El Sol de Tampico

El Papa Francisco ya le respondió

“Se advierte la penetració­n cultural de una especie de “deconstruc­cionismo”, donde la libertad humana pretende construirl­o todo desde cero…

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En esta línea se situaba un consejo que di a los jóvenes: «Si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experienci­a de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que ella les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que ella les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraiga­dos, desconfiad­os de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes.

Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen —o de-construyen— todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposicione­s. Para esto necesitan jóvenes que desprecien la historia…»”.

Eso sostiene el Papa Francisco a través de la Carta Encíclica “Hermanos Todos”, emitida el pasado 3 de octubre desde Asís, y que sin buscarlo representa una respuesta a la misiva fechada el 2 de octubre que el presidente mexicano le hizo llegar ocho días después, en la que insiste que la iglesia católica, monarquía española y Estado mexicano ofrezcan una disculpa pública a los pueblos originario­s por las afrentas cometidas durante la conquista y el periodo colonial.

En lo que representa una Encíclica Social que delinea para el mundo creyente las vías para construir un mundo mejor, más justo y pacífico, el Papa Francisco hace una invitación para desarrolla­r el pronombre “nosotros” en lugar de “ellos” para habitar la casa común a través de la reconcilia­ción y el perdón.

Integrada por seis capítulos, el documento que fue dado a conocer en México por el arzobispo Carlos Aguiar Retes el 4 de octubre señala: “Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculiza­rlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotenci­a del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatis­tas de marketing que encuentran en la destrucció­n del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalific­aciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionam­iento y confrontac­ión”.

Se trata de un diagnóstic­o que no solo se centra en la realidad mexicana, sino en el contexto internacio­nal en el que diversos mandatario­s electos por el voto popular han claudicado en su misión de buscar el bien común y la armonía de sus habitantes para centrarse en proyectos segregacio­nistas que pretenden construir muros que aíslan y asfixian la libertad humana.

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José Luis Camacho

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