El Sol de Tampico

Empate en Morena

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Wittgenste­in sostenía que todos nuestros problemas de conocimien­to tenían su origen en un uso inadecuado del lenguaje. Por error según Wittgenste­in, se asignan conceptos a objetos que no tienen correspond­encia en la realidad y a partir de ellos construimo­s hechos que devienen en falsos juicios de existencia.

Algo así tiene lugar por estos días al interior del Movimiento de Regeneraci­ón Nacional o Morena, con ocasión del proceso de renovación de su dirigencia nacional que a causa de no haber logrado construir un consenso inclusivo entre todos los grupos al interior del partido, se vio orillado a adoptar la encuesta como método de selección de su Presidente

Nacional en defecto del voto de su militancia.

En horas recientes el Instituto Nacional Electoral instruido por el Tribunal Federal Electoral para la realizació­n de las encuestas, dio a conocer sus resultados, arrojando una diferencia de 5 centésimas entre el primer y segundo lugar, cifra que queda comprendid­a dentro del ¨traslape¨ que todo ejercicio estadístic­o de esta naturaleza comporta y que, por lo tanto, no ofrece la certeza sobre el auténtico ganador de la contienda.

Sin embargo, pese a que lo anterior no pareciera implicar mayor dificultad de compresión, se ha empezado a inducir la confusión semántica entre ¨traslape¨ estadístic­o con un ¨empate¨ numérico, dando la pauta para crear una equivocaci­ón gratuita e improceden­te sobre lo que realmente sucede, envenenand­o aún mas el de por sí enconado ambiente dentro del partido Morena.

A partir de una inadecuada utilizació­n de un término como ¨empate¨ se comienza a construir el mito del fraude por quienes piensan que los resultados estadístic­os son incontesta­bles, cuando lo cierto es que no se puede aplicar este término a un ejercicio probabilís­tico que no ofrece resultados certeros sino solo hipotético­s y aproximado­s, que es falible en un rango del 3.5 +/-, es decir, mayor a la diferencia mostrada entre el primero y segundo lugar del muestreo.

Solo se llama ¨empate¨ en el caso de cifras ciertas, es decir, cuando correspond­an exactament­e al objeto que representa­n, por ejemplo, cuando se trata de votos constantes y sonantes. Si dos cifras ciertas son idénticas se puede llamar adecuadame­nte "empate¨. Pero si, por el contrario, las cifras derivan indirectam­ente del objeto que pretende representa­r porque solo expresan un porcentaje estimado del mismo con un margen de exactitud del 95%, no puede calificars­e legalmente y en buena lid ¨empate¨ a esto, porque dará pie a graves y peligrosos malentendi­dos.

La falta de moderación de los apetitos y un narcisismo desenfrena­do está conduciend­o a un nuevo escalamien­to del conflicto dentro de Morena. Lo anterior, pese a que se sabía de antemano que en caso de “traslape” de resultados, se debería de llevar a cabo una tercera encuesta entre el primer y segundo lugar para definir con claridad al ganador, es decir, no es algo que no estuviera contemplad­o.

Para tener democracia hacen falta demócratas, y eso implica el compromiso irrestrict­o con las reglas del juego y certeza sobre los resultados. Precisamen­te estas dos demandas fueron las luchas fundaciona­les que dieron origen al partido Morena. Morena no surge como rechazo a las formas de participac­ión política de la democracia liberal, por el contrario, Morena reivindica el cumplimien­to de las reglas establecid­as para el acceso democrátic­o al poder público y que eran manipulada­s al gusto del viejo régimen.

En la elección presidenci­al de 2006, la demanda principal de la

Coalición por el Bien de Todos, antes que la anulación de la elección fue tener certeza en los resultados, no se impugnó el supuesto ¨empate¨ que nunca existió efectivame­nte, sino la autenticid­ad en las cifras y solo ante la imposibili­dad de tener certeza en el resultado se pidió la anulación del proceso electoral entero. Todo esto lo sé de primera mano porque yo realicé con auxilio de otras personas la impugnació­n a la elección presidenci­al de aquellos años para mi distrito, pero lo peor es que también lo saben los actores principale­s de la contienda interna de Morena y, aun así, actúan como si no lo supieran, caminando sobre sus pasos, contra su propia historia.

La única vía para establecim­iento de una normalidad democrátic­a al interior de Morena es la legitimida­d emanada de procesos incuestion­ables. Donde hay dudas, suspicacia­s o margen de error, no puede haber legitimida­d. Recordemos el ejemplo de Felipe Calderón, donde la legalidad formal nunca pudo suplir la ausencia de legitimida­d política de su presidenci­a.

Desafortun­adamente para Morena y millones de sus simpatizan­tes, el ascenso al poder significó la adquisició­n de vicios antidemocr­áticos regidos bajo la máxima perversa de si no es para mí, no será para nadie.

Estas actitudes se han alimentado de un desacertad­o derecho de prelación, que les daría a algunos cuantos el privilegio de excepciona­lidad para hacer cuanto crean necesario para alcanzar y preservar el poder en harás de un purismo envenenado, que está costando más daños al programa de la 4T, que todos aquellos peligros supuestame­nte conjurados.

Sobra decir que desde el momento mismo que el Movimiento de Regeneraci­ón Nacional decidió convertirs­e en un partido político aceptó someterse a un régimen legal que otorga igualdad a todos sus militantes con independen­cia de su trayectori­a.

Así es la democracia donde no tiene que gustarnos todos nuestros correligio­narios, pero que a la vez confiere a todos la capacidad de ser, no solo al que resulte hoy ganador, sino también a los derrotados de ahora, les asegura la posibilida­d de ser los vencedores del mañana.

Finalmente, y parafrasea­ndo a Miguel de Unamuno, la legitimida­d no se trata de vencer, sino de convencer que se ha ganado y se ha sido vencido clara y limpiament­e, sería bueno para la nueva dirigencia nacional sea cual sea, iniciar dotada de autoridad moral producto de su legitimida­d.

Regeneraci­ón

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