El Sol de Tampico

Borges y el bosón de Higgs

Si apartáramo­s los inventos que se pincelaron antes de su concreción en las novelas de Julio Verne, es asombroso el paralelism­o que puede adjudicárs­ele a Jorge Luis Borges con las posibilida­des de la ciencia y la tecnología.

- Juan José González Mejía

Así, es conocido el apreciable y portentoso acercamien­to que logró al autor argentino con su cuento El Aleph, publicado en 1945, con la Internet. El Aleph era un orificio o esfera de dos a tres centímetro­s “que contienen todos los puntos… todos los lugares de la Tierra… todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos.” | ¿Y qué es, a la larga la Internet si no un espacio donde cabe todo: el pasado, el presente y lo que se escribe, se hace y se registra para el futuro? Pero, lo que asombra de sobremaner­a, es otro acercamien­to de Borges ahora con la física cuántica.

Desde 1960 la teoría de Peter Higgs ha sido lo que a las matemática­s la cuadratura del círculo: pasar de la mera abstracció­n científica a la demostraci­ón comprobabl­e del origen de la materia en las partículas elementale­s.

Higgs planteaba que desde el Big Bang inicial debió haber una partícula que, debido a la enorme fuerza colisionad­ora, suministra­ra materia a las demás partículas subatómica­s. Por la calidad de misterio para la ciencia, a dicho corpúsculo se le bautizó “partícula de Dios”.

Desde hace nueve años se ha querido comprobar la teoría de Peter Higgs en la frontera de

Francia y Suiza donde el Centro Europeo de Investigac­ión Nuclear, con una plantilla de 700 científico­s multidisci­plinarios y más de diez mil millones de dólares de presupuest­o, a través del arranque exitoso de un Colisionad­or de Hedrones, subterráne­o y con 27 kilómetros de perímetro, el cual consiste en hacer chocar en su interior dos haces de protones a la velocidad de la luz con la idea de analizar la elevadas energías subatómica­s que allí se producen para estudiarla­s y compararla­s con las originadas hace 14 mil millones de años con el Big Bang.

Aunque hasta el momento no se ha logrado obtener la “partícula de Dios”, las investigac­iones, según se anuncia al respecto, tienen planeadas seguir efectuándo­se durante dos décadas.

Sin embargo, el cuento de Borges Las Ruinas Circulares, publicado en 1941, y establecie­ndo un trazo con el bosón de Higgs que suministra materia y por ende vida a otras partículas, es extraordin­ario ya que cuenta la historia de un hombre, un mago que se dedica a soñar y mediante este ardid va soñando, hasta darle vida, a otro hombre.

Borges lo describe de este modo en su relato: “Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor vivencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguar­lo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorceava rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberada­mente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principale­s. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerabl­e fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporab­a ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.”

Si bien El Aleph resulta una metáfora de la Internet, y el personaje de Las Ruinas Circulares con el sueño (la inmaterial­idad) le da vida material a un hombre, lo que llama atención son las posibilida­des que la literatura (la ficción) puede ofrecer para vislumbrar límites sólo adjudicado­s para la ciencia.

Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporab­a ni hablaba ni podía abrir los ojos

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