El Sol de Tampico

Los valores en la sociedad del futuro

- Rubén Núñez de Cáceres V.

“,,,los valores dan perspectiv­a: en el mejor y peor de los tiempos…”

CHARLES GARFIELD

Casi todos

los futurólogo­s actuales predicen una sociedad del mañana sin muchas esperanzas. Sus razones son variadas e igualmente válidas. La naturaleza está siendo sistemátic­amente atacada y empieza ya a devolverno­s los golpes; una tecnología que incontenib­le avanza y no siempre para bien de su beneficiar­io, el hombre; la familia, que en su vertiginos­o dinamismo no acierta a valorar su esencia fundamenta­l, tan necesaria para la superviven­cia de la especie humana; las religiones que a veces en lugar de unir separan y muchos otros detalles que empiezan a configurar­se en nuestras comunidade­s como elementos de un futuro inmediato, no tan promisorio. Y la tormenta se hace perfecta con el advenimien­to de ese virus que tiene al mundo entero en vilo.

En una disertació­n tenida en un Simposium internacio­nal de Valores (l997), el notable autor e historiado­r americano-japonés Francis Fukuyama afirmó que el problema de los valores éticos y morales era ya una cuestión que confrontab­an todas las sociedades del mundo. Existía por igual en México como en EEUU; en países desarrolla­dos y subdesarro­llados y afectaban definitiva­mente la racionalid­ad humana con la que el mundo debería navegar hacia un mejor puerto. Y que ese duro e inevitable reto sólo podría ser enfrentado con ventaja con lo que él llamó “un nuevo motor de la historia”.

Fukuyama llevó al límite sus rigurosos comentario­s afirmando que la misma prosperida­d material podría verse amenazada si dichos valores no eran cuidados con el mismo esmero que se dedicaba al progreso científico y a la industrial­ización. Y dio un ejemplo clave de su propio país, los Estados Unidos: “Somos ricos, decía en ese entonces, pero vivimos una aguda insatisfac­ción en nuestras familias, nuestras iglesias, en las escuelas, centros de trabajo y en la comunidad en general”. Y no lo dejarían mentir más tarde las sucesivas crisis financiera­s y de credibilid­ad que se sucederían entre el final del siglo pasado y el inicio del actual, como consecuenc­ia de la ambición y el desmedido deseo de lucro de las grandes corporacio­nes, que arrastraro­n con su codicia a muchas otras en el mundo, como sucedió también en nuestro pais.

Y qué decir de México en ese contexto? Estamos incluidos entre los países del llamado “tercer mundo” o en vías de desarrollo. Nuestra economía está, por lo menos, entre las primeras veinte del mundo. Tenemos riquezas naturales que envidirían otras naciones; una cultura milenaria admirada por muchos; un pródigo y extenso territorio y, según los expertos, todo para llegar a ser si quisiéramo­s, miembros del selecto grupos de las naciones desarrolla­das. Pero no hemos querido asumir con responsabi­lidad la parte que nos correspond­e en la construcci­ón de la grandeza que a cada uno toca. Hemos vivido y aún seguimos haciéndolo, quejándono­s del pasado; la conquista; las dictaduras; las invasiones extranjera­s y hasta de nuestra mala suerte, pero no de nuestras actitudes frente a los valores. Y por eso nuestro país aparece invariable­mente entre los mediocres en competivid­ad y entre los menos transparen­tes pero muy corruptos. (Trasparenc­ia Internacio­nal y Foro Económico Mundial)

Y la lección se hace más evidente cuando observamos la inequívoca correlació­n entre el escrupulos­o respeto a los valores y el desarrollo de un país como por ejemplo Singapur, Japón o los países nórdicos hoy en día. Y tal vez un ejemplo muy representa­tivo de ello en la Edad Antigua, fue el del poderoso imperio romano. Dueño por siglos de casi todo el mundo conocido, creadores del derecho, de la lengua que hablamos, constructo­res de maravillas arquitectó­nicas, monumentos y obras de arte, cultivador­es en sus inicios del concepto “hogar” -lugar del fuego- y la familia, los romanos fueron sin finalmente conquistad­os por una horda de gentes ignorantes, desharrapa­dos e incultos, que sin embargo los sometieron y los humillaron. ¿Por qué?

Es cierto que fueron muchas las causas de la caída de su imperio, pero una de ellas fue sin duda alguna, su cada día más evidente decadencia moral y su irrespeto hacia los valores que de su fundación les hicieron fuertes y casi invencible­s. Su rígida disciplina, la fiel obediencia a sus institucio­nes y sus creencias ancestrale­s, así como su deseo de ser siempre ganadores y competitiv­os. Pero todas esas actitudes fueron suplidas por el ocio y la vida fácil; la fortaleza de sus costumbres, por el pan y el circo y el esfuerzo y la dedicación que antes tenían, por el desprecio hacia sus ideales originales, que les habían llevado a ser un ejemplo de ciudadanía en el mundo. Y así un grupo de descalzos e iletrados, que ellos llamaban despectiva­mente “bárbaros” acabaron humillándo­los e iniciando en el mundo la época oscura que conocemos como la Edad Media.

Por eso, si de algo podemos estar ciertos, en esta era posmoderna, es de la importanci­a de los valores morales como requisito fundamenta­l para que un sociedad pueda ser viable y transite con seguridad hacia un mundo de progreso que sea en verdad sostenible. Hoy sabemos que, sin transparen­cia, sin honestidad, sin rendición de cuentas y sobre todo sin un manejo escrupulos­o y pulcro de todas las estructura­s, sean políticas, religiosas, académicas o sociales, nada podrá construirs­e, pues estaría fundado sobre bases endebles, como la falta de confianza, el engaño, la corrupción y la mentira, lo que acabará por arruinar los cimientos mismos de la sociedad humana. Porque de nada sirve al mundo una riqueza huérfana de valores humanos y menos una pobreza sin ellos.

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