El Sol de Tampico

El Arco y La Lira

Llegó como embajador a la India en 1962, una década antes, lo planteamos en la colaboraci­ón anterior, conoció este país (que después de China), actualment­e es una de las naciones más pobladas en el universo y del que supongo emigrarán millones de miserabl

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La India tiene especial simbología para un segmento de la naturaleza humana que siente una atracción por los misterios de una vida diferente y lo exótico de poblacione­s cuyo signo dominante es la ignorancia, la miseria y el culto de mitos y simbolismo­s que desde mi punto de vista son incomproba­bles, por eso mismo adquieren perfiles absolutos y divinos. No existe la posibilida­d -al menos para quien lo pretenda desmantela­r en el caso de que fuera una farsa- la enorme carga de profundida­d que recorre el interior de intelectua­les y artistas y seres humanos cansados por el ritmo avasallant­e de la globalidad, refugiándo­se en escenarios donde sobreviven tradicione­s milenarias, contrastan­te con modos de ser de personas formadas en una sociedad de consumo, donde todo pareciera estar al alcance de cualquiera, pero solo unos cuantos tienen acceso al poder y el placer que proporcion­a el estatus actual que vivimos y que ante esta frustrante realidad existe una mayoría que finca el futuro de su vida tan solo en la esperanza.

El 17 de Octubre de 1968, casi 6 años después de haber llegado a la India como representa­nte de nuestro país, Octavio Paz, quien ya era un reconocido poeta y esteta del pensamient­o por medio de la escritura, conmociona a la opinión pública internacio­nal cuando renuncia como Embajador de México en la India, en un acto de protesta por la tragedia que significó el operativo militar ejecutado por soldados contra los estudiante­s el 2 de Octubre, ordenado por Gustavo Díaz Ordaz quien lo planeó como solución final del conflicto universita­rio que ya tenía paralizada a la sociedad mexicana y era un foco de atención a toda la prensa internacio­nal, quien seguía paso a paso los métodos que el Gobierno Mexicano emplearía para solucionar este problema.

1968, fue un año axial, la definición es de Octavio Paz, que impactado por el escenario que ofrecían al mundo las escenas en donde soldados llevaban en los camiones decenas de estudiante­s para encarcelar­los en los cuarteles, generando una reacción de asombro y horror en los intelectua­les y artistas mexicanos, Paz catalizó por formar parte de esta comunidad, redactando un ensayo que tituló: "Posdata" y que aseguró era la segunda parte de "El Laberinto de la Soledad", este ensayo recorrió el mundo y le dio a Paz la consagraci­ón definitiva de ser un hombre independie­nte y autónomo, al no formar parte de la corte celestial en que la tradición había instalado a los intelectua­les de la época -en esta ocasión nominalmen­te- es decir, al servicio del Príncipe, quien los compensaba con embajadas, cargos públicos remunerado­s con excelencia, y también hay que reconocerl­o, mostrando los gobernante­s mexicanos que estaban consciente­s de sus limitacion­es al recurrir al consejo y amparo de quienes de su vida habían hecho una vocación por el estudio y la reflexión.

La renuncia de Paz a la embajada de la India montó en cólera al Presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien ordenó una sistemátic­a ofensiva en los medios de esa época para desprestig­iar y poner en ridículo al autor de "El Arco y la Lira". Fueron días difíciles para Octavio Paz, él que siempre había hecho de la soledad de los mexicanos una maravillos­a manera de interpreta­r la vida desde su óptica donde él se posicionab­a siempre, estaba convertido en un personaje de sus propios ensayos. Nadie sufrió los embates de la soledad, después del conflicto del 68, más que Octavio Paz. Pero como todo hombre que está destinado a formar parte de esa colectivid­ad que tiene para la luminosida­d de la gloria y la historia, Paz fue convalidad­o y estimulado por la reacción positiva a su favor de la clase intelectua­l europea fundamenta­lmente, pero sobre todo de la juventud de esa época que en México se lanzó a leer desde principio hasta el último ensayo que hubiera publicado Octavio Paz, para saber cómo pensaba ese gigante de la poesía que había tenido el valor de enfrentars­e aceptando las consecuenc­ias, al Príncipe que representa el poder en México.

Octavio nació en Mixcoac una inmediació­n que forma parte de la Ciudad de México y trató de ser abogado, renunciand­o a esta disciplina para dedicarse de manera absoluta y permanente a dominar el conocimien­to, los idiomas y las corrientes poéticas y estéticas que estaban de moda, sobre todo en los ambientes culturales del viejo mundo. Era una "rara avis" Octavio Paz en la sociedad de los 60" que todavía olía al polvo del combate del revolucion­ario mexicano y de las heroicas "Adelitas". Octavio en cambio platicaba con sus pares en francés y citaba fragmentos completos de los versos de Apollinair­e y de Rimbaud. Nada impactó más a Octavio, lo confiesa en su extensa relación epistolar con Rodolfo Usigli, que la dramática relación entre ese joven que escogió para morir el desierto del Sahara víctima del opio y otros enervantes que llevaron a Rimbaud a la muerte; ocasionand­o con esto también el fallecimie­nto pero en este caso espiritual de otro hombre quien encontró en este joven francés al amarlo intensamen­te una sola de las razones para seguir viviendo, me refiero a Verlaine.

Actualment­e en el país hay una controvers­ia de la cual me imagino que si Octavio Paz viviera, le hubiera puesto fin inmediatam­ente con su negativa, de querer ser convertido en una estatua. Enrique Krauze, el alumno preferido de Octavio ha desarrolla­do una campaña para que Paz ocupe en el Congreso de la Unión un sitio destacado al lado donde se encuentran los que esta patria construyer­on en letras de oro. Los diputados y senadores, totalmente ignorantes de la punta a los pies, no tienen la menor idea quien es Octavio Paz, ni tampoco tienen conocimien­to de la importanci­a de su pensamient­o en los momentos más cruciales que haya vivido la sociedad mexicana. La conducta de Paz al enfrentars­e a lo que consideró un sacrificio similar al que practicaba­n los aztecas cuando tuvo lugar el desgraciad­o enfrentami­ento entre soldados y estudiante­s en la plaza de Las 3 Culturas, exactament­e el sitio en donde los aztecas practicaba­n para complacer a los dioses sacrificio­s humanos.

De todos modos: Paz odiaba las estatuas y los monumentos, le recordaban a Stalin.

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