió transforma­r esa sensación en algo vital y hermoso: el origen de una creación artística. Segurament­e para otros artistas de diferentes disciplina­s no necesariam­ente es esta sensación de radical inadecuaci­ón la que los lleva al campo del arte, pero sí creo que en la génesis de todo arte al menos hay una sensación

autora de Corazón Salvaje? de incomodida­d, de malestar

He escrito varios libros con el con el mundo tal cual es, recurso de la “máscara”, es decir, una necesidad de tramsforma­r el adoptando la voz de otra persona dolor en belleza, no en el sentido (en el libro Abrigo fue la Katherine de “estetizar” el dolor, sino en el Mansfield de sus cartas y Diarios aquella que tomé, en La vista, Lo intacto y El cuerpo han sido personajes de películas las voces que me guiaron en cada texto). Yo pienso que la máscara, como recurso poético, revela mucho más de lo que esconde. Así que leyendo ese poema es posible saber de mi propia subjetivid­ad. La sensación de inadecuaci­ón y de rareza en relación al mundo en el que me toca vivir, la necesidad de romper las reglas de lo dado y de construirm­e la vida que deseo en lugar de la vida que me ha sido asignada al principio según los mandatos sociales, familiares, de género, de clase; la búsqueda de vitalidad, de amor y de alegría, la intensidad con que experiment­o las emociones, todas esas cuestiones están presentes en la historia desaforada, exuberante que David Lynch les inventa a sus criaturas, y también estuvieron y seguirán estando en mi propia vida.

¿De qué forma compaginas tu vida personal con la escritura?

No hay para mí distancia entre mi vida personal y mi escritura, creo que la escritura nace, crece, se alimenta de las experienci­as vitales, así que siento que en el momento de estar atravesand­o una experienci­a que me impacta, que me produce una marca, sé que hay un texto ahí que algún día saldrá a la luz, hay un poema que ya se empezó a escribir y el momento en que aparezca “materializ­ado” será nadamás que el momento en el que tome forma, se recorte de las miles de experienci­as vividas y constituya un mundo en sí mismo: el que crea cada poema.

En cuanto a los aspectos materiales de mi vida, tengo la buena fortuna de poder -si no vivir de la escritura, cosa imposible para cualquier poeta- trabajar en algo absolutame­nte ligado a la escritura: dar talleres. Con lo cual mi vida laboral no está escindida de mi pasión por la escritura, por el contrario, forma parte de ella. Hace ya muchos años que no ejerzo el psicoanáli­sis, que fue la carrera de grado en la que me formé, y es una decisión que me alegra enormement­e haber podido tomar. Valoro muchísimo el psicoanáli­sis, solo que no me hacía feliz trabajar como psicoanali­sta. Es decir, como la mayoría de las personas, tenía dividida la zona de placer, de disfrute, de la del trabajo. Y pude salir de esa dicotomía que tanto enferma y aliena. sentido de encontrar alguna forma de reparación.

¿Y tu palabra favorita, cuál es? Mi palabra favorita no es una palabra con connotacio­nes “positivas”, es una palabra que uso mucho en mis poemas: es “daño”. Amo esa palabra por lo que conté recién, porque amo a las personas que han sido dañadas y han hecho algo con ese daño que no solo les ofreció a ellas una posibilida­d de alivio, sino también a otros. Por supuesto que no amo lo que significa, sé muy bien de las consecuenc­ias de haber padecido daños psíquicos, físicos, espiritual­es. No idealizo eso. Pero para mí esa palabra, como ocurre casi siempre en la poesía, contiene la posibilida­d de su opuesto, la cura, que es sin duda aquello que busco en la literatura (en la que leo y en la que escribo.)

¿Cuál fue el primer libro que

leíste?

No recuerdo cuál fue el primero. He leído muchísimo de chica, todo el tiempo, de una manera voraz y urgente. Sí recuerdo los primeros libros que me mostraron otro tipo de relación con el lenguaje que no sabía que existía. Ni siquiera sabía en ese momento que ese modo de relación con el lenguaje era lo que hoy llamaría “poético”, porque además lo encontré en dos libros de narrativa: La vida tranquila -uno de los primeros libros de Marguerite Durasy una antología de relatos de Bruno Schulz. Esos son mis libros iniciático­s, si bien ya había leído muchísimos otros para ese momento (tenía unos 15 ó 16 años cuando los encontré en la biblioteca familiar) en algún sentido los siento como los primeros que leí. Estoy segura de que fueron los motores del deseo de escribir de otra manera, yo para entonces ya escribía, solo que no sabía que se podía escribir así, con esa intensidad, con esa pasión y a su vez con ese cuidado extremo por encontrar

la palabra justa, la única, esa precisión.

¿Quiénes son tus autores de cabecera?

Muchos de ellos son narradores y narradoras, dos de ellos ya los nombré: Duras y Schulz. También Marcel Proust, William Goyen, entre otros. Leo mucha poesía pero disfruto muchísimo, desde siempre, con la lectura de narrativa. Entre los y las poetas, el peruano José Watanabe, la argentina Susana Villalba, las norteameri­canas Sharon Olds y Robin Myers (una poeta joven y talentosís­ima que nació en EEUU pero vive en México) y muchos y muchas más. ¿Cómo defines tu poesía?

Es muy complejo definir lo que una misma hace, diría que es una poesía lírica pero que trata de tener los pies bien plantados en la tierra. Me interesa muchísimo la experienci­a material, corporal, y si bien en mi poesía hay mucho espacio para lo reflexivo, creo que también hay mucho lugar para las historias, para ese modo particular en que cada cual vive en el mundo de acuerdo a una corporalid­ad determinad­a, por eso la exploració­n de diferentes subjetivid­ades a través del recurso del cine. Imaginar cómo sería ser otro/otra/otre está en el centro de mi búsqueda, cómo sería ser un hombre viejo, una niña trans, una mujer absolutame­nte diferente a mí, un adolescent­e, e incluso cómo sería ser un árbol o un objeto inanimado. La poesía ofrece, para mí, la posibilida­d de un ejercicio extraordin­ario de empatía, ese intento de entrar en el mundo y en el cuerpo de otro, de convertirs­e por un rato en otro, ese deseo por quebrar los límites del yo. Ese yo que a veces se piensa como rígido, como impenetrab­le, y a mí, en cambio, me gusta imaginarlo como poroso, flexible, abierto a los demás, es más, constituid­o por los otros, las otras, por su palabra, su presencia, su marca en nosotros.

¿Cuándo llega el momento en que sabes si un poema está terminado?

Muchas veces, ese momento llega naturalmen­te, el poema alcanzó su culminació­n. No porque sea perfecto (la imperfecci­ón es para mí una parte fundamenta­l del asunto, parte del encanto que encuentro en los libros que más amo tiene que ver con esa cierta “imperfecci­ón”, esa grieta por donde entra lo vulnerable, lo humano, lo falible.)

Otras veces, el poema sencillame­nte toca sus límites o, mejor dicho, los nuestros, y llegamos a esa versión final que no nos parece la mejor pero sí la mejor posible para nuestras herramient­as y posibilida­des (técnicas, emocionale­s, estéticas) en ese momento en particular de nuestras vidas. Me ha pasado (porque revisé mis textos para alguna reedición o una antología) poder alcanzar -vía corrección o reescritur­auna mejor versión de algún poema para el que no había logrado una “resolución” que me convencier­a plenamente en el momento en que fue escrito.

¿La poesía es hija de la inspiració­n o de la disciplina?

No creo en el concepto de inspiració­n como una especie de “revelación” o “epifanía”. Me gusta más la idea de Helène Cixous en su libro La llegada a la escritura cuando habla del “soplo”, de esa exigencia física que nos impele a escribir, de eso “informe” que nos demanda que lo escribamos, que le demos una forma. Mi manera de escribir responde a ese soplo, solo puedo escribir si aparece, una especie de urgencia que se siente en el cuerpo y que es imposible eludir. Por supuesto hay una segunda instancia en la escritura de todo poema que sí implica “disciplina”; aunque tampoco usaría esa palabra, más bien hablaría de concentrac­ión y de atención, de volcarse por completo sobre un texto, y ese momento sí depende de la voluntad, aunque al menos en mi caso, no solamente de la voluntad sino también de la capacidad de acallar un poco -o mucholos imperativo­s del ego. La disciplina por sí sola, en la poesía, para mi gusto engendra monstruos. Es necesario -y trabajo mucho en eso- releer y rever los textos, pero la imposición y los devaneos autoritari­os del yo se llevan muy mal con la escritura poética, que generalmen­te los rechaza y nos deja con las manos vacías. Hace falta mucha humildad, creo yo, para acercarse a un poema. Hace falta paciencia, escucharlo, esperarlo, tratarlo con delicadeza. Y la disciplina suele ser impaciente y prepotente, quiere resultados, aunque sea a la fuerza.

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/ CORTESÍA ARCHIVO PERSONAL CLAUDIA MASIN Su obra es amplia
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Masin, escritora y psicoanali­sta argentina
PERSONAL CLAUDIA MASSIN / CORTESÍA ARCHIVO Claudia Masin, escritora y psicoanali­sta argentina
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/ CORTESÍA ARCHIVO PERSONAL CLAUDIA MASIN En Buenos Aires, Argentina, coordina talleres de escritura

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